Son prácticamente segundos los que pasan después de un sismo, de una tormenta o de una erupción volcánica para que los habitantes de Costa Rica escriban su experiencia en las redes sociales. Por eso, Daniela Campos Durán ―geógrafa del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), de la Universidad Nacional (UNA)― y Guillermo Alvarado Induni ―vulcanólogo de la Red Sismológica Nacional (RSN), de la Universidad de Costa Rica (UCR) y del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE)― decidieron utilizar esos reportes para calcular datos que hasta ahora eran inconcretos: dónde y cuánta ceniza del volcán Turrialba cayó en el país desde el 2010.
Al respecto, Campos comentó que “en los medios, por ejemplo, se decía que en Coronado caía mucha ceniza pero ¿cuánto es mucho? ¿Realmente Coronado era el sector más afectado? No había datos exactos. Entonces, así nos nace la inquietud de contabilizar tal caída en ese poblado y en otros que no resultaron tan mediáticos”.
Las páginas de Facebook del Ovsicori y de la RSN sirven para informar a la ciudadanía sobre la actividad volcánica y sísmica del país, además, también funcionan como un medio para que los usuarios comuniquen a las autoridades los sitios donde se percibe la caída de ceniza. Fue a partir de los perfiles de esa red social que se realizó la investigación.
Con los reportes proporcionados por las personas y los informes científicos de los vulcanólogos de ambas entidades, los investigadores determinaron que el Turrialba expulsó ceniza, la mayor parte de las veces (87,8 %), en puntos de la Gran Área Metropolitana (GAM). Esto significa que tal material recorrió un trayecto de, incluso, 105 kilómetros hacia el suroeste del coloso.
Curridabat, San Pedro de Montes de Oca, Moravia, Goicoechea y Coronado fueron las localidades en las que se generaron más reportes de caída del polvo volcánico, entre el 2010 y 2017.
Los investigadores generaron con esos mismos reportes una fórmula para calcular el volumen de la ceniza que cayó entre el 2010 y 2017. Con ella, descifraron que el volcán expulsó, mínimo, entre 8 y 9 millones de metros cúbicos de ese material, un volumen eruptivo considerado pequeño por los autores.
“Con esta investigación tenemos una idea más clara del volumen y de los lugares donde cayó más ceniza del Turrialba, pues faltaba la sistematización de los datos de esos ocho años”, indicó Campos.
Por otro lado, Campos y Alvarado cuantificaron el impacto de la ceniza en el transporte aéreo del país. En el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, 373 vuelos fueron desviados, reprogramados o cancelados durante el período citado.
Además, el 12 de marzo del 2015 y el 19 septiembre del 2016 fueron los días en que hubo más viajes afectados: 111 y 120, respectivamente. Para registrar este número, los investigadores se valieron de reportes de la prensa.
Vigilar que no paseen civiles por los alrededores del cráter del Turrialba se ha convertido en una de las principales tareas de quienes trabajan en el Parque Nacional.
Reina Sánchez, guardaparque, señala que han encontrado personas que ingresan a sectores prohibidos, los cuales han sido inhabilitados por el alto riesgo que implica estar cerca de un cráter activo.
“El Parque se debe abrir. Es mejor un ingreso controlado, con la protección y el monitoreo correspondiente, que turistas nacionales e internacionales arriesguen su vida subiendo al cráter. Este hecho se intensifica los fines de semana, ya que hay gente de la zona que cobra ilegalmente por dar un tour”, afirmó Sánchez.
Dicha área protegida se cerró al público desde julio del 2012, debido a las erupciones constantes del Turrialba. Sin embargo, en enero pasado, la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (CNE) comunicó en una conferencia de prensa que el Parque posiblemente se reabrirá a los visitantes este año.
La superficie de restricción para turistas es de un radio de dos a tres kilómetros y aumenta a cinco cuando el volcán intensifica su actividad.
Al respecto, Sánchez expresó que el turismo ha recobrado su ritmo desde las fuertes erupciones del 2015 y 2016, período en el que decayó. De hecho, desde finales del 2017 no hay reportes de actividad volcánica que los investigadores del estudio en cuestión consideren relevantes.
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