Incluso cuando existen áreas de trabajo que no son prioridad política de las autoridades, el funcionario debe nadar a contracorriente por el bien de los objetivos últimos de su cargo. Ese es el caso de Shilveth Fernández Cantón, quien con esa determinación logró liderar —junto con un muy pequeño equipo de dos funcionarios adicionales— un proceso que evitó la importación de 412 cilindros de gas refrigerante R-22.
Lo anterior les supuso el galardón “Protocolo de Montreal”, otorgado por las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Organización Mundial de Aduanas, en septiembre pasado. El premio reconoció un trabajo de hormiga —aún pendiente—, que terminó por evitar el potencial daño de miles de toneladas a la capa de ozono, un aporte hecho desde Costa Rica.
El logro se da pese a que Costa Rica todavía no tiene un plan de aduanas verdes. Sin embargo, en la presente Administración, ese proyecto puede estar en camino, según el criterio de esta funcionaria que suma 33 años de trabajo en el Servicio Nacional de Aduanas, donde se dedica a desarrollar el área de la merceología (el estudio de las mercancías que permite analizar técnicamente todo lo que ingresa y sale del país).
La docente ofrece, desde hace 20 años, cursos sobre merceología en la Escuela de Administración Pública, de la Universidad de Costa Rica. En ellos, incluye el tema de aduanas verdes como un aspecto de toma de conciencia en materia aduanera.
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“En el sector público, si no hay voluntad política para un tema, una no se queda con los brazos cruzados. Es cierto que no se puede trabajar sola o solo, pero se busca a las personas para hacer yunta, y sí hay quienes se ponen la camiseta por lograr cosas grandes”, afirmó.
Fernández hoy es, además, el punto focal del Protocolo de Montreal y trabaja de forma coordinada con la Oficina de Ozono del Ministerio de Ambiente para detectar mercancías dañinas para el medio y prohibidas, las cuales podrían estar siendo comercializadas sin tener los permisos necesarios.
Para lograrlo, se desarrollan capacitaciones en las siete aduanas del país: Caldera, Limón, Paso Canoas, Peñas Blancas, Santa María y Liberia. Tales procesos permitieron en el 2014 detectar 12 cilindros de gas refrigerante R-22, que se utiliza en aires acondicionados y es de comercio restringido. Además, la investigación permitió localizar 400 cilindros adicionales de un importador sin permisos que los comercializaba de forma ilícita. Hasta la fecha, no ha habido sanciones sobre el caso y los cilindros permanecen en custodia de aduanas sin que se puedan destruir, debido a que no se cuenta con la tecnología necesaria para hacerlo.
Trabajar en merceología supone codificar según el instrumento internacional del Sistema Armonizado de Designación y Codificación de Mercancías (que refleja el 98 % del comercio mundial), por lo cual se lograría mantener el control de todo el trasiego de mercancías a nivel global. Asimismo, las aduanas deben cumplir los siete acuerdos internacionales en materia ambiental que ha firmado Costa Rica. Es allí donde el trabajo es una labor de conciencia. Dejar pasar o no dejar pasar, clasificar o clasificar mal suponen riesgos mundiales.
Si ya a nivel global se logró eliminar el comercio de refrigerantes CFC, el nuevo reto es descartar para el 2030 el sustituto HCFC y solo permitir usos críticos de este para el 2035. Se trata de un trabajo de hormiga a nivel universal, en el cual hasta la última línea de aplicación tiene una responsabilidad estratégica. Por esto, la conciencia ambiental de un funcionario debe ser cincelada.
“La conciencia es saber que si los refrigerantes no son bien utilizados, todos nos vemos afectados, la totalidad del ecosistema se ve impactado. El planeta no va a desaparecer, quienes desaparecemos somos las especies. Por ejemplo, en mares, ya hemos consumido el 34 % de la reserva marina”, comenta Shilveth Fernández.
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