Los más de 150 convocados, que fueron previamente seleccionados, llenaron las sillas dispuestas en grupos de 10, aún sin saber muy bien de qué se trataba. Todos forman parte del sector de las ingenierías y cada uno fue buscado con lupa, encontrado e invitado a ser parte del proceso.
Este año la intención de los organizadores de “Click para Innovar” es a través del acercamiento entre investigadores y empresarios, fomentar proyectos de innovación de base tecnológica en el sector nacional de ingeniería con aplicación en: automatización y digitalización, energía y ambiente, TIC's y mejoramiento o nuevos procesos.
Marianela Cortés Muñoz, directora de Proinnova-UCR, es también la coordinadora de “Click para Innovar” Ella fue la que reveló una primera verdad “Ustedes vinieron porque tenían curiosidad”, uno de los ingredientes de todo proceso creativo. A partir de entonces todos se sintieron un poco más innovadores.
Su esfuerzo, es en conjunto con el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) y el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt), también participó en esta ocasión la Cámara de Industrias de Costa Rica (CICR), que ayudó con la selección de las empresas participantes.
Dos dinámicas permitieron profundizar en el conocimiento de los perfiles presentes para lograr encontrarse y ofrecer puertas de soluciones, la primera fue divergente y se usaron sombreros de distintos colores, para representar estilos de pensamiento y valorar entre muchos los proyectos que cada participante tenía entre manos.
“Un emprendedor se enamora de su proyecto y no quiere o evita escuchar la verdad” dijo Jaime Amsel, uno de los conferencistas de fondo de la actividad, que logró un silencio profundo y reflexivo en la sala. Pero el látigo de la verdad debe venir y entre más pronto mejor. Para eso servían quienes se pusieron el sombrero negro en la cabeza.
Los que tuvieron el sombrero rojo, trataron de dar prioridad en sus comentarios y aportes al componente emocional, los que tenían el sombrero amarillo comentaban en positivo y los que tenían el sombrero verde debían aportar a la sostenibilidad.
La segunda dinámica fue convergente, para entonces ya la tarde avanzaba y el tiempo se hacía poco, cinco tazas de café en cada mano (representadas en tarjetas) permitieron invitar a cinco personas de las presentes a tomar unos sorbos y hacer “click”, las mesas de trabajo se dividieron por áreas entre ellas, medio ambiente, TIC y automatización.
En esta última estaba el investigador José Rojas Fernández, de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Costa Rica, su interés es poder ofrecer servicios en el área, señala que en la academia hay de sobra capacidad para poder resolver problemas de la industria. Solo ocupa saber qué resolver.
La búsqueda del ingeniero, revelaba otra gran verdad, sin vinculación y cooperación no se puede innovar. El trabajo colaborativo es clave para generar el cambio o ese giro refrescante de solución.
Esa fue la recomendación de Nuria Levy, otra de los dos conferencistas de la jornada, quien trabaja en una agencia de cooperación internacional en el área del empoderamiento e innovación en Israel. Ella presentó el caso de Venus, un satélite que fue recientemente lanzado al espacio (2 de agosto pasado) en un ejercicio de cooperación entre Israel y Francia, sector académico y privado y que tomará fotos de calidad única que comprobarán el estado y afectación de la vegetación, agua y cultivos en el planeta.
El caso del satélite Venus, contrasta con el de una mosca plástica que se coloca en los orinales para hacer que los hombres apunten a la víctima de plástico y evitar el salpicado de orina en los baños públicos, una innovación que permitió reducir el costo en mantenimiento y limpieza en baños públicos y que fue presentado por Jaime Amsel, CEO de Estrategia Ltd., una consultoría dedicada a mejorar el pensamiento estratégico de las empresas.
La mosca permite demostrar que la innovación más que cerebro es emoción y más que tecnología es psicología, dijo Amsel porque invita a pensar diferente.