La reconocida antropóloga y feminista argentina, Dra. Rita Segato, dio lugar a la clase inaugural del Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultural de la Universidad de Costa Rica (UCR), para el I ciclo lectivo del 2017.
Bajo el título “Instituciones y vulnerabilidad: Pensar en la política en clave femenina”, la experta compartió una serie de reflexiones sobre los estudios de género y la violencia contra las mujeres que amplió en la siguiente entrevista:
Ser mujer ha ido cambiando de forma desfavorable y más aún, según el lugar. La violencia y las exigencias con relación a las mujeres a parecerse a un maniquí occidental, han aumentado.
El modelo de cómo ser mujer ya no es el que existía hace 50 años, una mujer con autonomía, que comerciaba, que tenía su puesto en el mercado. Ahora la mujer está mucho más dominada, mucho más susceptible al ojo masculino, mucho más vulnerada por patrones de comportamiento y de estética traídos por los medios y con mucha menos independencia económica; yo creo que a medida que la sociedad y los pueblos se van acriollando e integrando al consumo del mercado global, las mujeres van perdiendo autonomía, prestigio y autoridad.
El 2017 es muestra de este tránsito, en esas regiones donde la vida tenía un tejido comunitario reconocible hasta hace muy poco tiempo o todavía lo tiene, la mujer se volvió más vulnerable. Y en el mundo, estamos viendo como la política y la administración de la gestión estatal de los bienes de una nación, han vuelto a maquillar y a traer al centro de la escena una moralidad de tipo religioso por medio del fundamentalismo cristiano, que es el mismo modelo del fundamentalismo islámico. Un modelo de control social que necesita a la mujer en una posición de subordinación y que es muy peligroso, porque el fundamentalismo trae consigo formas de fanatismo y trae la guerra.
Yo creo que actualmente hay una agenda fundamentalista que se expande en el continente y la vemos de México a Argentina. Esa agenda fundamentalista expresa la recolocación de la mujer en una posición explícitamente subordinada y también expresa la vulnerabilidad de nuestras naciones, porque el fundamentalismo produce rupturas, la guerra religiosa es una forma de destruir una nación.
Mi modelo explicativo de lo que se encuentra detrás de lo que estamos viendo, es que existe una agenda vinculada al poder político y al poder económico, es la introducción de estilo religioso que produjo destrucción de países enteros en el Medio Oriente y que puede instaurar lo mismo en nuestro medio. Yo lo veo así y no me imparta que me acusen de adoptar la teoría del complot, yo pienso con sospecha y creo que lo que estamos viendo tiene una regularidad espantosa, los discursos que están siendo instalados para reconducir a la mujer a esa posición de sumisión, de “perrito faldero” que incluso lo vemos en la escena presidencial.
La mujer estaba caminando a una situación de persona con su profesionalización y su inserción al mercado laboral, pese a que seguíamos ganando menos. Y aunque estos avances no fueron satisfactorios y no tocaron a las mayorías, las mujeres de las mayorías se fueron enterando lentamente que no podían ser golpeadas o insultadas. Entonces se inicia la circulación de discursos contrarios a los que ya estaban instalándose, implantes que defienden los sectores más conservadores. Ese implante de pensamiento moral, religioso y fundamentalista se expresa en el control de la mujer como en el mundo islámico y yo creo que se está dando un experimento de traer a nuestro medio ese ideario con un lenguaje cristiano y tenemos que empezar a prevenir a nuestras poblaciones de los nacionalismos y los fundamentalismos que traen la guerra, porque ahí vamos a perder todos.
Con la modernidad, el individualismo y nuclearización del espacio doméstico, la mujer se aísla y queda mucho más vulnerable a la furia masculina de un hombre que yo llamo “bisagra”, un hombre que se relaciona con el hombre del frente estatal, empresarial, mediático y cristiano, lo emula porque es el hombre vencedor y exitoso, pero al mismo tiempo es el intermediario entre su pueblo, su gente y su comunidad. Es un hombre que se va volviendo mucho más violento como consecuencia de esa intermediación.
Es visible el aumento de la violencia de género en el mundo indígena, en el mundo en proceso de acriollamiento. Se ha incrementado la violencia homofóbica, racista, misógina, transfóbica y con los animales, porque con la violencia y la crueldad, el hombre restaura su masculinidad, su imagen de potencia.
Se viene una generación libertaria impresionante, pero yo pienso que no debemos etiquetar el tema de género, porque es el tema de toda la historia, de toda la política y de toda la economía. Es un tema transversal pero la historia del patriarcado y la binarización de la esfera pública han hecho que no veamos la centralidad del tema de género.
