Los investigadores proponen entender la ciudad como un conjunto de diversidad de personas que le dan vida, más allá de las estructuras físicas (foto Archivo ODI).
La ciudad fue la protagonista de las I Jornadas de Estudios Urbanos que acogió la Escuela de Arquitectura (EA) de la Universidad de Costa Rica (UCR), con el apoyo de otras unidades académicas, del pasado 17 al 21 de junio.
Este evento convocó a profesionales que han tratado temas en torno a la ciudad desde diferentes disciplinas, como lo son el urbanismo, la geografía, la arquitectura y la historia.
Entre ellos estuvieron la hondureña Daniela Navarrete Cálix, historiadora urbana, y el mexicano Víctor Delgadillo Polanco, planificador urbano, quienes desde sus profesiones han profundizado en la construcción del concepto de ciudad.
A continuación, un extracto de la entrevista con ambos especialistas, en conjunto con el M.Sc. Luis Durán Segura, docente e investigador de la EA:
–¿Qué noción tienen de los conceptos de ciudad y de espacio urbano?
Víctor: “Somos herederos de una cultura grecolatina, en la que la ciudad es parte del proceso civilizatorio. La ciudad es una construcción social, un producto social, construido por generaciones y generaciones de seres humanos para vivir bien, para vivir mejor. Vivimos en un momento en que la mayor parte de la humanidad se ha trasladado a las ciudades para construir un futuro mejor. Una ciudad no es solo un objeto físico, constituido por viviendas, calles, espacio público. Una ciudad es sobre todo una comunidad política, de ciudadanos con derechos y obligaciones, con derecho a decidir sobre esa comunidad política. Concebimos a los ciudadanos no solo a los sujetos que habitan la ciudad, sino también a aquellos que tal vez no habitan o no duermen en esa ciudad, pero construyen su futuro en ella todos los días, la población itinerante. Pero tenemos presente que las ciudades han cambiando en el transcurso del tiempo, sabemos que vivimos en un mundo capitalista, en cuya lógica se busca privilegiar el lucro de unos cuantos a costa de una mayorías, por eso ahora en el siglo XXI hay muchas luchas, resistencias sociales que están reivindicando que la ciudad es de los ciudadanos. Lo que se tiene que anteponer en la ciudad es el interés público.”
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Luis: “Agregaría que la ciudad además de ser un conjunto de infraestructura y materialidades que es como normalmente la gente la suele concebir, es también y sobre todo gente provocando sentido y haciendo cultura, las prácticas sociales, los imaginarios urbanos… la ciudad es también eso. Va más allá de las cosas meramente infraestructurales.”
Daniela: “La ciudad como artefacto resume todas estas visiones de cultura, construcción, de un espacio… nuestro esfuerzo va hacia ese camino, a una reconstrucción histórica que establezca las continuidades y las rupturas que se vienen dando en esta construcción histórica de este artefacto social. Y establecer por medio de la comparación cómo estos procesos en México son trasladados luego por las regiones como la centroamericana, cómo confluyen los saberes que vienen de Sudamérica, de Europa, notablemente de Estados Unidos, y ver cómo esas influencias se vernaculizan, cómo se adaptan y cómo se tropicalizan.”
–Existe una tendencia de densificar las ciudades y retornar a los centros urbanos. Hemos visto cómo en los últimos años se han revitalizado centros históricos de ciudades en América Latina. ¿Por qué es importante revitalizar estos centros?
Daniela: “Yo trabajé en patrimonio cultural y me hacía la misma pregunta, por qué estamos revitalizando centros históricos, y hubiese sido lindo que siempre fuese por iniciativa propia, local, porque existiese una búsqueda de lo nacional, de nuestras raíces. Sin embargo, la evidencia nos demuestra que han sido nuevas estratagemas del capital que vienen desde los organismos de cooperación, llámese cooperación española que ha sido muy común aquí en Latinoamérica. El plan venía ya digerido de pies a cabeza, todo ya traía una línea directa de cómo rentabilizar el centro histórico en vistas a una gentrificación que era casi el objetivo, el turismo y, finalmente, las voces locales no eran muy tomadas en cuenta excepto como un mero parque temático, que se mire autóctono, artesanal, pero los precios que iba a disparar aquella intervención iban a dejar fuera del escenario al usuario, al habitante autóctono”.
