-A usted lo presentan como dibujante, fotógrafo, productor audiovisual, diseñador gráfico, gestor cultural… pero desde su punto de vista, ¿Cómo define el trabajo que hace?
-Yo soy simplemente artista. Pero más que artista, soy un luchador social.
Aunque sus combates actuales los da en la calle, Olar Zapata bien podría ser incluido en la cartelera del Arena Coliseo, el célebre templo de la lucha libre de la Ciudad de México. Está orgulloso de sus raíces mexicanas, mantiene la actitud de lucha y nunca se quita la máscara.
Tan cercano al público como los luchadores más famosos, Zapata destaca que es en equipo con la sociedad civil y no en las galerías como ha logrado darle sentido a su obra.
“En mi desarrollo me di cuenta que el arte te puede atrapar en un ambiente muy egocéntrico en el que solamente quieres destacar tú y demostrarle a los demás que eres superior”, sentencia.
“Descubrí que el trabajo colectivo era más potente, más útil y que te fuerza a poner los pies sobre la tierra y construir ambientes más horizontales. Por eso el trabajar con la gente a mi me gusta más. Me hace alejarme de ese horrible mundo del egocentrismo artístico”, agrega.
La premisa de la que parte Zapata es la de que todas las personas están en capacidad de hacer arte. Según su concepción, el arte público tiene el poder suficiente para despertar la creatividad y fomentar las ganas de crear.
Aunque sus experiencias están marcadas por la inmensidad de la Ciudad de México, también defiende la tesis de que cada comunidad tiene suficiente material para disfrutar del arte público.
“Hasta el pueblo más pequeño tiene arte. El espacio público existe en cualquier escala y geografía y se puede intervenir en cualquier lugar”, sostiene.
Al trabajar en espacios donde la gente desarrolla su cotidianidad, afirma que se debe ser constante para que las experiencias no se queden en una anécdota sino que calen y transformen la realidad.
“Tenemos que generar más y más proyectos. Y tenemos que ser más cercanos, hablar con la gente. Si alguien te pregunta qué estás haciendo hay que responder y explicar. Tenemos que tener una actitud diferente a la del arte hegemónico”, expone.
A partir de este último factor lanza algunas de sus críticas más severas contra muchos de sus colegas. Señala que se queden en la zona de confort del artista y que buscan el reconocimiento masivo e inmediato. Él, por su lado, sigue defendiendo que pequeños impactos pueden llegar a tener un mayor alcance y lograr la ruptura con la que tantos sueñan.
Por sus puntos de vista, sabe que tiene detractores y críticos. “Creo que soy incómodo para ciertas personas que quieren mantener el status quo del arte hegemónico”, afirma, “pero la gente con la que yo trabajo es la gente que me agradece mi labor y las experiencias, y para mí ese mi mayor premio, más que cualquier otra cosa”, contrapone.
Cuando se habla de arte público la inspiración está en la calle y en las personas que no se consideran a sí mismas como artistas.
“Quienes nos dedicamos al arte repetimos y apoyamos las prácticas ciudadanas porque las mayores intervenciones las sigue haciendo gente que no se nombra como artista”, sostiene.
A pesar de los desafíos que implica trabajar con la gente en los espacios abiertos no deja de verle el lado positivo a la posibilidad de reunir a un grupo de personas motivadas a manifestar sus ideas y cambiar las cosas.
Destaca el ejemplo de la organización ciudadana surgida ante los terremotos que afectaron recientemente a su país y sobre todo resalta la actuación de los llamados “millenials”. “Estaban estigmatizados como personas que no sabían relacionarse o que no podían mantener contacto cara a cara, pero en medio de la tragedia se movilizaron por la vía del Twitter y el Whatsapp. Armaron centros de acopio y brigadas de rescate que rebasaron por mucho la ayuda que venía de las autoridades”, señala.
Todas esas actuaciones las toma como señales de empoderamiento y apropiación del espacio, algo en lo que el arte público ha jugado un rol esencial.
Hay varias ideas sobre el arte a las que Olar Zapata da una importancia mayor.
La primera es sobre su rol social y de sensibilización. “Si todas las personas que se dedican a la política antes se hubieran dedicado primero al arte, a la poesía, a la pintura, tal vez tendrían una conciencia diferente y no serían tan rateros y no generarían desigualdades tan grandes. El arte es una disciplina que humaniza. Si la tuviéramos más cerca seríamos una mejor sociedad”, afirma.
La segunda es sobre la competencia, algo que califica de negativo y a la que culpa del individualismo, de la falta de preocupación social y de la existencia de los enemigos.
Por último, retoma la idea de que el trabajo debe ser constante si se aspira a revolucionar la sociedad.
-Y después de todos los proyectos que ya ha desarrollado, ¿quedan aún iniciativas pendientes?
-¡Claro! El día que no tengamos cosas que hacer ese día si podremos echarnos a ver la tele y tomarnos una cerveza.
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