Las corrientes de resaca van a ser cada vez más fuertes y más frecuentes, como consecuencia de los efectos del cambio climático, según los especialistas.
Laura Rodríguez Rodríguez¿Quién no ha tenido alguna vez una experiencia desagradable al ingresar al mar? Por lo general, tendemos a pensar que las condiciones ese día no eran las mejores, pero desconocemos la existencia de las corrientes de resaca en las más de 600 playas del país.
De acuerdo con especialistas de la Universidad de Costa Rica (UCR), las corrientes de resaca o de retorno –que muy pocas veces vemos– son provocadas por el oleaje alto en la denominada zona de rompientes, muy cerca de la costa, donde se concentra la mayoría de bañistas.
“Es como un río que se origina en la playa, el cual cuando las olas rompen se devuelve de forma perpendicular, de la costa hacia adentro”, explicó Rodney Mora Escalante, coordinador del Módulo de Información Oceanográfica (MIO) del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar), de la UCR.
Estas corrientes, que son superficiales, forman en el fondo marino una especie de canales, valles, crestas y ondulaciones a lo largo de la playa. Es posible identificarlas en el momento en que la ola rompe sobre la playa y regresa, y se observa sedimento y espuma suspendidos que van mar adentro.
Según el académico, las marejadas de fondo se producen durante todo el año en el Pacífico. Este oleaje, precursor de las corrientes de resaca, proviene de las tormentas del Pacífico Sur que se forman en Nueva Zelanda, aunque también se origina a raíz de las tormentas que ocurren cerca del país.
En el Caribe, el factor que más influye son los vientos alisios, que causan olas superiores a los dos metros de altura, las cuales también pueden ser generadoras de corrientes de resaca.
Las mareas contribuyen al fortalecimiento de la magnitud de dichas corrientes en la costa pacífica, especialmente durante la marea baja, cuando el agua está retrocediendo. “En la marea baja, el agua se retira, entonces ayuda a que haya un flujo mayor devolviéndose, este fortalece la corriente de resaca”, aseguró el especialista.
En el Caribe, las condiciones de marea son diferentes a las del Pacífico, ya que en esa primera costa, el nivel del mar alcanza los 30 centímetros, esto aporta poco al retorno del agua. “En el Caribe el problema es el viento, que propicia la formación de olas muy altas que rompen con fuerza y van formando como canales en la playa, por donde el agua se devuelve”, añadió Mora.
“La generación e intensidad de las corrientes de resaca dependerán de la altura de la ola, de la forma de la costa, de la pendiente de la playa y del estado de la marea”, aseguró el investigador del MIO-Cimar y especialista en oceanografía física, Omar Lizano Rodríguez.
Además, el experto considera que tales corrientes van a ser cada vez más fuertes y más frecuentes, como consecuencia de los efectos del cambio climático, que ya son visibles en nuestras costas.
“Con el cambio climático está aumentando la velocidad del viento –esto significa mayor energía en las olas– y, por ende, se incrementa la generación de corrientes de resaca, tanto en intensidad como en frecuencia”, aseguró Lizano, quien es uno de los pioneros del estudio de tales corrientes en Costa Rica.
Esto significa –recalcó– que “cada vez tendremos olas más altas en las playas, tanto en el Caribe como en el Pacífico”.
Sin embargo, los oleajes más fuertes ocurren principalmente en las playas abiertas; es decir, aquellas donde las olas que vienen de altamar llegan directamente a la orilla (no hay en su camino ninguna barrera natural que disminuya su impacto).
A diferencia de dichas playas, existen otras que por sus características geográficas están más protegidas de las olas. “Hay unas con oleajes menos intensos y con menor altura, y que –consecuentemente– van a generar corrientes de resaca con menor intensidad dentro de las bahías o golfos. Tales lugares son menos peligrosos para bañarse”, explicó Lizano.
Por ejemplo, esto sucede con la última playa del Parque Nacional Manuel Antonio, en Quepos, en contraste con la playa de la entrada del parque, que está expuesta al mar abierto. Asimismo, en Punta Leona, también en el Pacífico Central, las olas de playa Blanca tienen mucho más energía que las de su vecina Mantas, donde el oleaje es más tranquilo porque la playa está protegida por una formación de rocas.
La geomorfología de la zona costera también influye en la formación de corrientes de resaca, por ejemplo, en las playas con pendientes, donde las inclinaciones se observan únicamente cuando la marea baja y que los bañistas descubren cuando ya han ingresado al agua. Ese es el caso de Conchal en Guanacaste.
Las muertes por sumersión en las playas ocurren, por lo general, a causa de las corrientes de resaca. Según diferentes estudios de la UCR y de la Universidad Nacional (UNA), y datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), el promedio anual de personas ahogadas es de 60, principalmente en ríos y mares.
Las playas del Pacífico Central son las que reportan más accidentes acuáticos, ya que poseen el mayor registro de visitas de turistas procedentes del Valle Central, durante los períodos de vacaciones.
Este problema, que se ha convertido en un asunto de salud pública y afecta tanto a turistas nacionales como extranjeros, se puede prevenir si las personas se informan adecuadamente antes de visitar una playa.
Mora destacó que es muy importante leer los rótulos que están colocados en algunas playas, preguntar a las personas locales y a los surfistas sobre las condiciones del mar, así como consultar la plataforma del MIO-Cimar que la UCR ha puesto a la disposición de la gente en internet (www.miocimar.ucr.ac.cr). En este sitio, hay un apartado de pronósticos locales, donde se brindan datos a los bañistas. “Allí siempre se advierte sobre el desarrollo de corrientes de resaca”, indicó.
Asimismo, el MIO-Cimar posee una aplicación para teléfonos inteligentes, que se puede utilizar de forma gratuita tanto en los sistemas operativos Android como iOS.
Igualmente, es necesario que más municipalidades destinen recursos para colocar mayor cantidad de rótulos en las playas, así como disponer de más salvavidas.
“Hay que seguir divulgando este tipo de informaciones para reducir las muertes por sumersión. A veces, debido a cuestiones económicas, se pone en riesgo la vida de las personas en el mar”, recordó Lizano.
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