–¿Hay algún ejemplo en Latinoamérica distinto a esa experiencia?
Daniela: “Sí hay, en México. Pensaba en casos como el del barrio de La Boca, en Buenos Aires, donde vemos que hay una disputa entre esos marginados de estos procesos de recuperación que conviven de alguna manera. Está cerca de Puerto Madero, que es una zona de turismo de lujo y, sin embargo, están estas puntas de lanza que desafían esas lógicas extractivistas, urbanas, que quieren rentabilizar sin tomar en cuenta las características de bien común que deben tener la ciudad, son disputas que están abiertas”.
Víctor: “Por supuesto que hay. Quito y Ciudad de México. En La Habana Vieja, por el contrario, si somos cubanos no podemos pagarnos una cerveza o un hotel ahí porque es para turistas. Sin embargo, la entidad responsable de la gestión del centro histórico es una entidad pública que captura las ganancias que deja el turismo internacional y lo reinvierte en la misma Habana”.
Luis: “Los procesos de recuperación de centros históricos implican casi siempre procesos de expulsión y despojo de habitantes de estos centros que, a contrapelo de los discursos oficiales que han dicho que están despoblados, ahí está el pueblo, están los barrios populares, los vendedores ambulantes, los habitantes de calle, los trabajadores sexuales, que son los que dentro de estos procesos de recuperación son expulsados de sus contextos, sus barrios, sus labores cotidianas. Entre los cada vez más fuertes embates del neoliberalismo en la ciudad surgen estas alternativas de movimientos sociales urbanos de lucha anti gentrificación, anti turistificación, intentando recuperar el derecho a la ciudad”.
–¿Cómo podríamos ver este fenómeno en San José?
Luis: “San José tiene una historia muy particular dentro de la recuperación del centro. La categoría de centro histórico se está construyendo, es una suerte de invención que se construye a partir de un pasado que se reinterpreta en tiempo presente. Pero hablamos de ‘centro de la ciudad’. El centro de la ciudad desde los años 2000 tiene una fuerte política de recuperación y regeneración. Se decreta que los cuatro distritos principales son de prioridad y de intervención inmediata por el Estado. Esto ayuda a que se instaure una comisión de regeneración y repoblamiento, que en el 2005 hace un plan de rescate de la ciudad que permite la llegada de capital extranjero directo y unos apalancamientos públicos-privados que sabemos en lo que terminan: en procesos de torres que no ayudan a regenerar y a repoblar. Además, los dos conceptos son tramposos, ¿regenerar de qué? ¿Qué está tan degenerado en el centro? Y repoblar, ¿por quiénes? ¿Y los que estaban poblando? Se sabe que los procesos de verticalización que intentan repoblar no aumentan las tasas de población en la ciudad porque las torres están vacías. Entonces son mamparas que permiten que la ciudad sea un objeto de inversión del capital, que en sí misma sea parte de una circulación de flujos financieros que hace que el Estado rescate su actuación y permita que ingresen estas inversiones”.
–¿Y ustedes (Daniela y Víctor) qué impresión tuvieron de San José?
