Cuando el arte se subleva sobre la tecnología y esta última se desenmarca de su aplicabilidad práctica o utilitaria —y, además, capítulos de tesis académicas se desarrollan sin palabras—, se logra (o se intenta) romper paradigmas y epistemes.
Así lo reconoció Mariela Yereguí, de la maestría en Artes Electrónicas de la Universidad Nacional Tres de Febrero de Argentina (Untref), quien fue la conferencista principal de la jornada sobre "Agentes de la investigación y la innovación con impacto sustentable: experiencias en el ecosistema costarricense", organizada por la Unidad de Gestión y Transferencia del Conocimiento para la Innovación (Proinnova-UCR).
Yereguí promueve nuevas formas de hacer arte sobre una perspectiva decolonial y disruptiva, pero asegura que se trata de un problema complejo. Siguiendo el legado del filósofo Bruno Latour y su teoría de actor red, Yerguí se pregunta: ¿qué hay más allá de abrir la caja negra, qué sigue? Se trata de un proceso en construcción que, sin embargo, ya florece en obras de arte electrónico.
Así, hay robots que se activan con saliva humana, otros que cambian de rumbo en la sabana dependiendo de la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, así como maquetas de ciudades que se descomponen por la acción de microorganismos vivos. Estas son parte de las propuestas de los estudiantes de la Maestría en Arte Electrónico, única en la región.
Es una experiencia que permite presentar innovación, por ejemplo desde la biomimética, la robótica mestiza, la ciencia ciudadana y la bioacústica, espacios de estudio que necesariamente congregan a científicos de las artes y de las otras áreas de conocimiento. Las propuestas son elaboradas y abordan diversas complejidades en todas sus aristas, con lo cual logran sacudir y obligar a abrir la puerta a posibilidades de reinvención.
En Costa Rica, este tipo de experiencias se colocan en escena porque —como lo advierte Fernando García Santamaría, vicerrector de Investigación de la UCR— es necesario cambiar, encontrar nuevas vías para lograr la sostenibilidad del sistema. Eso supone no volver a mirar más al norte y encontrar innovación desde el propio territorio.
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En ese esfuerzo del Instituto de Investigaciones en Arte (IIArte-UCR), la Dra. Susan Campos Fonseca, compositora y experta en filosofía latinoamericana, organizó una mesa redonda sui generis en la que participó la bióloga Gloriana Chaverri Echandi, como un ejemplo de innovación en investigación desde el recinto de Golfito de la UCR. Por su parte, el profesor y escultor Jonathan Torres Rodríguez explicó su propuesta de artes electrónicas biomédicas y cómo su trabajo aporta a la formación de profesionales en el campo de las tecnologías médicas y la construcción de prótesis.
El Dr. en Biología Marcelo Araya Salas sorprendió al hablar de la cultura del canto de los colibríes y cómo estos adecuan su trino a lugares y tiempos. Los pájaros aprenden a cantar con sus pares y modifican su canto según cambian las generaciones, es decir, ellos evolucionan. Además, la experiencia de Alicia Correa Barahona, desde la Escuela de Geología, evidenció cómo la ciencia ciudadana se aplica para al cuido y administración del agua, una forma innovadora de "hacer ciencia" accesible y sostenible.
El cierre de la mañana lo hizo la experiencia del laboratorio de fabricación Fablab de la Carpio, donde las experiencias de prototipado generan cambios vitales en esta zona de vulnerabilidad y riesgo social.
La directora de Proinnova-UCR, Marianela Cortes Muñoz, explicó que en los 14 años de existencia de esta unidad promotora de la innovación en la Universidad, han podido constatar que es el valor del trabajo en equipo, la capacidad de conectar y motivar, lo que genera la base para el cambio social y, con ello, se logra dar respuesta a los grandes retos humanos.