Resulta de gran importancia los esfuerzos que el Ministerio de Educación Pública (MEP) está realizando para que estudiantes de primaria y secundaria regresen a las aulas después de las vacaciones de 15 días, con el fin de evitar que se pierdan oportunidades para la niñez, la adolescencia y la adultez joven, que se encuentra engrosando la asistencia a las aulas.
El estudiantado con mayor riesgo de abandono de estudios, ya carga con una historia en la que ha habido otras exclusiones, sobre todo a nivel de la desigualdad. La mayoría de quienes no regresarán a clases tienen déficits acumulados en un cúmulo de factores que desfavorecen su permanencia.
El logro y la permanencia en la educación formal son procesos prolongados y multifactoriales, que para tener éxito requieren de los aportes sostenidos en toda la sociedad, no solo del ámbito educativo.
Para permanecer en las aulas es necesario reunir un conjunto de condiciones sociales, familiares, de la institución educativa, y propias de cada estudiante. A nivel social, la pobreza es el factor que tiene mayor efecto: mayor estrés e incertidumbre, malas condiciones de las viviendas, menores índices de salud, necesidad de aporte económico a la familia desde edades tempranas, dificultad para la compra de útiles, uniformes y pago de pasajes y escasas oportunidades para la recreación.
De parte de las familias, destacan como factores de permanencia el apoyo, la estructura, el establecimiento de límites y expectativas, y el clima educativo alto. Los centros escolares deben favorecer un ambiente institucional armonioso y seguro, dando las oportunidades para que el estudiantado tenga logros concretos en diversos ámbitos.
También es pertinente el aprendizaje de estrategias para enfrentar dificultades, lo cual es la mejor motivación para continuar con los esfuerzos. Asimismo, el personal de las instituciones debe tener claridad de las razones, y por consiguiente las soluciones, del bajo rendimiento académico. Cabe agregar que el personal docente requiere apoyo para el cumplimiento de multiplicidad de tareas con una población estudiantil diversa.
Algunos de los factores personales de permanencia son los hábitos de estudio, incluyendo asistencia y puntualidad, la disposición a posponer la gratificación, el establecimiento de buenas relaciones interpersonales y el cumplimiento de normas, todo lo cual es más factible cuando se tienen razones para visualizar con optimismo el futuro. Tanto de parte de las familias como de las instituciones, un estilo de disciplina basado en el respeto, las decisiones razonadas y el apoyo para la adopción de un comportamiento regulado, es lo que más beneficios aporta para la permanencia en las aulas y el desarrollo en general.
El estudiantado puede salir adelante aunque haya deficiencias en algunas de las condiciones, ya que no es posible reunirlas todas. No obstante, sí se requiere que el balance de factores y condiciones sea positivo. Cuando son más las deficiencias que los apoyos y oportunidades, se refleja la desigualdad y la permanencia en las aulas mucho más compleja y difícil.
Otro efecto grave del desbalance en las oportunidades y la consecuente acumulación de carencias, es la desesperanza. Esta se refleja en desinterés, desilusión, desafiliación, individualismo y violencia, y es una amenaza para el desarrollo de la persona y la vida democrática.
Las niñas, niños, adolescentes y jóvenes adultos merecen ese balance de expectativas y apoyo que favorece su desarrollo, su perseverancia y su motivación. Merecen crecer con esperanza y con el acompañamiento de instituciones y personas que en el trabajo diario luchan por la equidad.
Datos relevantes del Cuarto Informe Estado de la Educación en relación con la exclusión educativa en Costa Rica, año 2013:
La dinámica de la exclusión muestra dos “picos” en el año: el primero después de las vacaciones de julio y el segundo en octubre, cuando se realizan los exámenes de bachillerato. Los alumnos excluidos no son un grupo homogéneo. Al analizar sus características se identificaron con claridad cuatro segmentos de tamaño relativamente similar dentro de la población estudiantil, cada uno con un perfil específico: 1) los excluidos por falta de apoyo docente, a los que se denominó “los insatisfechos”, 2) los excluidos por causas sociales y de rendimiento, o “los pobres”, 3) los excluidos por condiciones del medio rural, o “los caminantes”, y 4) los excluidos por razones de género, “las mujeres”.
En el primer grupo, los factores que más inciden en la insatisfacción de los estudiantes excluidos están asociados al bajo nivel de involucramiento o apoyo que estos perciben en las y los profesores y orientadores, así como a la baja calificación que les dan a los docentes en cuanto al uso de variadas metodologías de enseñanza en el aula.
En el caso de los estudiantes excluidos por causas sociales y bajo rendimiento, los problemas económicos de los hogares y la repitencia son los factores de mayor peso.
En el grupo de los “caminantes”, el factor principal tiene que ver con el acceso a un medio motorizado para el traslado al centro educativo, un aspecto que en zonas rurales puede ser crítico. El riesgo de exclusión para un estudiante que camina al colegio duplica el de otro que llega en algún tipo de vehículo motorizado.
Por último, el cuarto grupo se caracteriza porque su exclusión está asociada a factores de género. Se trata de mujeres que se ven obligadas a salir del sistema por situaciones como embarazo y “responsabilidades en el hogar”, que afectan su rendimiento académico y terminan provocando su exclusión.
http://repositorio.inie.ucr.ac.cr/bitstream/123456789/394/1/permanencia.pdf
Los resultados de la segmentación dejan claro que los factores asociados a la exclusión no operan de igual forma para toda la población afectada. Esta diversidad confirma que no se puede abordar la problemática de los estudiantes excluidos como si estos fueran un bloque homogéneo.
Por el contrario, los rasgos particulares de cada segmento constituyen el punto de partida para el diseño de estrategias diferenciadas, que atiendan sus necesidades específicas según zonas y centros educativos.
Finalmente, se identificó una brecha considerable entre la percepción de las y los estudiantes sobre los factores que inciden en la exclusión y la que tienen los docentes y directores; para los primeros los motivos principales están al interior del centro educativo, mientras que para los segundos se trata de circunstancias externas.
Por otro lado, el estudio determinó que los educadores también son un grupo heterogéneo, en el que se observan segmentos con actitudes y reacciones muy variadas ante el fenómeno de la exclusión (“inexpertos”, “comprometidos”, “despreocupados”), que se deben tener en cuenta en las estrategias de atención que se diseñen para enfrentar el problema.
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