Políticos, intelectuales y académicos están incómodos cuando decimos que el camino de la historia está de la mano de las mujeres porque los hombres han fracasado en reorientar la historia en un camino más beneficioso. Han hecho siempre políticas de estado, donde el estado y la masculinidad son objeto de lo mismo.
Necesitamos comprender, porque al inicio, las mujeres en todos los países pensamos que con pasar leyes y políticas públicas era suficiente, volvíamos a casa tranquilas; pero sin comprender y pensar no se puede actuar.
Por otro lado, el deber de que quienes somos trabajadores de la palabra es generar vocabulario y retóricas de defensa de un cierto mundo, para que podamos producir nuestro propio blindaje con relación a estas fuerzas. Necesitamos colocar la caja de herramientas del etnógrafo a disposición de las demandas y solicitudes los pueblos que antes estudiábamos. El antropólogo no es más el interpelador de los pueblos que se presenta y tiene un proyecto de investigación; ahora debe ser interpelado por las preguntas y demandas que los pueblos necesitan saber para defenderse. Para comprender el género hay que comprender el mundo primero.
El hombre es el más vulnerable y muchas veces, ante esferas feministas veo una incomodidad muy grande por esto, porque hemos estructurado nuestras luchas desde nuestra victimización, desde nuestra vulnerabilidad y yo creo que sería interesante, testar otro camino.
El hombre es la primera víctima del mandato de potencia, yo he trabajo mucho con estudiantes haciendo entrevistas a violadores y he visto que son hombres equivocados, que creen que su gesto violador es un gesto que moraliza a mujeres que se portan mal o se desvían de su camino, es muy sorprendente la consciencia de un violador, pero por sobretodo he visto que es un hombre frágil.
El hombre que viola es un hombre que necesita probar algo que no logró probar por otro medio o que pertenece a una mafia y que debe probarse cruel, que debe exhibir ante los otros hombres su capacidad de crueldad para ser parte de ellos. Y es que la crueldad es el aire que respiramos, toda mujer tiene que hacer diariamente un ejercicio de autocensura ante el espejo para saber si puede salir a la calle y eso es violencia. No estoy hablando del cultivo artístico de la belleza, estoy hablando de la autocensura y la previsión de cómo una será vista por el ojo público que además es hegemónico, aprendimos a ver el mundo a partir del ojo del hombre, pero podemos aportar en la construcción de otro ojo.
Por supuesto, se ha levantado un falso problema de debate en los feminismos respecto a que si el hombre debe colaborar con nosotras o estar presente en los debates y manifestaciones. El hombre debe tratar de construirse para él mismo una situación más feliz, porque es la primera víctima del mandato de masculinidad, del mandato de potencia. Él se deteriora humanamente y no me cabe duda de que sufre, los hombres viven menos según las estadísticas y no es porque tengan un organismo más vulnerable, es porque son más infelices y de eso no nos acordamos mucho en el feminismo.
Las mujeres vivimos más porque podemos expresar que sufrimos, porque no tenemos honra, el hombre cuidando su honra no puede expresar el sufrimiento y tiene que dar ante el mundo el espectáculo de su narcicismo; entonces su sufrimiento va al cuerpo, no tiene canal de expresión y muere antes.
La colonización de América fue la precondición indispensable para el camino del colonialismo y de la modernidad y en ese contexto, todo lo que está relacionado con el espacio femenino y doméstico que tenía su politicidad propia sufre una caída abrupta de prestigio, de autonomía, de autoridad y se minoriza.
Una política de las mujeres es aquella que ve claramente que esa estructura es el enemigo, es el mal de la historia que interceptó políticas que estaban ahí y que eran prácticas y dinámicas comunes de las mujeres. Esas dinámicas eran políticas, tenían un control social que hoy consideramos no políticas, porque la retórica masculina fue tan fuerte que lo que leemos ahora como política tiene un solo formato.
Tenemos que recuperar saberes, tecnologías de sociabilidad y de politicidad, que entre nosotras están todavía pero que no tienen retórica de validación.
En situaciones extremas, en situaciones límites, las mujeres todavía sacamos de la manga ciertas soluciones eminentemente pragmáticas que vienen de esa inteligencia y de esa historia. Yo creo que hombres y mujeres son dos esencias, son dos historias diferentes, si el hombre es utópico, la mujer es tópica.
Tenemos que parar y pensar, yo misma tengo un plan de estudios a partir de ahora para pensar qué es una política de las mujeres y qué es exactamente una huelga de las mujeres, porque no creo yo que sea por salarios o por una medida monetaria porque volveríamos a estar capturadas por el discurso del poder, yo creo que el discurso de la huelga femenina no está pensando y por eso invito a todas a pensar al respecto.
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