Quizás usted no haya escuchado acerca de la erupción que la mañana del 29 de julio de 1968 inició el volcán Arenal, que arrasó en tres días un área de 15 km2, con un saldo de 78 personas fallecidas y desaparecidas, pérdidas cuantiosas en agricultura y ganadería y la afectación de 230 km² adicionales.
Ese día, a las 7:30 a. m., el Arenal entró en actividad explosiva y destruyó los pequeños poblados de Pueblo Nuevo y Tabacón, localizados cerca del volcán. Las personas y los animales murieron por quemaduras, asfixia y golpes ocasionados por los bloques o rocas incandescentes que el coloso lanzó. La mayoría de estos productos alcanzaron distancias máximas de 5,5 km desde el cráter.
Los indígenas creyeron que en sus entrañas habitaba el “dios fuego” por sus explosiones precolombinas. Y es que tras varios siglos de permanecer inactivo, la súbita actividad de este pequeño pero enérgico volcán, situado entre las cordilleras de Guanacaste y Volcánica Central, fue similar a la del volcán de Fuego ocurrida el 4 de junio pasado en Guatemala, con una columna de cenizas de 8 km de altura.
Esta erupción del Arenal es considerada como la catástrofe volcánica más importante que ha afectado a Costa Rica, a raíz de la cantidad de personas fallecidas.
Por esa razón, se le cataloga como el volcán más peligroso de Costa Rica en cuanto a potencial de hacer daño, de acuerdo con el vulcanólogo Guillermo Alvarado Induni, investigador de la Red Sismológica Nacional (UCR-ICE).
“Es el volcán más peligroso de Costa Rica en cuanto a potencial de hacer daño, aunque el Irazú -en caso de una nueva erupción- puede generar muchas pérdidas a la economía y afectar severamente a Taras de Cartago, donde viven unas 6000 personas”, señaló el especialista.
Ese nivel de peligrosidad lo convierte, junto con el Cosigüina en Nicaragua y el Fuego en Guatemala, en los volcanes más peligrosos de Centroamérica en el corto y mediano plazo, debido a su frecuente actividad, tipo de erupciones y personas que habitan y trabajan en sus faldas.
No se sabe con exactitud si el Arenal tuvo otras erupciones a inicios del siglo XX, lo que sí se conoce es que la última fase eruptiva importante antes de 1968 tuvo lugar probablemente entre 1525 y 1650. Hasta 1968, los pobladores lo consideraban “extinto”, al no existir registros históricos comprobados de su actividad.
Desde el 2010 el volcán se encuentra dormido; es decir, sin erupciones de lava, tan solo con fumarolas de alta temperatura en su cumbre y salida de gases en forma de columnas blancas, lo que se conoce como actividad exhalativa. La actividad sísmica es muy baja con pocos sismos volcanotectónicos y ruido volcánico o tremor.
El volcán Arenal, de forma cónica, se yergue aproximadamente a 1720 metros sobre el nivel del mar. Se localiza a 7 km al suroeste de La Fortuna de San Carlos, uno de los principales polos turísticos del país.
El nombre Arenal proviene del hecho de que sus lavas y productos explosivos (piroclastos) se desintegran al caer al suelo y originan arenas que se depositan al pie del cono y en las zonas de inundación de los cauces de los ríos.
En el pasado, se le denominaba de otras maneras: Los Ahogados, volcán de Costarica, volcán del Río Frío, cerro Arenal, Pan de Azúcar, volcán de los Canastes o Pelón, algunos de los nombres utilizados por pobladores y exploradores que escalaron sus laderas.
Antes de 1968, el cono del Arenal estaba cubierto por una espesa capa vegetal y poseía un único cráter en su cima, que tenía actividad fumarólica. Posteriormente, se originaron tres nuevos cráteres por el lado oeste de la estructura volcánica.
Previamente a la erupción, el volcán mostró algunos indicios de actividad, como la presencia de gases que afectaban la vegetación y animales, aumento de temperatura de las aguas del río Tabacón y la fuente Doris, actividad solfatárica en la cúspide del volcán y actividad sísmica desde unos tres meses antes. Sin embargo, ante la inexistencia de un grupo de científicos capacitados, no se prestó atención a estos fenómenos.
Actualmente, gracias al desarrollo en el mundo de métodos e instrumentos para la auscultación de los volcanes, en Costa Rica se cuenta con equipos sofisticados que permiten detectar fenómenos premonitores a una erupción y que proporcionan información remota en tiempo real, como las cámaras de monitoreo diario de la actividad volcánica.
Todos estos métodos se han ido implementado poco a poco en el volcán Arenal desde hace más de 40 años. Las investigaciones y la vigilancia permanente de la UCR, así como del Observatorio Sismológico y Vulcanológico de Arenal y Miravalles (Osivam), del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), ofrecen información científica a los tomadores de decisiones para una gestión del riesgo adecuada.
“Aunque el Arenal y sus áreas circundantes son muy hermosas, tarde o temprano el volcán despertará, por lo que debemos estar atentos y no colonizar sus faldas, sino dejarlas como una zona de amortiguamiento”, finalizó Alvarado.
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