Víctor: “Es la primera vez que estoy en San José. Yo lo que me ratifico con San José es esta idea, que nunca comparto, de que los centros históricos son pedazos de ciudad detenidos en el tiempo: el desarrollo humano se detuvo y entonces tenemos un vestigio histórico que nunca cambió. Una característica de los centros históricos en América Latina es su profunda heterogeneidad, pero también una fuerte segregación socioespacial. Lo que ahora delimitamos como “centro”, yo lo identifico en al menos dos partes: una donde estuvieron las viviendas y ahora están los servicios y comercios de estratos socioeconómico medios-altos; y otra, los territorios bien populares. Empezamos a bajar por Escalante e ingresamos al centro histórico y veía una herencia riquísima, estos parques decimonónicos, estas áreas verdes y alcazaba a ver una oferta de servicios para otra clientela. Después fuimos a La Merced y subimos por la calle peatonalizada (Avenida 4), bien popular. Podría estar en Sao Paulo, en Ciudad de México… una parte de nuestros centros históricos se convirtió en un centro de comercio popular de escala regional, metropolitana. Por eso no comparto el discurso de que están deteriorados. Lo que vi ahí fue una enorme ebullición de actividades económicas, populares. Y después pasamos la plaza mayor y me encuentro con otra oferta para otros estratos socioeconómicos”.
Daniela: “Es una distorsión del concepto de centro histórico. ¿qué era la plaza? Lo que acaba de describir Víctor: una ebullición de actividad comercial de todos los niveles. ¿En qué momento pensamos que el centro histórico tenía que ser una pieza de museo, de recorrido turístico?”
–¿Cómo mantener entonces el equilibrio entre la diversidad propia de una ciudad y las fuerzas del capital privado?
Daniela: “Con un Estado fuerte, árbitro, que deje de tomar parte por uno de los actores, notablemente por los grandes capitales”.
Luis: “También es cuando pensamos que el capital privado es el capital global. Existe el capital popular de la gente que capitaliza la ciudad, y no es un capital de segunda, es un capital importante. La gente en sus movimientos, en su vida cotidiana, mueven la ciudad”.
Víctor: “Es una lucha desigual. Yo alcanzo a ver que en América Latina el capitalismo siempre es mucho más salvaje. Hay que irnos a Holanda, a Alemania, son países hiper capitalistas, grandes inversionistas juegan ahí. Y sin embargo, no siempre hacen lo que quieren. Aquí es más fácil que vengan a poner fábricas que contaminan, a querer construir mega torres. En esos países hay alguna legislación que les imponen condiciones. Lo que necesitamos es un Estado fuerte”.
–Otro reto de las ciudades latinoamericanas es la inseguridad. ¿Redensificar las ciudades es una estrategia efectiva para hacerlas más seguras?
Víctor: “No. Hay muchas formas de entender la redensificación. Una forma positiva son los programas de mejoramiento de vivienda en México, por ejemplo. En barrios populares donde la gente autoconstruyó su vivienda, hay microcréditos que le permiten a las familias construir un segundo piso, una segunda vivienda. Esto es una forma de redensificar la ciudad. La otra, las megatorres, son discursos, son negocios inmobiliarios. En Ciudad de México ya tenemos varios estudios que demuestran que la ciudad compacta es un privilegio que solo las clases medias y altas pueden pagar, no están al alcance de la mayoría de la población”.
Daniela: “No voy a decir que la inseguridad es un mito, pero tiene mucho que ver con la percepción. A veces se exacerba esa percepción justamente para crear negocios, promover las comunidades y los circuitos cerrados en donde la gente busca refugio porque ve la ciudad como una amenaza. Creo que en el caso de centros históricos ha sido buen ejemplo el de Quito (Ecuador): promover la vivienda en el segundo piso con uso comercial en el primero porque eso permite que constantemente haya flujos de personas que habitan la ciudad. Caso contrario en otros centros históricos, como pasó en Tegucigalpa en donde los habitantes se fueron, el centro sigue teniendo uso comercial, pero eso tiene hora de vencimiento. Entre las 4 o 5 de la tarde el centro es abandonado por la actividad comercial legítima y es ocupado por actividad comercial del “bajo mundo”, prostitución, venta de drogas… entonces falta tener una visión que tome en cuenta las particularidades de la población, capitales locales, iniciativas comunitarias”.
