Historiadores, lingüistas y científicos sociales coinciden en que la Costa Rica actual se construye cada día a partir de los flujos migratorios que iniciaron durante la colonización de los españoles y que hoy involucran otras nacionalidades y culturas diversas como la árabe, la italiana o la nicaragüense.
En su libro, La vida en otra parte, el filósofo Alexander Jiménez expone que en Costa Rica ha existido un imaginario que asume una identidad nacional culturalmente homogénea, blanca, pacífica e igualitaria. Sin embargo, existen diversas investigaciones que evidencian que la realidad de nuestro país es muy diferente.
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El más reciente estudio sobre la conformación genética de la población costarricense actualizado en el 2013 por el Centro de Investigación en Biología Celular y Molecular de la Universidad de Costa Rica (UCR) determinó que los genes de la población costarricense son 45.6 % europeos, 33.5 % indígenas, 11.7 % africanos y 9.2% asiáticos.
En el ámbito de la Antropología, Norberto Baldi, profesional en este campo, define a Costa Rica como una población mixta y señala que aunque “determinar el mestizaje a partir de características como la morfología ósea es muy difícil en sociedades como la nuestra (como sí es posible entre grupos muy lejanos geográficamente), la genética nunca miente”.
Además de este mestizaje genético, se encuentra el social y el cultural. La historiadora María de los Ángeles Acuña León explica que “cuando entramos al siglo veinte ya llegamos mezclados, en las tres dimensiones del mestizaje: en lo biológico (sangre, genes), en lo social (vínculos de carácter espiritual, matrimoniales y económicos) y en lo cultural”, pues los procesos de mestizaje iniciaron desde la colonia.
Por su parte, el lingüista Adolfo Constenla consideraba que el mestizaje físico o biológico que ha experimentado la sociedad costarricense no implicó necesariamente una mezcla cultural, sino que más bien hubo un fuerte predominio de lo hispánico expresado por medio del idioma, en lo social y lo ideológico, en el parentesco, en las creencias religiosas, en las formas de organización política y en las narraciones tradicionales.
En suma, los procesos de mestizaje durante la colonia condujeron a la diversidad que presenta Costa Rica y a la que ahora se integran las migraciones de las últimas cuatro décadas. Costa Rica ahora es más numerosa, más plurinacional y plurilingüe, gracias a los migrantes que llegan por voluntad propia, por la búsqueda de un mejor futuro, huyendo de las guerras o dictaduras, como refugiados políticos, comerciantes, turistas, residentes o migrantes indocumentados, indica el planteamiento de los legisladores en el proyecto de reforma del artículo primero de la Constitución Política, en el año 2015.
La presencia de múltiples nacionalidades y culturas han transformado aceleradamente la estructura de la población y esto implica la necesidad de construir nuevas identidades nacionales que reconozcan esa diversidad.
Los afrodescendientes destacan como uno de los primeros grupos que llegó a Costa Rica desde la época colonial trayendo consigo un fuerte legado cultural. Según la historiadora María de los Ángeles Acuña, los negros ladinos llegaron a nuestras tierras junto con los españoles, algunos como esclavos y otros como personas libres, mucho antes de la construcción del ferrocarril a finales del siglo XIX.
En 1855 se dio la llegada de los primeros trabajadores chinos al país, quienes después de los afrodescendientes representan el grupo de mayor importancia en la conformación genética de los costarricenses y cuyos aportes han sido esenciales en la construcción de la Costa Rica actual.
Por otra parte, se estima que el 7% de la población de Costa Rica es nicaragüense y, aunque alrededor del 5% de este grupo nació en Nicaragua y migró hacia nuestro país, también existe una gran cantidad de familias mixtas con hijos nacidos en Costa Rica.
Según el Dr. Carlos Sandoval García, especialista en Estudios Culturales, a pesar de la clara presencia y múltiples aportes de los migrantes a la historia costarricense, el nacionalismo y la identidad construida son un “cemento cultural” que no permite visibilizar que somos una mezcla.
Carlos Sandoval y el ya citado Alexander Jiménez coinciden al indicar que el nacionalismo es el instrumento que les permite a las sociedades modernas imaginarse como homogéneas, cuando en realidad una sociedad moderna como la costarricense es intrínsecamente diversa, compuesta por personas con diferentes lenguas, dioses, etnias, creencias y adhesiones.
Jiménez plantea que el problema con no reconocer la diversidad o lo intrínsecamente diferenciado es que esta negación se expresa como desigualdad. A su juicio, Costa Rica es hoy una sociedad crecientemente desigual donde el origen étnico es un predictor de las oportunidades y de los derechos de la personas.
Los esfuerzos por revalorizar las culturas de los pueblos indígenas, por visibilizar la riqueza cultural de los afrodescendientes y por mostrar a la cultura china que gana terreno en lo económico y cultural hacen creer que Costa Rica podría empezar a reconocerse lentamente como una nación pluricultural y plurilingüe.
"Hay un interés que uno no sabe si viene de estas ansias de encontrar raíces profundas o de verdad hay una valoración de la diversidad cultural, tal vez es un poco de todo…" apunta el lingüista Carlos Sánchez.
Sin embargo, el antropólogo Norberto Baldi considera que la identidad cultural del costarricense sigue estando construida a partir de discursos del pasado que mantienen vigencia en el presente y hacen ver a los grupos migrantes como “los otros”.
Baldi agrega que en este contexto, la educación es un medio clave para que las personas comprendan que “somos una población mestiza como cualquier otra” y que esto es el resultado de un mundo sujeto a procesos migratorios y al flujo genético, “fuerzas evolutivas que son normales”.
“Las poblaciones deben empezar a reevaluar su identidad...una identidad nacional debe partir del cambio y no de un monolito que hace creer que somos de una manera para siempre”, concluye Baldi, quien enfatiza que junto a la llegada de migrantes al país, figura también la migración de los costarricenses.
Lograr un país y una sociedad costarricense donde se reconozca el valor de la diversidad cultural es posible; para Carlos Sánchez “todo comienza por considerar que esa otra cultura es tan válida como la mía... Entonces podemos aprender sin apropiarnos necesariamente, podemos convivir y reconocer nuestras diferencias, si logramos dar ese gran paso ya no habría xenofobia, racismo, etnofobia ni discriminación”.
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