Al ritmo de tango, cumbia y hasta música electrónica, 20 personas pintaban libremente, sin pensar o pensando. Unidas por el cáncer, se reían y disfrutaban de la última clase de arte del semestre y daban buena prueba de que la compañía y los colores ayudan a curar. Todas ellas fueron estudiantes universitarias y participantes de los proyectos de Acción Social de la Universidad de Costa Rica (UCR).
La oportunidad llegó por medio de la Etapa Básica de Artes Plásticas (ED-71), un proyecto de la Sede de Occidente que trabaja para hacer crecer el acceso al arte en la región. Como el arte puede servir para muchos propósitos, el primer semestre de 2018 la Etapa se acercó a la Fundación Calidad de Vida para las Personas con Cáncer (FUNCAVIDA).
FUNCAVIDA es una organización que se ubica en San Ramón y trabaja con población que enfrenta o es superviviente de cáncer. A estas personas se les brinda apoyo en terapia psicológica y física, así como acceso a charlas, talleres, alimentación, actividades deportivas y recreativas.
La Etapa Básica buscó vincularse a este proceso a través de la alfabetización visual, que busca que las personas integren herramientas plásticas para expresarse y sentirse mejor. El proceso lo desarrollaron Susana Villalobos, coordinadora de la Etapa Básica, y Karol Rodríguez: las “profes”.
En el grupo había personas de diferentes edades y regiones. Algunas viajaban desde Grecia, Sarchí o Palmares; y hay quienes viven en San Ramón. El factor común de reunión fue el cáncer, que se olvidaba durante las dos horas semanales dedicadas al arte.
“Para mí ha sido una bendición, porque yo nunca imaginé después de tantos años y después de haber vivido un montón de cosas, poder tomar un pincel y aprender a pintar. Para mí es un momento en el que yo me olvido de mis problemas, de mis enfermedades y de todo lo que me pueda pasar”, contó Lorena Espinosa, sobreviviente de cáncer.
A lo largo del curso se tomaron pinceles para pintar acrílico o acuarela, pero también se usaron las manos para moldear la arcilla y teñir telas con diseños coloridos. Y como entre una cosa y otra surgía algún dolor, las profes trabajaron muy de cerca con Andrea Arias Alpízar, psicóloga de la Fundación. Además las acompañaron profesionales y estudiantes de orientación y yoga.
A Consuelo Salas Muñoz le encantó la oportunidad, porque le permitió compartir con su familia, hasta ha puesto a sus nietos a pintar con música y a teñir telas. “En cualquier momento que uno se sienta un poco triste, que es normal, eso va a ser como un escape para seguir luchando y ser positivo”, agregó.
“Yo llevo (las obras) y me dicen ‘Mami, que lindo que te quedó eso. Me alegro montones de que usted esté tranquila, que esté bien, porque así no está pensando tonteras’. Ellas se sienten contentas cuando yo estoy contenta”, dijo Maria Teresa Aguilar Berrocal, también sobreviviente.
Las profesoras admitieron que el trabajo en FUNCAVIDA ha significado un enorme crecimiento profesional y personal, pues les dio una mirada más rica y sensible hacia otras experiencias de vida. Además, cayeron en cuenta de lo que puede significar el arte en la vida de una persona para enfrentar situaciones difíciles.
“Son personas luchadoras, bondadosas, con curiosidad, con ganas de aprender. Son personas que a pesar de sentirse mal vienen los jueves, algunas veces vienen lastimadas por los procesos que están enfrentando, vienen con agujas, vienen con algodones, vienen enfrentando dolor; pero vienen y con la mejor actitud”, concluyó Villalobos.
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