–La movilidad urbana es otro desafío de las ciudades, en donde influyen muchos temas: la eficiencia del transporte público, el impulso a formas alternativas como la bicicleta, hacer ciudades más caminables, ¿cómo ven que están respondiendo las ciudades latinoamericanas a este reto?
Víctor: “El caso mexicano es terrible. Se facilitó la proliferación de autos porque la industria automotriz abarató bastante el precio de los vehículos, pero en mi opinión, en el origen de esto está una falsa política de protección del medio ambiente. En México, a principios de los años noventa, empezó el “hoy no circula”, una política en la que no circula un número de placa por día para bajar la cantidad de autos, pero esa política premiaba al carro 0 kilómetros, es una política que incentiva la compra de autos nuevos, entonces lo que tenemos en la sociedad mexicana es un incremento del parque automovilístico. Las ciudades mexicanas con inmóviles”.
Luis: “Esta idea de lo bueno que han sido las ciclovías en México y en Curitiba (Brasil), llega a Costa Rica y se vende la idea. Si uno revisa el trazado de las ciclovías, por dónde transita, además de ser una suerte de proyecto sacado de la manga, pasa por barrio Escalante, San Pedro.. pero no por los barrios populares, al sur de San José en donde históricamente se usaba la bicicleta. Además la bicicleta se convirtió en un ícono, un símbolo de cafeterías, restaurantes, que da una cierta distinción a los comercios porque son más ‘progres’. Y vemos que lo que no pudo hacer el Estado con las políticas de uso de la bicicleta, lo pudo hacer la necesidad del trabajo, porque vemos San José llena de ciclistas urbanos de empresas de entrega de comida, el capital poniendo a los más pobres a andar en bicicleta. Por otro lado, tenemos un serio problemas con las concesiones, porque el transporte público está en manos de la empresa privada que no quiere modernizar las rutas y están opuestas a programas de sectorización de transporte público, estamos siempre en este debate”.
Daniela: “En Tegucigalpa nunca tuvimos una transición, nunca hubo un intento mínimo de que fuera asumido por el Estado, siempre se delegó a la empresa privada, a la que se subsidia. Además es una empresa privada parásita, ni siquiera es competitiva, el Estado tiene que estarle dando constantemente incentivo para que no aumente las tarifas al usuario. El servicio es bastante deficitario e inseguro, hay asaltos. Entonces, como dice Luis, hay cosas aunque no están planificadas por las autoridades, van surgiendo de forma creativa. En Tegucigalpa se volvió muy común desde los años 80 el taxi colectivo: me tomo un taxi y van otras personas, como un bus, solo que en un carro particular”.
–¿Cómo convertir estas ideas en temas de urbanismo desde la academia para que puedan incidir en los gobiernos y transformarse en políticas públicas?
Víctor: “Es un enorme desafío. Yo como académico tengo una responsabilidad social, trabajo en una universidad pública, mis ingresos son de los impuestos que pagan los ciudadanos. En primer lugar, mi primer compromiso es generar estudiantes críticos, que sean investigadores rigurosos. Sin embargo, también trabajo en barrios populares, de clase media, entonces cuando hago trabajo de campo también difundo lo que hago. No hay barrio donde yo trabaje que no intente convocar a la población, hacerlo participativo y luego devolver a la comunidad con retroalimentación”.
Luis: “La universidad tiene que acompañar y aprender de los movimientos que se están dando, y es un acompañamiento de fortalecer. La universidad pública tiene que estar presente en las luchas por la ciudad. Hay un papel obvio de la enseñanza, la didáctica y la crítica”.
Daniela: “Estamos anestesiados un poco por esta burbuja de conocimiento que luego se diluye en trayectorias profesionales, pero ¿cuánto de esto tiene impacto en estas realidades invisibles? Sí, hacemos una labor con los estudiantes. Lo importante es que ellos aprendan a cuestionar para que formen su propio criterio. El pensamiento crítico es uno de los objetivos más enaltecedores de la labor universitaria”.
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