Aunque las cifras han mejorado para las mujeres, las estadísticas siguen a favor de los hombres en el campo laboral y de la investigación, en áreas científicas y tecnológicas.
¿Qué nombre se le viene a la mente si le preguntaran por alguna científica? Posiblemente recuerde los nombres de la polaca Marie Curie o de la inglesa Rosalind Franklin, ambas estandartes femeninos en el campo científico. ¿Y si le preguntaran acerca de científicos? Es casi seguro que los nombres en la lista se triplicarían.
La ciencia, la innovación y la tecnología son palabras que se han relacionado a través de la historia con un quehacer masculino, mientras que para las mujeres estas áreas siguen presentando obstáculos para su ejercicio pleno.
Si bien el número de mujeres profesionales en carreras relacionadas con el campo STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés) ha aumentado en el país, la brecha de género persiste en las aulas y en escenarios como la investigación y la academia.
En este tema, cabe destacar el estudio Las brechas de género en ciencia, tecnología e innovación en América Latina y el Caribe, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Según dicho análisis, más del 40 % de investigadores en América Latina son mujeres y, en las empresas, el porcentaje de mujeres que investigan se sitúa entre el 18 % y 28 %.
En Costa Rica, a partir del 2011, las graduaciones en disciplinas científicas comenzaron a tener más rostro femenino. Los datos de la plataforma Hipatia, del Estado de la Nación, señalan que en el 2017 la titulación de mujeres en áreas científicas y tecnológicas reportaba una tasa de crecimiento promedio anual de 11,8 %, mientras que la de los hombres era de 7,9 %.
Este cambio histórico tiene su punto de inflexión en las ciencias médicas, ya que se acentúa la cantidad de mujeres graduadas en este campo, específicamente en la carrera de Enfermería. No obstante, las demás ciencias (agrícolas, exactas y naturales, y las ingenierías) continúan marcando una brecha a favor de los hombres.
Además, el Primer Informe del Estado de las Capacidades en Ciencia, Tecnología e Innovación en Costa Rica, publicado en el 2014, aseguraba que en los grupos investigativos el 43 % de los actores relevantes eran mujeres, una cifra que ha crecido a través de los años, pero que sigue reflejando la desigualdad.
“Aunque hay un cambio que está facilitando la inserción de las mujeres de una forma más plena en las investigaciones, estas siguen siendo lideradas principalmente por hombres. Uno esperaría que al incorporarse nuevas investigadoras, esta distribución sea más equitativa en algún momento”, explicó Ana María Durán Quesada, investigadora en física atmosférica.
De la misma manera, la brecha de género se remarca en los niveles más altos de formación, ya que según el Informe citado, de los 34 mejores perfiles del país, solo tres son mujeres.
“Conforme se avanza, la cantidad de mujeres disminuye. En el caso de los ingresos a posgrado, por ejemplo, la mayor parte de los cupos sigue siendo ocupada por hombres. Y a nivel de carrera académica, la participación de la mujer se ha centrado en un papel muy tradicional”, señaló Durán.
Al tomar en cuenta las matrículas regulares (no únicamente las de primer ingreso), reportadas por las universidades estatales en el primer período del ciclo lectivo en las carreras de Ciencias Básicas e Ingenierías, se evidencia que la brecha entre hombres y mujeres es abismal.
“Hay un efecto tijera, que es que aunque haya igual cantidad de mujeres que entran a esas carreras, a medida que uno va avanzando se va ampliando la diferencia entre hombres y mujeres, se va abriendo la brecha”, manifestó Henriette Raventós Vorst, investigadora de la UCR en el campo de la genética humana.
“Si usted ve los Premios Nacionales o las mujeres que están en la Academia Nacional de Ciencias, la brecha es aún mayor”, añadió.
En este sentido, si bien la cantidad de mujeres que se inscriben en estas áreas ha aumentado, lo cierto es que el crecimiento lo presentan también los hombres.
Por ejemplo, en el 2015, la cantidad de hombres que matricularon las disciplinas en cuestión fue 19 037, mientras que el total de mujeres apenas sobrepasaba las 8 000. En el 2016, las mujeres alcanzaron 8 802 matrículas en Ciencias Básicas e Ingenierías y los hombres abarcaron más del doble (casi 20 000).
En el 2017, las universidades públicas tuvieron 19 803 matrículas de parte del género masculino y 9 197 del género femenino. Estas últimas presentaron un leve aumento.
“Las personas relacionan que los hombres son mejores en carreras de ciencias, matemáticas e ingenierías y esto se ha demostrado en muchos estudios. Incluso, las mismas mujeres a veces tenemos ese sexismo incorporado y no nos damos cuenta. Por diferentes factores sociales y el condicionamiento durante la infancia, creemos que somos menos capaces en esas áreas. Es algo que nos metieron en la cabeza y que hay que ir venciendo”, expresó Raventós.
En suma, aunque la situación de las mujeres en el campo científico ha mejorado, los números indican que aún queda un amplio camino por recorrer para alcanzar la equidad de género, sobre todo en disciplinas con mayor demanda laboral.
