La presencia de tiburones en la Isla del Coco, más que asustar, debe alegrar, pues es indicativo de la buena salud de los ecosistemas marinos, cuyo sano equilibro se debe gracias a las medidas de conservación que se han llevado a cabo en ese parque nacional del Pacífico costarricense.
“Estos lugares remotos, prístinos y únicos son como máquinas del tiempo que ofrecen la oportunidad de observar los océanos sin la mano del ser humano”, aseguran en un comunicado los especialistas en biología marina Mario Espinoza Mendiola, del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar), de la Universidad de Costa Rica (UCR); José Carlos Hernández, de la Universidad de La Laguna, España; Edgardo Ochoa, de Conservación Internacional, Estados Unidos y Christopher Lowe, de la Universidad del Estado de California, en Long Beach, Estados Unidos.
Por lo tanto, el incidente ocurrido el 30 de noviembre pasado en la Isla del Coco, que cobró la vida de una turista estadounidense y heridas en su acompañante, es un caso aislado y el primero en la Isla del que se tenga constancia, señalan.
Los incidentes trágicos a raíz de la interacción de los buceadores marinos con tiburones son poco comunes en el mundo. Según la International Shark Attack, en el 2016 se registraron 150 incidentes a nivel global y solo cuatro de ellos resultaron en la muerte de la persona atacada.
La Isla del Coco es conocida como la “isla de los tiburones” al ser uno de los pocos “refugios” en el mundo donde aún es posible observar una gran abundancia de varias especies de tiburones, razón por la cual es visitada por miles de turistas cada año, quienes “pueden disfrutar de un mar lleno de vida y saludable, gobernado por tiburones”, agregan.
Uno de ellos es el tiburón tigre (Galeocerdo cuvier), una especie de gran tamaño y llamativa, que tiene una serie de rayas oscuras en el dorso y costados de su cuerpo. Este tiburón solitario ronda las aguas de la Isla y visita con frecuencia los diferentes puntos de buceo.
Sin embargo, expresan los investigadores, “como seres humanos tenemos que tener muy presente que siempre va a existir un riesgo asociado a ‘nadar’ con tiburones”, aunque las probabilidades de tener accidentes son muy bajas y no deberían generar miedo o impulsar acciones en contra de estos depredadores tan importantes para la salud de los mares.
Estos depredadores no se alimentan de carne humana, enfatizaron los expertos, por lo que los incidentes con humanos que se han registrado hasta la fecha han ocurrido cerca de la superficie y se deben a la incapacidad del tiburón para distinguir la silueta humana vista a contra luz, que la suelen confundir con sus presas principales como focas, leones marinos y tortugas.
Otras causas de incidentes pueden ser comportamientos defensivos o territoriales de estos animales, que pueden resultar en mordiscos ocasionales, como lo haría un perro que se siente amenazado, agregan.
Espinoza y sus colegas también manifiestan que los buceadores deben interactuar con los tiburones con respeto y nunca gobernados por el miedo. “Los tiburones no son una amenaza y es fundamental cambiar nuestras actitudes e imagen de los tiburones como símbolos de terror”, advierten.
Asimismo, indican que antes de sumergirse se debe tener pleno conocimiento de las normas estrictas que se deben cumplir, como mantener siempre la distancia del animal y estar al tanto de su comportamiento, lo cual disminuye el riesgo de cualquier tipo de incidente.
“Los incidentes con tiburones suelen estar precedidos por señales corporales evidentes, como pueden ser el posicionamiento de las aletas pectorales, rodeos agresivos o movimientos rápidos, claramente una actitud de defensa. Por ejemplo, si notamos que exhiben estos comportamientos, empiezan a darnos vuelta o investigarnos un poco más de lo usual, o si comienzan a mover su cuerpo en muchas direcciones, es mejor alejarnos y finalizar el buceo”, aseguran.
También es muy importante realizar las inmersiones con guías especializados que tengan una gran experiencia en la zona de buceo donde habiten tiburones.
“El buceo controlado y regulado debe continuar en el Parque Nacional Isla del Coco, puesto que es una fuente de ingresos muy importante que repercute directamente en su conservación y mejora”, concluyen los biólogos.