El reciente proceso electoral evidenció la reconfiguración que experimenta la sociedad costarricense desde hace varias décadas y en la cual ha tenido lugar una clara politización de la religión.
Esta fue parte de las reflexiones que profesionales de diversas disciplinas compartieron en el marco del foro “¿Imposición de una moral única?: análisis psicosocial del proceso electoral costarricense 2018”, que tuvo lugar el 3 de mayo en la Universidad de Costa Rica (UCR).
La periodista Laura Fuentes Belgrave de la Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión de la Universidad Nacional (UNA) afirmó que, lejos de tener una reciente aparición, los partidos confesionales están presentes en Costa Rica desde hace más de tres décadas.
Inicialmente, la presencia de iglesias cristiano evangélicas neopentecostales logró cabida entre la población de menores ingresos, pero su promesa de salvación material, propia de la llamada “Teoría de la Prosperidad”, atrajo también a personas de clases medias y altas.
Actualmente, la participación de figuras políticas vinculadas a estos grupos religiosos “canalizan las demandas comunitarias e individuales de quienes nunca fueron consideradas personas y han emergido como sujetos políticos por obra y gracia de un movimiento religioso”.
Junto a una fortalecida politización religiosa, se evidencia que la afiliación política está cada vez más debilitada entre la ciudadanía, lo que según Jesús Guzmán Castillo de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR, rompió con las dinámicas familiares partidistas que caracterizaron el país en el pasado.
Pero, lejos de ser un fenómeno aislado, la situación se ha venido experimentando en distintos países de América Latina como resultado de bipartidismos debilitados y de la aparición de nuevos actores y partidos en el escenario político.
Los cambios descritos abren nuevas posibilidades al electorado, que cada vez más descontento con la política tradicional vira a nuevos partidos, evidencia una actitud más crítica de las propuestas y finalmente, prioriza el convencimiento racional al momento de ejercer el voto.
Como parte de este ejercicio crítico protagonizado por la ciudadanía es que, tras los resultados de la primera ronda electoral y que colocaron a la cabeza de los resultados al Partido Restauración Nacional, surgió el movimiento “Coalición Costa Rica”.
Según el politólogo Edgardo García Chaves, miembro fundador, la iniciativa surgió cuando él y un grupo de excompañeros universitarios reconocieron la necesidad de promover un voto informado de cara a la segunda ronda electoral.
“Los resultados de la primera ronda electoral fueron una bofetada a nuestras creencias vallecentralistas de que, supuestamente, el bienestar y el progreso llegan a todos y todas por igual, porque definitivamente no es cierto”, enfatizó el activista.
El movimiento se extendió rápidamente y de manera orgánica en todas las localidades del país; y no solo se enfrentó al reto de respetar la diversidad de opiniones, sino también al de generar empatía con personas desconocidas para poder entablar diálogos.
García afirmó que, a diferencia de los debates generados en el pasado por el movimiento social progresista del país frente a diversas coyunturas y en las cuales existían diversos argumentos sobre un tema, en esta ocasión se enfrentaron a las creencias religiosas de las personas.
Para la psicóloga Laura Álvarez Garro, el proceso electoral evidenció que existe una clara desigualdad social en el país, la que, a su criterio, es resultado de décadas de aplicación de medidas neoliberales, que han generado la exclusión y discriminación de diversos sectores de la sociedad.
Aseguró que el Estado ha fracasado en la misión de garantizar una vida digna a la ciudadanía, mientras que los partidos políticos han dejado de representar la mayoría de demandas sociales de una ciudadanía que “ya no se siente sujeta de derechos”.
La académica concluyó que el concepto mismo de derechos humanos ha experimentado un “vaciamiento” que ha llevado a la ciudadanía a buscar otros espacios que les otorgue un lugar en el mundo, como lo hace la religión, pues desde la actual posdemocracia “todos contamos, pero no contamos de la misma manera”.