La Universidad de Costa Rica (UCR) funcionó como una especie de escaparate para que distintas instituciones, organizaciones de la sociedad civil y empresas, que trabajan en la región del Caribe sur de Costa Rica en el tema ambiental, se juntaran y dieran a conocer sus iniciativas de conservación, educación e investigación sobre los recursos naturales.
La actividad fue organizada por el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar) y la Escuela de Biología, de la UCR, en conjunto con la Asociación Anai, con el apoyo del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae).
La finalidad del simposio era presentar el estado del conocimiento, promover las investigaciones en la región y facilitar el diálogo entre los distintos actores, incluidos los que dependen para su supervivencia de los recursos y la riqueza biológica de la zona.
De acuerdo con Jorge Cortés Núñez, investigador de la UCR y coordinador del "Simposio Caribe sur de Costa Rica: biodiversidad, estado ambiental y desafíos", se pensaba que esta es una zona poco estudiada. Sin embargo, quedó demostrado que se está trabajando más de lo que se creía y lo que falta es una mayor articulación de las acciones.
“Queríamos hacer énfasis en esta región del país, sobre la que la gente no piensa mucho. Se piensa en Cahuita y Puerto Viejo, pero no en Chirripó, donde hay poblaciones indígenas y proyectos importantísimos de corredores biológicos y parques nacionales, de los que se conoce poco a nivel nacional. En la mentalidad de la población del país, es un lugar muy lejano”, expresó.
En el encuentro, efectuado del 9 al 11 de julio pasado en el auditorio de la Ciudad de la Investigación, en la Sede Rodrigo Facio de la UCR, participaron más de 100 personas de 11 nacionalidades, 46 instituciones y organizaciones representadas, hubo 40 exposiciones orales y 22 carteles.
Se abordaron temas relacionados con el estado actual de diversos ecosistemas y especies de animales, la cultura y la dinámica social de la zona. Por ejemplo, el cambio climático y la vulnerabilidad de los bosques de la cordillera de Talamanca, aspectos sobre ecoturismo, biomonitoreo del agua, educación ambiental, pesca artesanal, ambientes marinos y alternativas de desarrollo sostenible y conservación del bosque en comunidades indígenas en la Reserva de la Biosfera La Amistad, entre otros.
Para efectos del simposio, se definió el Caribe sur como el área comprendida desde el río La Estrella hasta la frontera con Panamá, incluyendo no solo las partes bajas que bordean la costa, sino también las zonas altas montañosas.
El investigador destacó que la actividad fue de sumo interés por el hecho de que hay investigaciones científicas y organizaciones que inciden a nivel local. Por esto, se trató de un encuentro no solo relacionado con la ciencia, pues se abordaron aspectos sociales de esa región.
Uno de los aspectos novedosos que se conoció son las investigaciones botánicas que durante varios años ha realizado el Real Jardín Botánico Kew, de Inglaterra, junto con algunos científicos nacionales, en las zonas altas de la cordillera de Talamanca. Ellos han abarcado áreas desde los 3800 m hasta los 1800 m y han llegado a zonas montañosas muy remotas difíciles de abarcar, principalmente por el alto costo que eso significa.
La Asociación Anai, que desde hace décadas tiene presencia en esa parte de la provincia de Limón, realiza acciones de biomonitoreo en los ríos con la colaboración de las comunidades en los territorios indígenas. Para ello entrenan a los pobladores en la recolección de datos.
“Todos los años ellos van y hacen el muestreo en los mismos sitios para observar cómo van cambiando las poblaciones de diferentes especies. Además, esto sirve para crear conciencia entre la gente acerca del valor de los ríos y la presencia de gran cantidad de especies de animales”, indicó el biólogo del Cimar.
En las partes montañosas también se han producido estudios puntuales sobre aves y serpientes. Mientras tanto, en los bosques bajos, hay una franja que ha sido poco estudiada y, en la parte marina, las universidades públicas han llevado la batuta, pues son las que han desarrollado la investigación sobre los manglares de Gandoca-Manzanillo, los arrecifes de coral, los pastos marinos y las tortugas, entre otros.
Se expuso, además, sobre el proyecto del Corredor Biológico de Talamanca, que pretende unir la montaña con fincas de cultivos mixtos en las partes bajas, con el objetivo de facilitar el movimiento de distintas especies de animales. Precisamente, existe un proyecto con jaguares que busca monitorear cómo se están moviendo estos mamíferos en la zona.
