Una especie de rana neotropical, ahora conocida como la rana de vientre rojo, reapareció luego de haber sido declarada extinta hace 13 años por la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN) y después de 30 años sin ser observada.
El redescubrimiento de esta especie endémica de Costa Rica, cuyo nombre científico es Craugastor escoces se produjo en el Parque Nacional Juan Castro Blanco, ubicado en la provincia de Alajuela, cerca de Ciudad Quesada.
La C. escoces fue encontrada por los investigadores M.Sc. Gilbert Alvarado Barboza, investigador de la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica (UCR) y estudiante de doctorado de la Universidad de Sao Paulo, Brasil, y el M.Sc. Randall Jiménez Quirós, estudiante de doctorado de la Universidad de Ulm, en Alemania.
En los años 90, muchas especies de anfibios desaparecieron de nuestro país y en la actualidad algunas están consideradas como posiblemente extintas. En el 2004 la UICN declaró extintas tres especies, de las cuales han vuelto a aparecer dos: la rana de vientre rojo y el sapo sordomudo o sapo de Holdridge, que habitaba el cerro Chompipe en Heredia. Además, el sapo dorado o sapo de Monteverde, que se convirtió en un símbolo de las declinaciones de anfibios y que no se observa desde 1989.
Según explicó Alvarado, la rana de vientre rojo dejó de verse en 1987 antes de que comenzara la etapa de declinaciones de anfibios.
El hallazgo se produjo el 19 de setiembre del 2016, durante un trabajo de muestreo rutinario de anfibios, como parte de un proyecto de investigación. El ejemplar encontrado es una hembra, adulta y mide un poco más de 6 centímetros.
Es de color café, con una característica en particular: el color rojo del vientre, lo que facilitó su identificación, ya que es la única con este rasgo entre el grupo al que pertenece este anfibio.
La rana fue encontrada a 1820 metros de altitud en una de las quebradas que el parque resguarda, lo que lleva a concluir a los investigadores que debe existir una población en el lugar. Se sabe poco de la especie, pues casi no ha sido estudiada. “No sabemos de la biología, de la reproducción y del hábitat de esta especie”, añadió el biólogo.
“Era una noche completamente despejada, sin lluvia, estrellada, con luna llena; es decir, con todas las condiciones para no ver ranas”, dijo Alvarado, quien explicó que lo primero que observaron fueron los ojos de la rana, los cuales brillan con el efecto de la luz del foco.
“A estas ranas les gusta vivir en las cuevitas alrededor de las quebradas”, agregó el biólogo. Precisamente, este grupo fue el que más resultó afectado durante el declive de los anfibios.
Según los científicos, existe una combinación de factores que incidieron en la reducción de las poblaciones de anfibios y en su desaparición. En Costa Rica, el primero de ellos es la destrucción del hábitat, además del cambio climático y la proliferación de un hongo que los enferma.
La C. escoses había sido descrita en la parte este y central de la Cordillera Volcánica Central, pero no en la parte oeste, donde se encuentra el Parque Nacional Juan Castro Blanco. Según Alvarado, esto es de gran importancia porque su apariciónen este sitio amplía el rango de distribución de la especie.
Los investigadores decidieron mantener a la rana de vientre rojo con vida, para dar inicio a un programa de conservación de anfibios en la UCR. Para ello se diseñó un terrario para mantener a los animales en cautiverio y propiciar su reproducción en las condiciones adecuadas, como temperatura, humedad y asepsia. Este sitio estará ubicado en la Estación Experimental Alfredo Volio Mata de la UCR.
La información también servirá para crear protocolos y estrategias de conservación ex situ, ya que al conocer que puede haber una población de la rana C. escoses surge la necesidad de emprender acciones de conservación que ayuden a preservar una especie en peligro crítico de extinción.
“Cada animal es producto de la evolución y es un diseño que ha requerido millones de años para poder llegar al material genético que conforma esa especie. Cuando se pierde una especie no solamente queda un nicho vacío, sino que desaparece la función que cumple y su diseño biológico.” explicó Alvarado.