Una de las cosas que es fácil de notar en la Escuela de Artes Musicales (EAM) es que hay un grupo de estudiantes que a los docentes les dice “maestros” en lugar de “profes”, cómo es más acostumbrado en el entorno universitario .
La práctica es reflejo de la diversidad cultural de las personas que han decidido convertirse en profesionales de la música, muchas de las cuales provienen de fuera del país.
Hasta hace poco, Costa Rica era el único país de América Central que ofrecía la oportunidad de cursar estudios universitarios en música, por lo que emigrar con fines académicos se convirtió en una opción para muchas personas que deseaban potenciar su talento y que en su país a lo más que podían aspirar era a formarse en los conservatorios artísticos.
Un ejemplo de ello es la pianista nicaragüense Fanarelia Guerrero. Para ella, el haber sido admitida por la Universidad de Costa Rica fue “un boleto dorado” que le permitió obtener un título profesional en el instrumento que practicaba desde niña.
“Vengo de un país donde mi carrera como tal no tiene las oportunidades de otras. No contamos con una escuela de música, con docentes altamente calificados y capacitados para brindar la mejor atención y educación musical al estudiante“, explicó.
En el 2006 Guerrero, que ahora se encuentra en Estados Unidos cursando su Maestría en la Universidad Estatal de Texas, asistió como participante a un concurso internacional de piano en la UCR y aunque no obtuvo ningún premio la oportunidad le sirvió para vincularse con la institución que le permitió realizarse profesionalmente de una manera que hubiera sido imposible en su tierra natal.
Historias similares a la de Guerrero las repiten otros artistas provenientes no solo de Nicaragua sino también de Guatemala, Honduras y El Salvador quienes en Costa Rica encontraron las posibilidades para materializar sus sueños profesionales.
“Desde que estaba en el colegio aquí en Honduras escuchaba que en Costa Rica el nivel musical era demasiado bueno, y pues quería experimentar si realmente tenía la capacidad de poder estudiar en dicho país”, explicó desde Tegucigalpa David Andino, graduado como cornista en la UCR.
“Comencé a investigar por universidades donde podría cursar mis estudios, y me di cuenta que a nivel centroamericano la UCR es la mejor. Investigué sobre los maestros que habían en dicha institución y vi que sobrepasaban mis expectativas, entonces decidí aventurarme a hacer la audición y gracias a Dios la aprobé y pude cumplir uno de mis más grandes sueños”, agregó Andino, actual profesor de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
Otro de los músicos que hizo maletas para potenciar su carrera fue Eddy Monge, cantante y guitarrista nicaragüense que cursa ahora el Bachillerato en Composición Musical.
En su país natal Monge inició estudios de ingeniería pero su talento y el apoyo familiar lo convencieron de buscar un mejor entorno para su formación y fue así como se convirtió en estudiante de la UCR.
“Conociendo gente e investigando me di cuenta de que en Artes Musicales era donde yo podía lograr lo que realmente quería. Llegué a Costa Rica en el 2014, hice las pruebas y en el 2015 fue que logré empezar a estudiar acá”, narró.
Además de centroamericanos, a lo largo de los años la EAM ha recibido también a estudiantes de otros países cercanos como Panamá, Colombia, Ecuador y Venezuela, hasta donde se ha extendido el prestigio de la formación que ofrece la Universidad de Costa Rica.
La MSc. María Clara Vargas, Decana de la Facultad de Bellas Artes y profesora de la EAM, insiste en que la formación de los conservatorios no debe menospreciarse, pero sí destaca ámbitos en los que la educación universitaria aventaja a dichas instituciones.
Desde su perspectiva, además de promover la exigencia musical, el entorno universitario impacta a las y los estudiantes de un modo integral y más que instrumentistas los forma como seres humanos conscientes de las diversas realidades.
“En la UCR están la investigación, la acción social, conocer estudiantes de otras carreras, tener cursos como Generales. Todo eso hace que la formación sea mucho más rica que si estuviéramos nada más en una institución dedicada a la formación instrumental”, señala Vargas.
“Creo que el estar en una universidad nos da una formación mucho más rica que es la que se busca actualmente. Ya los músicos no solo van a tocar a una orquesta o en una banda sino que tienen que moverse en otros espacios entonces una formación más cultural les puede dar más posibilidades”, agregó la académica.
A estos elementos une la calidad del personal académico de la EAM, el cual fomenta la creación de vínculos fuertes con el estudiantado de una manera que no ocurre en otras carreras.
Según ella, la relación entre quienes enseñan y aprenden es tan intensa que hasta eso llega a ser un elemento fundamental para que estudiantes internacionales consideren a la EAM como una opción.
En los últimos años el cuerpo docente de la Escuela ha desarrollado una agenda intensa de actividades artísticas y académicas en el extranjero que ha contrubuido también en dar a conocer la institución entre aquellas personas con interés en estudiar la música de manera profesional.
Han pasado más de treinta años desde que en el la década de 1980 un pequeño grupo de estudiantes nicaragüenses se aventuró a cursar estudios universitarios de piano en la UCR.
Con el tiempo llegó la diversificación y ahora la lista incluye instrumentistas de todas las áreas que además de haber cumplido su sueño profesional han desarrollado carreras artísticas exitosas.
Lejos de las amenazas de un escaso mercado laboral que suelen escuchar quienes deciden dedicarse a la música, el entorno artístico local e internacional se ha fortalecido y ofrece cada vez más oportunidades. La MSc. Vargas destaca cómo ejemplo las posibilidades que han surgido con el desarrollo del Sistema Nacional de Educación Musical y rescata los proyectos de emprendimiento de los jóvenes músicos quienes han construido sus propias iniciativas.
Para muchas otras personas, la formación de la EAM les abrió aún más puertas y es así cómo destacan las historias de estudiantes como el panameño Gerardo Pinto que luego de graduarse como trombonista tuvo la oportunidad de optar por una Maestría en Israel o la de Oscar Marín, quien salió de Guatemala para estudiar tuba en Costa Rica y ahora cursa estudios de posgrado en Salzburgo, Austria.
Cómo ellos, decenas de estudiantes internacionales siguen llegando cada año a la Escuela de Artes Musicales a perseguir sueños a los que solo la UCR los puede acercar en la región.
Como muchas otras instituciones de formación musical, la Escuela de Artes Musicales (EAM) inició como un conservatorio.
Fundando el 1942, el Conservatorio Nacional de la Música fue adscrito a la Universidad de Costa Rica dos años después. Para 1968 fue transformado en el Departamento de Artes Musicales hasta convertirse finalmente en la Escuela actual.
En los últimos años, cada semestre un promedio de 20 estudiantes extranjeros cursan estudios para obtener una formación profesional que no se ofrece en sus países de origen.
Al ser parte de la Universidad, la EAM ha contado con los insumos suficientes para no solo formar profesionales de primer nivel sino que ha trabajado de la mano con la comunidad y contribuye con la preservación de la memoria histórica nacional. Esto lo logra mediante la Etapa Básica de Música que ofrece educación musical desde la infancia y con el Archivo Histórico Musical, que resguarda más de dos siglos de música costarricense.
“Todo esto son cosas si hubiéramos estado fuera de la Universidad no las hubiéramos podido hacer”, explicó la MSc. María Clara Vargas, Decana de la Facultad de Bellas Artes y catedrática de la EAM.
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