La Comisión Binacional de la Cuenca del Río Sixaola también ha impulsado muchos esfuerzos de colaboración entre Costa Rica y Panamá para gestionar integralmente esta cuenca, con el apoyo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Esta es la única cuenca en Centroamérica que goza de un trabajo en el que participan dos países vecinos.
Varias organizaciones no gubernamentales (ONG), algunas extranjeras, tienen iniciativas encaminadas a proteger algunas especies de animales silvestres. Por ejemplo, una entidad trabaja en la instalación de cables aéreos para que animales, como los monos y los perezosos, pasen de un lado a otro de la vía terrestre.
Las denuncias ambientales también formaron parte de las presentaciones del simposio. Entre estas, sobresale la idea de construir una carretera desde Gandoca hacia Sixaola, lo cual significaría cortar el Refugio Nacional de Vida Silvestre Gandoca-Manzanillo a la mitad. Según aseguró Cortés, esto crearía una circulación de furgones en medio del humedal, lo cual se debe frenar.
Igualmente, hubo un foro sobre temas socioeconómicos en el que se mostraron experiencias de cómo actividades relacionadas con el ambiente son de beneficio para la región. En el espacio participó la empresa bananera Dole con un proyecto de monitoreo en ríos y quebradas.
La UCR, por medio del Cimar, ha contribuido con estudios acerca del arrecife de coral de Cahuita —el más grande de la zona—, pastos marinos y los bosques de manglar. “Todos los estudios iniciales que se hicieron sobre estos temas fueron realizados por la UCR”, dijo Cortés. Recientemente, este trabajo se ha ampliado con la participación de la Universidad Nacional.
Los esfuerzos de investigación de las universidades públicas, incluido el Tecnológico de Costa Rica, también se han enfocado hacia el análisis de los insectos acuáticos en los ríos de las partes bajas.
Al igual que ocurre en el resto del país, existe una fuerte presión sobre los recursos naturales del Caribe sur por intereses económicos orientados a la segregación de la franja costera para construir obras urbanísticas y turísticas. Quizás la más fuerte, a criterio de Cortés, es la idea de construir una carretera que comunicaría a Gandoca con Sixaola, la cual afectaría al humedal Gandoca-Manzanillo, el más importante del Caribe costarricense.
“Hay desarrollos urbanísticos y turísticos que han causado muchos problemas en la zona”, dijo Cortés, como lo relató la novela La loca de Gandoca, texto basado en hechos reales, de la escritora costarricense Ana Cristina Rossi.
En la actualidad se observan fuerzas encontradas: quienes desean emular a Panamá, en donde las reglas ambientales son menos estrictas que en nuestro país, y quienes están conscientes de que el valor de esa región reside en los recursos naturales y esto constituye el principal atractivo para el turismo, comentó.
“Me parece que el Caribe sur es una región muy coherente porque tiene solo una vía que sirve para el ingreso y la salida a la zona. Además, hay muchos grupos que están trabajando con un mismo fin, el de cuidar el ambiente y tener un desarrollo armónico. Esto no se ve en otras partes del país”, opinó.
A la par de la protección de la biodiversidad de la zona, destacó la importancia del conocimiento ancestral y la fusión entre ciencia y comunidades.
Al respecto, Ana María Arias y Maribel Mafla, de la Asociación ANAI, señalaron que uno de los principales retos en materia de investigación y conservación de la naturaleza en la región del Caribe sur es lograr interconectar la ciencia con las comunidades, lo que implica atraer a investigadores a la zona para que se realice un trabajo científico duradero.
Asimismo, hicieron hincapié en la necesidad de que haya un mayor desarrollo de iniciativas de economía sostenible, como la agroforestería y el ecoturismo, entre otras.
"El reto es establecer mecanismos que promuevan la comunicación entre todos los actores en la región: académicos, conservacionistas, profesionales, agencias gubernamentales (nacional, local, indigena), empresas, el sector agricola y el publico en general. En ese contexto, creemos que es especialmente importante mejorar los mecanismos que permitan compartir los resultados de la investigacion con los pueblos y promover ila nvestigacion participativa", afirmó Bill Mclarney, también miembro de ANAI.
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