Miles de científicas alrededor del planeta crearon una coalición para luchar contra el sexismo en el ámbito científico y para promulgar la importancia de la ciencia
El desproporcionado protagonismo masculino en conferencias, en el liderazgo de grupos de investigación, así como en puestos académicos de mando son un reflejo del sexismo en el gremio científico.
Además, la remuneración de las mujeres investigadoras suele ser menor que la de sus colegas hombres. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la diferencia general entre los salarios por hora entre uno y otro sexo ronda el 20 %.
Asimismo, las investigadoras muchas veces son víctimas de comentarios o contacto físico no deseado en el ambiente laboral y académico, por parte de acosadores, principalmente las más jóvenes. Esto tiene repercusiones emocionales y las inhibe en su crecimiento profesional.
La mayoría calla por temor a represalias que puedan afectar su progreso profesional, como arriesgar sus becas, financiamiento de proyectos y su credibilidad. Por otro lado, las mujeres que sí denuncian suelen observar que los acosadores reinciden en su comportamiento ofensivo y discriminatorio, y permanecen impunes en sus puestos académicos.
Por todas estas razones y ante la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, en el 2016 Jane Zelikova, ecóloga e investigadora de la Universidad de Wyoming, redactó con sus colegas una carta, en la que expresaron su preocupación por la negativa del mandatario de reconocer el fenómeno del cambio climático y por la misoginia liderada por él.
En el documento se comprometieron a luchar por la igualdad en la comunidad científica y a destacar la relevancia de la ciencia. Su meta era reunir 500 firmas. “Fue un impulso más allá de los Estados Unidos, que resonó en personas de casi todos los países”, explicó Zelikova.
De ese modo, se fundó 500 Women Scientists, una organización sin fines de lucro que ahora supera las 20 000 mujeres aliadas, de más de 100 países.
La agrupación realiza actividades para divulgar la importancia de la ciencia, empoderar a las científicas y proponer soluciones a la desigualdad existente en las carreras de ciencias.
Para esto, ellas se organizan en grupos locales o pods. Resulta muy simbólico el hecho de que, en el campo de la biología, los pods constituyen un grupo social de ballenas, frecuentemente liderado por hembras, en el que estas se protegen durante el proceso de migración.
Las científicas costarricenses se sintieron identificadas con el movimiento y organizaron su propio pod: 500 científicas Costa Rica. Muchas investigadoras han encontrado un apoyo en el colectivo femenino al conocerse entre ellas e identificar en otras sus mismas inquietudes.
En una atmósfera de sororidad, las científicas son escuchadas y apoyadas por la comunidad de más de 400 simpatizantes. “Me hubiera encantado que existiera –500 científicas– cuando empecé la carrera”, expresó Denisse Sánchez, joven bióloga y organizadora del grupo de mujeres.
El grupo local o pod se divide en un núcleo organizador, un grupo de gestión y uno de planeamiento social, con el fin de involucrar a más mujeres, realizar trabajo en redes y proyectarse a la sociedad. Mediante su grupo digital en redes sociales comparten entre ellas ofertas laborales, publicaciones científicas de su autoría, artículos de apoyo moral y de interés científico.
Para trabajar y aunar la pluralidad de opiniones de todas las simpatizantes, las integrantes se reúnen periódicamente. En estos espacios, ellas han logrado conformar equipos de trabajo, crear una página web, participar en las marchas por la ciencia y en la del Día de la Mujer, así como crear vínculos laborales.
El grupo 500 científicas Costa Rica está abierto a las mujeres identificadas con el objetivo de trabajar por una mayor incorporación de las mujeres en la ciencia, y que deseen colaborar con el grupo.
Después de la pasada campaña electoral en el país, las científicas redactaron y firmaron una carta para promover el pensamiento crítico y rechazar los estereotipos en cuanto al papel de la mujer en la sociedad.
Según Sánchez, en uno de los encuentros organizado por el colectivo y abierto a todo el público: “la gente se dio cuenta de que el sexismo en el ámbito científico es un tema importante y falta mucho conocimiento al respecto”.
Además, la bióloga comentó que el evento demostró la necesidad de establecer un plan estratégico para proyectarse con mayor claridad a la sociedad, como mujeres científicas y como grupo.
Las integrantes del grupo reconocen que para tomar mayor fuerza y alcanzar el éxito en sus carreras, deben darse cambios institucionales y culturales profundos, de modo que el acceso y apoyo a los hombres y a las mujeres que hacen ciencia sean igualitarios.
La inclusión de la mujer en los grupos científicos y su mayor incidencia es necesaria no solo por un tema de justicia, sino también porque la diversidad dentro de cualquier equipo de trabajo genera mejores resultados, y, en la ciencia, estos son cruciales para que la sociedad avance.
A pesar de las limitaciones, el entusiasmo de 500 científicas sugiere que el proceso de cambio puede acelerarse y que todas juntas dibujan un panorama muy positivo. Así, mujeres empoderadas han logrado motivar a otras y unidas se comprometen a derribar obstáculos.
De esta manera, se trabaja y se lucha por el derecho de las científicas a ejercer plenamente su curiosidad, compartir sus ideas, capacidades y propuestas, necesarias para el desarrollo social.
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