Cuando de cuidar los recursos naturales se trata, todo cuenta, desde unas pocas hectáreas hasta extensos bosques o humedales.
Con esta filosofía, la UCR destina parte de su territorio a la conservación, existen áreas boscosas que sobresalen en medio de las ciudades, donde los espacios verdes son cada vez más escasos.
La Universidad también administra algunas áreas protegidas, mediante convenios con otras instituciones públicas. Esto le permite realizar investigaciones científicas en diversas disciplinas y contribuir de esta forma a salvaguardar el patrimonio natural del país.
En algunos casos, las fincas dedicadas a la preservación fueron donadas por personas particulares, quienes le confiaron a la UCR la responsabilidad de protegerlas y de desarrollar allí actividades científicas, académicas y de proyección social.
Actualmente, trece reservas forman parte de la Red de Áreas Protegidas (RAP) de este centro de educación superior. En conjunto, suman 8 078 hectáreas distribuidas en distintos puntos de la capital y en las provincias de Guanacaste, Alajuela y Cartago, por lo general, cerca de las sedes universitarias.
La RAP fue creada en el 2013 como una instancia de la Vicerrectoría de Investigación, encargada de contribuir con las gestiones para conservar cada uno de los sitios que la componen.
Su director por seis años, el profesor de la Escuela de Biología, Bernal Rodríguez Herrera, comentó que la Red no impone criterios o decide qué hacer, sino que facilita espacios y promueve acciones de gestión y planificación de las áreas protegidas.
“La RAP es una herramienta para que las direcciones de las unidades académicas que administran estas reservas tengan un aliado administrativo con el fin de lograr una mejor gestión”, afirmó Rodríguez, quien concluyó su período en el cargo como director en julio pasado.
Las fincas y reservas son manejadas por diversas instancias. Entre estas, la Escuela de Biología, las vicerrectorías de Investigación y de Acción Social, las sedes regionales de Guanacaste, del Atlántico (Turrialba) y de Occidente (San Ramón, Alajuela) y el Instituto Clodomiro Picado.
Esta última posee la finca Coralillo, donde se protegen las fuentes de agua, los recursos forestales y un parche de bosque. Otra parte se dedica para producir pastos y dar mantenimiento adecuado a los caballos que se utilizan en la producción de suero antiofídico.
Igualmente, existen ejemplos de comanejo con otras instituciones, como ocurre con la Reserva Biológica Alberto Manuel Brenes, ubicada en San Ramón de Alajuela. Durante 43 años, esta área ha sido administrada conjuntamente por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) y la UCR, por medio de la Sede de Occidente.
La UCR aporta el personal básico para la administración de esta área, mientras que el Sinac se encarga de la vigilancia.
Gracias a la presencia de esta universidad, en el sitio se ha efectuado una gran cantidad de trabajo científico, el cual ha generado más de 300 publicaciones entre artículos y libros.
El reto es convertir a la Reserva en una estación de investigaciones científicas de primer nivel, así como de recepción de visitantes.
De acuerdo con Rodríguez, la alma mater debe planificar y definir cómo se visualiza en 30 años en cada uno de sus campus o sedes y qué áreas debe conservar.
A futuro, se requieren estudios para identificar algunas zonas, sobre todo en las sedes regionales, que deberían destinarse a proteger la naturaleza.
“Las sedes regionales están a tiempo de planificar mejor el suelo y definir si determinado cordón debe quedar como zona boscosa o si una cancha de fútbol va a ser dedicada a la conservación, por ejemplo”, agregó.
Por lo tanto, es necesario precisar para qué se quieren las reservas, cuáles son sus objetivos, sus beneficiarios, los indicadores de eficiencia en la gestión, desarrollar planes de manejo y el amojonamiento de las distintas áreas.
A esta labor se ha abocado la RAP, la cual ya cuenta con un diagnóstico del estado actual de las áreas protegidas.
No obstante, según expresó Rodríguez, este es un trabajo lento y depende de las instancias universitarias que las administran. “La incorporación de las áreas a la RAP ha sido de forma voluntaria y mediante un acuerdo de las asambleas de cada unidad académica. Ha sido un proceso de convencimiento”, detalló el investigador.
No hay bosque pequeño que no sea importante. Tan significativo es fomentar el conocimiento científico en un bosque extenso, como la Reserva Biológica Alberto Manuel Brenes, ubicada en San Ramón de Alajuela, como en un sitio pequeño, como el Jardín Botánico José María Orozco, que se localiza en el centro de San Pedro de Montes de Oca.
Todas las áreas tienen en común que constituyen pulmones urbanos, lo cual es de mucho valor para la calidad de vida de las personas.
La UCR posee las áreas protegidas más grandes en el Valle Central. “Son bloques de bosque que con la unión de ríos y quebradas dan conectividad para el movimiento de los animales y la dispersión de las plantas. Tenemos murciélagos, pájaros, perezosos, plantas que están amenazadas con desaparecer del Valle Central y se mantienen como remanentes”, resaltó Rodríguez.
Los campus universitarios son pequeñas urbes y deben ser un ejemplo para el resto del país. “Dentro de ese modelo de ciudad, todos los espacios protegidos son muy importantes”, argumentó.
A su vez, la existencia de dichos sitios permite fomentar las investigaciones científicas y sociales. Tal es el caso de la finca Siete Manantiales, ubicada en Concepción de La Unión, que presenta un gran potencial para realizar estudios con la comunidad aledaña.
“Hay un fuerte vínculo entre la comunidad y esta finca. Los vecinos llegan los domingos a hacer pícnics; además, dentro del terreno existe un colegio. Se busca fomentar los espacios verdes en las comunidades”, añadió el biólogo.
En agosto se festeja el Día de los Parques Nacionales. Por esto, nos sumamos a las celebraciones y les presentamos un edición del C+T dedicada a la conservación del medio ambiente y al valor de las áreas naturales como un patrimonio que debemos cuidar por ser espacios esenciales para la calidad de vida de la población. Empezamos el suplemento con una reseña sobre la Red de Áreas Protegidas (RAP) de la Universidad de Costa Rica.
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