¿Es el arte moderno realmente arte? Esa era la pregunta en torno a la cual giraba la sociología del arte planteada por Pierre Bourdieu durante el siglo XX y que ahora se enfrenta a nuevas visiones.
Nathalie Heinich, por ejemplo, enfatiza más bien en profundizar sobre cómo el arte le llega al público. “El sociólogo no tiene que responder a la pregunta de qué es arte moderno, sino preguntarse por qué las personas se preguntan eso y cuáles recursos tienen para responderse la pregunta, además de por qué las respuestas que se obtienen generan tanta controversia”, explica.
Doctora en Sociología del Arte por la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, Heinich parte del principio que el arte y la sociedad no pueden separarse ni son enemigos.
“Separarlos es una idea antisociológica. No hay manera de que una actividad pueda separarse de la sociedad en la que fue creada. El arte no está fuera o en contra de la sociedad, está en la sociedad”, enfatiza.
Por eso mismo, la experta prefiere usar la sociología para comprender en vez de resolver o explicar.
“El sociólogo del arte debe interesarse no solo por el arte en sí, sino por todo lo que comprende: los intermediarios, cómo lo recibe el público”, detalla.
Agrega también que el arte es un laboratorio ideal de investigación por la unión que hace lo individual del artista y lo colectivo de la sociedad. Como parte de esto, destaca que el arte debe entenderse como una parte viva de la sociedad y no solo como su reflejo, teoría que se viene superando desde la década de 1960.
Para dimensionar la importancia que los aspectos sociales logran mover dentro del arte, Heinich compara la influencia de Van Gogh con la de Monet.
Ambos eran pintores, europeos e impresionistas con carreras en la segunda mitad del siglo XIX, pero su legado y popularidad dista de parecerse cien años después de su desaparición.
“Ambos innovaron, pero Monet no es tan conocido. Van Gogh tiene una biografía muy conocida y ahora hay hasta cafés que llevan su nombre”, explica la experta.
Además de cada obra, las investigaciones de Heinich profundizan el contexto en el que estas nacieron y la huella que han dejado.
“Antes de escribir mis libros he leído comentarios del arte de la Edad Media, del siglo XIX, cartas, autobiografías. Todo eso es necesario para entender qué tenía una obra para ser considerada como algo de calidad o para comprender por qué al artista se le decía transgresor”, detalla al explicar su metodología.
En todo momento, sus posiciones se enfocan en explicar y profundizar el arte de manera integral, labor que la lleva a analizar incluso factores económicos o religiosos.
Insiste también en que las teorías que se promulguen desde la sociología del arte deben ser resultado de una labor intensa de análisis y comprensión, sin llegar nunca a dar respuestas totalitarias a priori.
La idea, reitera, no es juzgar qué es y qué no es arte, sino comprender los gustos y contextos del público, al que toca definir a qué manifestaciones se les otorga el adjetivo de “artístico”.
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