Los números de intoxicaciones por medicamentos y pesticidas en las comunidades costarricenses son alarmantes. Según datos del Centro Nacional de Intoxicaciones, el 31 % de los casos suceden entre infantes cuyas edades van entre los 0 y los 6 años de edad, y una cuarta parte ocurre entre niños y niñas de 0 a 3 años.
Con el fin de incidir en las causas que provocan estas tragedias familiares, la Facultad de Farmacia, mediante el proyecto de Trabajo Comunal Universitario (TCU) "Prevención de intoxicaciones en comunidades costarricenses" (TC-661) de la Universidad de Costa Rica (UCR), está creando espacios de intercambio en la comunidad Primavera, en el distrito de La Rita de Guápiles, para disminuir los factores de riesgo en los entornos familiares y laborales. Este cantón es uno de los que registra mayores intoxicaciones en el país.
El 68 % de las personas ingirieron productos tóxicos en sus hogares, principalmente porque existe la práctica de usar botellas u otros envases, que se usaron primero para bebidas o alimentos, para contener químicos peligrosos.
El cloro, los desinfectantes y los venenos para plagas caseras son usuales en los casos reportados por los centros hospitalarios, explicó el magister Freddy Arias Mora, coordinador del proyecto.
Los medicamentos que más comúnmente provocan intoxicaciones son el acetaminofén y el clonazepán. El consumo de remedios hechos con plantas y los productos naturales sin prescripción también generan emergencias médicas.
En cuanto a los plaguicidas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que familias enteras se contaminan por residuos depositados en la piel, la ropa y zapatos usados por los trabajadores agrícolas. Estos ocasionan insuficiencia renal crónica, erupciones cutáneas y sangrados en mucosidades.
En Costa Rica, los pesticidas, como cipermetrina y el paraquat, éste último conocido como gramoxone, son los principales intoxicantes.
El programa Kioskos Socioambientales de la UCR ha acompañado a los vecinos de La Rita en las denuncias interpuestas por la contaminación de quebradas y ríos con residuos de plaguicidas. Esto ha provocado la contaminación de sus pozos, la muerte masiva de peces y la destrucción de ecosistemas en acuíferos caribeños.
El profesor Arias explicó que el proyecto se ha vinculado con la comunidad de La Primavera partiendo de una escucha activa de las necesidades expuestas por sus habitantes, quienes han participado en el diagnóstico realizado por los estudiantes del trabajo comunal.
Con talleres, charlas informativas, actividades lúdicas y espacios para intercambiar ideas se promueven medidas de prevención de intoxicaciones, lo que ha logrado que las familias generen cambios significativas para reducir estas afectaciones a la salud.
Gracias al vínculo con las personas de este distrito se han determinado que existen otras necesidades, como el desarrollo de otras actividades socioproductivas distintas a los cultivos extensivos de banano y piña; así como construir obras comunales, llevar servicios básicos y aprender a diseñar proyectos que eventualmente puedan ser financiados por el Instituto de Desarrollo Rural, el Instituto Nacional de la Mujer y otras instituciones.
“Todo esto trasciende lo farmacológico, se trata de un enfoque del vivir bien en comunidad, de articular otros aspectos que son importantes para la colectividad. Aprovechando que el trabajo comunal involucra a estudiantes de varias carreras hemos abordado diferentes aristas, incluso estamos tratando de coordinar con la Escuela de Tecnología de Alimentos el darle valor agregado a productos locales que ellos hacen para darles acompañamientos por la línea de apoyo para fomentar la organización comunitaria”.
Con la llegada de la UCR a este poblado caribeño, otros han expresado su interés para ser incluidos, pero la limitación de recursos es un obstáculo para satisfacer dichas demandas, aclaró el profesor.
“Muchos proyectos están enfocados a comunidades rurales y una situación muy común son las pocas oportunidades de desarrollo y la exclusión que sienten los habitantes, tanto por parte de la sociedad como del gobierno. Entonces, al desarrollarse un proyecto de trabajo comunal se genera un sentimiento de empatía que ayuda a cambiar esa idea de abandono que muchas veces influye creando una barrera ante el progreso y mejoras de vida”, amplió Lilliana Miranda Reyes, de la carrera de Estadística.
En ese sentido, Ana Catalina Soto Brenes, estudiante de Farmacia, añadió que “los trabajos comunales deben enfocarse en dar las herramientas a los habitantes para que ellos puedan salir adelante, no así regalarles lo que puedan necesitar”.
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