La nueva Decana de la Facultad de Educación de la Universidad de Costa Rica, Dra. Guiselle Garbanzo Vargas, es franca y directa, y no duda en afirmar que para encontrar las respuestas idóneas con las cuales dar solución a diferentes problemas que rodean el sistema educativo costarricense, que es en sí mismo muy complejo, es urgente un salto cualitativo y, por tanto, es innegable que se requiere concebir, entender, y asumir la educación como un tema país; así como saldar una deuda importante en cuanto a la inserción de recursos al sistema educativo costarricense.
La Dra. Garbanzo rescata el alto compromiso de la facultad con la investigación, la acción social, el posgrado, el programa de formación continua y el programa de tecnologías educativas, que en su conjunto proyectan el accionar de esta facultad en el país. Y a su juicio otro punto destacado en esta unidad académica es la internacionalización de sus profesores e investigadores, lo cual fortalece la formación de quienes estudian para convertirse en educadores.
La Decana sostiene que la facultad ha mantenido el compromiso, a lo largo de sus sesenta años de existencia, de formar profesionales en educación con las mejores capacidades y aptitudes, incorporando en su formación los cambios tecnológicos y pedagógicos pertinentes con la evolución de los tiempos y de las generaciones. Sin embargo, señala que no es únicamente desde la academia, desde las universidades, ya sean públicas o privadas, ni está sólo en manos de las autoridades en materia educativa, buscar las soluciones a los grandes retos y deficiencias que actualmente se le reconocen a la educación costarricense.
Para esta profesional, nacida en una finca en las montañas de Pérez Zeledón, en el seno de una familia con nueve hijos, y cuya visionaria madre les inculcó que la única forma de superarse era por medio de la educación, (y por ello de niña caminaba hora y treinta minutos para asistir a la escuela), el país requiere un acto de voluntad política y de todas las instancias formadoras de docentes, públicas y privadas, así como de diferentes actores sociales y políticos, para hacer un alto y repensar la educación.
“Yo pienso que el país requiere una concertación en el campo educativo, con poder político y una visión a futuro. Un alto que, además, genere la concepción de la educación, en sus diferentes etapas, como una prerrogativa de política pública para este país, y preguntarnos cómo queremos ver a Costa Rica de aquí a treinta, cuarenta años”.
Y dentro de esa concepción de tema país, asegura la educadora, las universidades deberían empezar por establecer nuevos y eficaces criterios de selección y criterios de formación para quienes entran a las facultades a estudiar esta profesión.
“Si bien un examen de admisión a la universidad es un excelente mecanismo de predicción del rendimiento académico, pero no de selección vocacional, como diferentes estudios ya lo han demostrado, no es suficiente para detectar a las personas idóneas para convertirse en educadores.
En otros países tienen más claro y definido los requerimientos para quienes tendrán en sus manos la educación de sus ciudadanos. Y esos países son reconocidos, sin lugar a duda, por los niveles de excelencia de sus sistemas educativos gracias, en gran parte, a docentes resultado de un sistema de selección muy bien filtrado, que garantiza que lleguen los mejores a formarse como educadores, en una profesión que exige disposición y actitud de servicio.”
La Dra. Garbanzo es pragmática y defiende la idea de que el ingreso a la formación en el campo de la educación sí debe de tener un criterio de ingreso distinto. “La educación es el principal instrumento de desarrollo para cualquier sociedad y es una profesión donde no se puede trabajar si no hay vocación; es la carrera más noble que puede tener una sociedad y está llamada a cultivar cualidades con enfoque humanista en los seres humanos.” Y más aún, sentencia está profesional en orientación, “el mal profesional lo encontramos en diferentes áreas; pero en educación eso tiene consecuencias graves.”