Formar ciudadanos que se apropien de un estilo de vida sostenible es primordial para enfrentar las condiciones climáticas de las próximas décadas, pues su cambio es una realidad y las consecuencias ya se han empezado a percibir en los últimos años en todo el planeta.
Incluir la sostenibilidad en la malla curricular es prácticamente un acto consecuente en la actualidad, pues el planeta apenas está sufriendo los primeros resultados del cambio climático. Así se planteó en las Jornadas de Salud Ambiental 2019, de la Escuela de Tecnologías en Salud (TS) de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Henry Arias Guido, funcionario del Ministerio de Educación Pública (MEP), expuso sobre el Modelo de Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS). Este trabajo se enfoca en la formación de agentes de cambio, con el objetivo de que los estudiantes salgan de la escuela y el colegio con habilidades útiles de adaptación para aplicarlas en su comunidad.
“¿Cuántos docentes habrán recibido formación universitaria respecto a sostenibilidad y pueden hablar del tema a sus estudiantes? Como generación es muy improbable que nos hayan dado clases acerca del cambio climático. Los profesores son los primeros que deben ser capacitados para que, a través de la modificación de las actividades escolares, acompañen al estudiante en esa transformación”, comentó Arias, biólogo graduado de la UCR.
Son más de 60 000 docentes quienes se tienen que capacitar en el tema. El desarrollo sostenible va de la mano de la formación social, no tanto por el contenido, sino porque tiene implícita una visión que fomenta las destrezas y las habilidades. De acuerdo con Arias, las evaluaciones reforzarán los procesos en sí de los contenidos y ya no se tratarán de preguntar “qué es”, sino el “cómo”.
De igual forma, el Ministerio hace esfuerzos para que los temas de las ferias científicas escolares tengan un enfoque de sostenibilidad y para que en las acciones cocurriculares de los docentes incorporen proyectos del Programa de Bandera Azul en sus lecciones, por ejemplo.
Por su lado, el Departamento de Salud Ambiental de la UCR también enfrenta el faltante de ejes que aborden el tema de sostenibilidad, pues en el momento de la apertura de la carrera en el 2000, el tema aún no se ahondaba. Sin embargo, han podido incluirlo en varios de los cursos que así lo permiten.
“La carrera en su totalidad les permite a nuestros egresados asumir el reto de la sostenibilidad. En los cursos de temas relacionados con salud ambiental, los alumnos al final tienen una serie de elementos y herramientas que les permiten abordar el tema. Tanto es así que varios profesionales de nuestra Escuela se dedican al cambio climático, a la sostenibilidad y a disminuir la huella de carbono”, explicó Xinia Alvarado, directora del Departamento de Salud Ambiental.
En el presente, está en trámite el proyecto de investigación “Liderazgo de la salud ambiental ante el cambio climático” para que funcione como “sombrilla” sobre temas que docentes y estudiantes quieran estudiar en este ámbito.
Además, el Departamento trabaja en una nueva propuesta curricular, que pretende seguir los lineamientos del Protocolo de Kioto y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esto, con el fin de incorporar el tema de lleno en los cursos correspondientes.
“Son los países más poderosos del mundo los que contribuyen directamente al cambio climático, el cual nos afecta a nosotros de manera directa. Lo que nos queda por hacer es adaptarnos”.
Xinia Alvarado, directora del Departamento de Salud Ambiental
Como consecuencia de la contaminación por residuos sólidos y líquidos que se depositan diariamente en los mares, los océanos están cambiando y, consecuentemente, las formas de vida que habitan en ellos.
De acuerdo con el último estudio del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) —organismo de las Naciones Unidas—, un 33 % de corales que forman arrecifes, un millón de especies de flora y fauna, así como una tercera parte de mamíferos marítimos, están peligro de extinción.
La amenaza es clara. El océano —que los seres humanos utilizamos como medio de transporte, para extracción de recursos naturales, alimentación y recreación— está en peligro. Los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y de montaña pierden masa, lo cual contribuye no solo a la aceleración de la subida del nivel del mar, sino también a la expansión de las aguas cálidas en los océanos.
Durante el siglo pasado, la elevación del nivel del mar a escala mundial ha sido de unos 15 centímetros (cm), pero el ritmo se ha duplicado en los últimos años (3,6 milímetros (mm) anuales a la fecha frente a 1,7 mm a finales del siglo XX) y no hay evidencia de que vaya a disminuir, según el informe.
De hecho, se calcula que de aquí al 2100 se podría llegar a registrar una elevación de entre 30 y 60 cm. Incluso, aunque se logre una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global se mantenga muy por debajo de 2 °C. Sin embargo, si las emisiones siguen aumentando con fuerza, el incremento del nivel de las aguas podría ser de 60 a 110 cm.
A este hecho se suman los cambios en la distribución de las poblaciones de peces, pues se ha reducido el potencial de capturas en el mundo. En el futuro, disminuirá todavía más en algunas regiones, en particular en los océanos tropicales; pero aumentará en otras, por ejemplo, en el Ártico.
Las comunidades costeras de Costa Rica y el mundo, que dependen en gran medida de los productos de alimentación marinos, pueden verse en riesgo por la salud nutricional y la seguridad alimentaria de sus integrantes.
“El 92 % del territorio nacional es mar y Costa Rica es un punto rojo para el narcotráfico. La presencia de este problema social en el país también afecta a los ecosistemas marinos. Como consecuencia, los peces no llegan a aguas muy cálidas ni muy contaminadas debido a otros efectos climáticos que perjudican los comercios pesqueros artesanales”, comentó Fernando Mora, docente de la Escuela de Geografía de la UCR.
Mora, quien participó en las jornadas, mostró su preocupación al comentar que, en la Reserva Natural de Cabo Blanco, el mar suele traer a la costa basura que llega de otros lugares del océano, a pesar de ser una zona protegida en la que solo entran investigadores desde 1950.
Los diferentes expositores de las Jornadas Ambientales 2019 concordaron en que Costa Rica ha firmado diferentes políticas en la última década, que involucran a instituciones públicas y privadas. Es decir, el país sí cuenta con las herramientas para velar por océanos limpios. Junto con el modelo de EDS, su adaptación para el futuro puede ser una realidad, de modo que las consecuencias no afecten drásticamente el estilo de vida costarricense.
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