Con la muerte de una lengua se pierde una cultura y su conocimiento. Más de 230 lenguas ya están extintas desde el decenio de 1950 y se estima que 3.000 lenguas están amenazadas en el mundo, según refiere la UNESCO en su último Atlas de las Lenguas en Peligro, publicado en 2010.
En cada continente y región son diversas las razones que contribuyen al desplazamiento de las lenguas; el racismo, la discrimiminación, la migración del campo a la ciudad, la cultura dominante o la falta de apoyo son algunas de las principales causas señaladas por los estudiosos de las lenguas.
El proceso de desplazamiento implica que se vayan reduciendo los espacios de uso en las comunidades y cada vez menos hablantes jóvenes utilicen su lengua materna. No obstante, para estas lenguas aún hay esperanza ya que en el mundo cada día más actores manifiestan el interés por construir estrategias y acciones para documentar, revitalizar y visibilizar las lenguas en peligro.
La Dra. Gabriela Pérez, investigadora del Smithsonian Institute, ha corroborado esta tendencia que viene desde el año 2000 cuando comienzan a multiplicarse las iniciativas de revitalización en diversos puntos del mundo. Estos esfuerzos se concentran en Latinoamérica, donde están desarrollándose la mitad de las iniciativas documentadas en la encuesta global de esfuerzos de revitalización que se aplicó en siete idiomas en los cinco continentes durante el año 2016.
Conscientes de la grave situación de las lenguas originarias, en cada país de América, lingüístas, académicos, activistas y miembros de comunidades indígenas trabajan con compromiso, mística y pasión para recuperar y revitalizar las lenguas originarias en peligro de desplazamiento.
En la UCR algunos de ellos compartieron sus experiencias, angustias y esperanzas durante el Congreso Internacional Contacto, documentación y revitalización de lenguas en desplazamiento en Hispanoamérica: desafíos en la diversidad II, celebrado del 26 de febrero al 2 de marzo de 2018.
En Costa Rica hay nueve lenguas indígenas de poblaciones asentadas en el país desde hace tiempo y otras poblaciones indígenas migrantes como el misquito de Nicaragua. Se encuentran en proceso de desplazamiento, unas mas avanzadas que otras, pero todas en fase de pérdida de hablantes y de funciones.
Esto ocurre por el cambio cultural que va asociado con la pérdida de autonomía de estas poblaciones, la pérdida del sistema de vida tradicional, el verse incorporados a un nuevo sistema político económico que cambia todas las reglas del juego en cuanto a cómo se relacionan los miembros del grupo entre sí y con otros de afuera, cuál es su medio de subsistencia, cómo se subsiste alimentariamente. Se ven inmersos en una economía del dinero, ahora todo es monetario y eso cambia totalmente el comportamiento de la sociedad.
En Michoacán actualmente se hablan cuatro lenguas originarias, habían cinco pero en 1932 se reportaron los últimos hablantes de una de las lenguas. La lengua con más hablantes en el estado es el Purépecha, que es una lengua que se ha mantenido vital, sin embargo muestra indicios de desplazamiento. Hay una lengua Náhuatl que también está en alto riesgo de desaparecer, se habla en la costa de Michoacán, pero allí es casi imposible hacer trabajo de campo por la violencia que existe.
El Otomí o Ñhañhu es una lengua que está en alto riesgo de desaparecer, he encontrado que hay actitudes negativas de los hablantes hacia ser otomí o hablar la lengua, las personas que lo hablan son de más de 70 años, principalmente mujeres; ellas comentan que había racismo y discriminación y no quisieron que sus hijos padecieran lo mismo que ellas por hablar su lengua. En México el problema es que hay interés de las comunidades y de los investigadores, sin embargo los recursos para apoyar estos proyectos de revitalización y documentación de las lenguas originarias van reduciéndose cada vez más dependiendo de los gobernantes que entran.
Pertenezco a una organización social donde estamos tratando de revitalizar dos lenguas étnicas que son el misquito, garífuna y el creole. Los garífunas que llegaron de Honduras a Nicaragua eran un grupo muy pequeño, para poder sobrevivir tuvieron que vivir en un territorio de habla misquito y creole. Para poder negociar tuvieron que adaptarse a la lengua creole o misquito y poco a poco fueron perdiendo su lengua materna. El misquito es originario de la costa caribe de Nicaragua y el creole es una mezcla de inglés, misquito y otras lenguas europeas traídas por esclavos y originarios de la isla de Jamaica.
Nosotros como líderes sí queríamos salvar nuestras lenguas, pero gran parte de la comunidad no vio ese interés de salvarlas, sobre todo con el creole, porque los padres dicen: “¿Para qué necesitamos el creole? Suficiente con hablarlo en la casa. Yo no puedo mandar a mis hijos a estudiar a Estados Unidos o Europa con creole".
Son 36 idiomas de los cuales hay tres fuertes, Quechua, Aymara y Guaraní, que también están en grado de vulnerabilidad, y los idiomas de tierras bajas o amazónicos que son más pequeños; algunos solo tienen 10 familias o solo una o dos personas que lo hablan. Por suerte ahora las leyes nos apoyan en Bolivia, pero una cosa es la norma y otra el apoyo que se da a este proceso.
La migración, tenemos en las ciudades bastante racismo. Por las sequías y las inundaciones ellos tienen que salir de sus comunidades y esforzarse para hablar un buen castellano para ser aceptados y encontrar un buen trabajo. Sabemos que uno que habla un idioma indígena tiene trasferencias de su idioma al hablar castellano y nos tildan de “eres un campesino, eres un indio”.
El trabajo lo hago en Nicaragua con una lengua que se habla en el caribe norte, Esta se encuentra en serio desplazamiento lingüístico, es parte de una familia pequeña que se llama Misumalpa, allí empecé a trabajar en el 95 cuando era estudiante de doctorado. Unos miembros de la comunidad querían que su variante fuera estudiada y básicamente validar que existía; empezamos a dar apoyo logístico y lingüístico a los proyectos que ellos tenían, especialmente en la escuela.
Las ideologías lingüísticas, los juegos de poder, la cultura dominante, tanto si es el español u otra lengua indígena dominante, ejercen mucha presión para que la persona de la cultura minoritaria abandone su lengua y su cultura y se asimile. Entonces, una de las cosas en las que se ha de trabajar es en la cultura dominante para que deje de presionar. Todos somos parte de esa cultura dominante, todos presionamos, todos somos culpables y si no haces nada eres cómplice de la situación.
Creo que una de las metas de la investigación es ir más allá de la visión sociolingüística. Vayamos a las competencias que tenemos en el contexto sociocultural; por ejemplo, yo no soy hablante, sin embargo en el contexto de la lengua entiendo el ritual de la milpa y de la siembra pero no entiendo la lengua. Entonces que estos procesos de revitalización lingüística vengan acompañados de los procesos socioculturales donde tienen cabida.
Creo que si nosotros estamos interesados en fortalecer la diversidad sociocultural y lingüística de nuestros países, no nos aboquemos solamente a la cuestión de la lengua, vayamos más allá. Metámonos también al problema del agua, al problema de la tierra; cuando haya marchas, metámonos a las marchas.