Si ya de por sí hay pocas personas dedicadas profesionalmente a la música, encontrar entre ellas a quienes se dedican a tocar instrumentos de dobles cañas es aún más difícil.
El fagot y el oboe son instrumentos delicados y caros cuyo aprendizaje se recomienda iniciar a los diez años. Al ser sus intérpretes una minoría en el ámbito artístico, han constituido un gremio sólido que a nivel mundial se agrupa en la Sociedad Internacional de Dobles Cañas -IDRS por sus siglas en inglés-.
Cada año, la asociación se reune en alguna universidad para compartir sus conocimientos y organizar diversas competencias para medir su talento.
Para el 2017 la Universidad de Lawrence, localizada en Wisconsin, Estados Unidos, recibió el encuentro y las competencias, una de las cuales estuvo al cargo de la Dra. Isabel Jeremías, docente de fagot e investigadora de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica.
Dentro de la IDRS se realizan dos torneos: el Gillet-Fox para músicos profesionales y la “Young Artists Basson Competition”, enfocada en jóvenes entre los 17 y los 21 años.
Luego de participar como jurado en cuatro ediciones previas, la Dra. Jeremías asumió para el 2017 la organización de la competencia juvenil, que se celebró entre el 20 y el 24 de junio.
Se trató de una labor compleja en la que vía virtual audicionaron 28 instrumentistas de 12 países distintos. El grupo de aspirantes se redujo a tres finalistas que durante la estancia en Wisconsin compitieron para definir el primer puesto.
Además de la selección, la docente de la UCR estuvo encargada de la producción del evento, los conciertos y de detalles logísticos que implicaron, entre otras, una readecuación de los instrumentos pues las tres personas finalistas provenían de Europa, en donde las afinaciones varían respecto a la enseñanza en el continente americano.
El concurso fue ganado por la representante de España, y a pesar de las satisfacciones que le dejó a su organizadora, ella insiste en que hay trabajo por hacer en Costa Rica para lograr tener representación en futuras ediciones del certamen.
De momento, la formación en fagot se ofrece desde la Etapa Básica de Música, donde se inicia su enseñanza desde los nueve años y como opción académica dentro de la Escuela de Artes Musicales. La matrícula ronda los 8 estudiantes en los primeros niveles y 5 a nivel de carrera.
Entre quienes han finalizado la carrera, algunos han migrado a desarrollar carreras musicales en Viena, Bogotá y California.
A pesar de la existencia de talento y la motivación entre las personas jóvenes, la Dra. Jeremías destaca a las familias como uno de principales problemas para potenciar el aprendizaje del instrumento.
Más allá de las limitaciones económicas que representa un instrumento cuyo precio ronda los $20,000 dólares, la profesora destaca que el entorno familiar es fundamental para el talento y este muchas veces se vuelve hostil, ya sea por las preocupaciones respecto al mercado laboral como por el tiempo que hay que dedicarle a la práctica.
“He tenido estudiantes que los papás que no quieren que practiquen en la casa porque estorban, porque no dejan oír el televisor mientras estudian. A otros son los vecinos los que protestan. Es más, hay otros a los que domingos se los llevan a pasear sin ninguna consideración y los fines de semana que es cuando hay más tiempo es cuando más hay que estudiar, ¡un instrumento se estudia todos los días!”, explicó.
Otra amenaza que enfrentan es lograr el apoyo para mantenerse en las aulas de Música y no tener que pasarse a otras carreras.
En su experiencia, ha visto cómo estudiantes talentosos han sido obligados por sus padres a trasladarse a otras áreas de formación. “Ya cuando están empezando a sonar como fagotistas profesionales los papás los pasan a otra carrera”, concluyó.
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