La formación académica de Alejandro Gutiérrez está coronada por un Doctorado en Artes Musicales con énfasis en Dirección Orquestal de la Universidad de Texas, pero su aprendizaje musical va mucho allá de las aulas de uno de los centros universitarios más prestigiosos del mundo.
Para ser exactos, comenzó en Dulce Nombre de Cartago cuando no había quien tocara los platillos en la Banda Comunal de la que formaban parte su padre y algunos de sus quince hermanos. En el mismo pueblo, Alejandro debutó como director al encargarse de la agrupación durante las procesiones.
Todo el aprendizaje que tuvo de por medio, su preparación universitaria cómo músico profesional, su experiencia cómo artista independiente, y el roce internacional de haber llegado a encabezar la Pacific Symphony Youth Orchesta se traducen ahora en talento puro.
Ese mismo talento que el jurado vio en él para concederle el Premio Nacional en Música Carlos Enrique Vargas 2016 en la categoría de Dirección. Según el acta de premiación se evaluaron su técnica de dirección, la estabilidad del tempo, la sobriedad y la precisión del gesto, además del conocimiento del estilo musical.
Los Premios Nacionales de Música, Gutiérrez ya los conoce. En 1997 lo recibió por su trabajo con Trombones de Costa Rica.
Para ese momento aún combinaba sus roles de trombonista y director, pero ahora reconoce que en el 2012 cuando se marchó por su doctorado, asumió que de ahí en adelante su papel se enfocaría en la dirección.
Con toda la experiencia que ya tenía, ¿qué aprendió durante los estudios en el extranjero?
“Me fui porque quería llenar muchos espacios vacíos, en muchos espacios que me sentía incómodo porque no conocía, los sentía débiles. Yo no quería morirme con esas debilidades y fui a ver de qué manera las fortalecía”.
En una carrera que ha incluido ser músico de banda y de orquesta, haber estudiado en la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica y en el Programa Juvenil de la Orquesta Sinfónica, ser Director Invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional y hasta haber constituido su propio coro, hablar de vacíos llama la atención, pero el compromiso de Alejandro con la excelencia lo justifica.
Su discurso es claro. En la vida todo se puede lograr pero hay que tener pasión y convicción. Y trabajo, sobre todo mucho trabajo.
“Trabajo, trabajo, trabajo y más trabajo”, insiste. “Y si uno se equivoca, volver a trabajarlo”.
Sin importar la edad, defiende que cualquier persona puede aprender música y sobre todo, disfrutarla.
“Hay que quitarse la idea de que yo no tengo talento, no tengo oido. Talvez no voy a terminar concertista pero si puedo tocar la guitarra para relajarme, tocar unos acordes.
Si empieza desde niño tiene más posibilidades, pero si aun adulto quiere hacer algo hay muchas maneras de poder lograr cosas y una de ellas es la disciplina. Hay que intentarlo, intentarlo, intentarlo. Hay que tener paciencia y agallas”, destaca.
Gutiérrez es actualmente Director de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Costa Rica, pero es sobre todo profesor.
La puerta de su cubículo suena constantemente por estudiantes en busca de consejo o ayuda.
"Con los estudiantes es interesante porque es realmente uno el que aprende de ellos”, indicó.
Esa es una de las facetas que más disfruta y en la que más empeño pone. Tiene la meta de que si los músicos costarricenses no van a tocar con las orquestas de Berlín, Viena o Chicago, lo mínimo a lo que se debe a aspirar es a sonar igual que ellas. Reconoce que es exigente y que busca el máximo profesionalismo.
Su metodología la resume de esta manera, “a los estudiantes yo los trato como profesionales. Uno se convierte en lo que practica todos los días y si nos vemos como estudiantes uno se perdona muchas cosas. Puedo llegar tarde, puedo llegar sin estudiar, pero si uno es un profesional no tiene esa posibilidad porque hay mucha gente detrás. O das la talla o vas para afuera. O das la talla o la gente no paga por ir a verte”.
Con la misma excelencia que ha construido su carrera, Gutiérrez planea ahora sus próximos pasos.
“Uno tiene que tener sueños, pero también tiene que diseñar una ruta para cumplirlos”, enfatizó.
Entre sus preocupaciones destaca el hecho de que se siga viendo al músico como un entretenedor del pueblo más que como el profesional y que la música se vuelva tan formal que genere un telón invisible que separe al público de la orquesta.En eso también está trabajando ya.
Los conciertos que dirige ahora son pedagógicos, es decir, le dan al público los insumos para entender la música, conocer a sus compositores y los contextos donde estos trabajaron.
Sus conciertos son también interactivos. Recientemente los músicos asumieron roles de personajes para comprender mejor la obra. “Es realmente interesante ver al público reírse, disfrutar la música”, destacó.
Para eso, y para todos los demás proyectos repite la misma fórmula: pasión, convicción y trabajo. Mucho trabajo.
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