En su intento por tener una vasija, un comal o una ocarina que sirva como recuerdo de su viaje, no son pocos los turistas que terminan comprando, sin darse cuenta, imitaciones y réplicas cuya calidad dista mucho de las artesanías de barro que han hecho famosas a la comunidades de Guaitil y San Vicente de Santa Cruz.
Por años, esta situación estuvo afectando a los artesanos de la zona quienes para frenar esta situación han logrado certificar la autenticidad y lo especial de sus obras, un proceso que esperan sea una garantía para la continuación de esta tradición y en el que la Universidad de Costa Rica ha dado un importante respaldo.
El arte de la cerámica chorotega es un conocimiento ancestral que Luis Gutiérrez heredó de su familia y el cual ha convertido en su oficio. Al igual que el de otras 600 personas, su sustento económico depende de los productos de barro que elabora y fue esto lo que motivó a los habitantes de la zona a buscar opciones para proteger la exclusividad de sus productos.
Si bien la calidad de la arcilla del lugar es un elemento importante, la manera de trabajarla y decorarla la dota también de elementos que la vuelven irrepetibles.
Según Gutiérrez en la misma apariencia de los objetos es posible notar la autenticidad de los mismos.
En primer lugar, recomienda observar los colores: la cerámica chorotega parte del rojo, el blanco y el negro. De sus colores iniciales se obtienen otros tonos como el naranja, el café y el rosado pero nunca se usan azules o verdes, que son frecuentes de encontrar en las copias.
Adicionalmente, mientras las imitaciones tienen un simple baño de barniz, el brillo de las piezas originales es producto de un pulido con arena, conchas y tuzas de maíz. Muchos de esos instrumentos incluso han sido conservados por varias generaciones familiares.
Todos estos procedimientos, que podrían pasar inadvertidos para muchas personas se han incluídos ahora en la denominación de origen que ha sido otorgada a los productos de la zona.
“Con la denominación de origen se crea una especie de seguro tanto para los artesanos cómo para los clientes. Gracias a ella los artistas se aseguran de que no les están copiando sus productos y los compradores saben que están pagando por un producto que de verdad fue hecho en el lugar y de la manera que es tradicional”, explica la MSc. Iria Salas, docente de la Escuela de Artes Plásticas y una de las responsables del acompañamiento que las Universidades Estatales han aportado a los artesanos de la región.
Luego de un proyecto inicial planteado junto a la Universidad Nacional desde el Consejo Nacional de Rectores (CONARE), el apoyo se ha canalizado desde la Acción Social de la UCR mediante el proyecto “Promoción de la Cerámica Chorotega” que ha atendido las más diversas áreas del tema.
Con el liderazgo de la propia Salas y del docente Lic. Fernando Camacho el proyecto inició con la meta inicial de contribuir en la certificación de las obras, pero en el camino detectó muchas otras áreas que requerían atención y en las que se ha venido trabajando siempre en conjunto con la comunidad.
Además de las artes, se han tocado también los asuntos administrativos -se reactivó la cooperativa local que se encargará de la gestión de la denominación de origen y velará por el correcto manejo del negocio- y desde la psicología comunitaria se ha contribuido a mejorar la relación entre los dos pueblos productores. De manera complementaria se han desarrollado investigaciones geológicas para ubicar nuevos focos de extracción de material y próximamente se comenzará a trabajar el tema de las exportaciones.
En todo momento, estudiantes avanzados de cada una de estas áreas han brindado su acompañamiento e incluso se han preparado Trabajos Finales de Graduación que han servido de insumo para el mejoramiento productivo.
El logro de la certificación no finaliza el proceso de cooperación sino que abre nuevas oportunidades para el trabajo conjunto y el apoyo.
Además de la internacionalización de la cerámica chorotega, los encargados del proyecto explican que se debe seguir trabajando en la educación cultural, de manera que las nuevas generaciones aprendan las técnicas y la tradición no se pierda.
Con el trabajo conjunto los mismos pueblos se han logrado redescubrir.
El artesano Miguel Leal explica que se ha generado conciencia sobre el arte que se produce. “Se ha podido refrescar la historia, sabíamos que teníamos una arte que era nuestro pero ahora lo hemos conocido mejor, hemos aprendido de los periodos de la cerámica y es importante”, explicó.
En el proceso, los ochenta talleres existentes en la zona siguen produciendo la auténtica cerámica chorotega que hace única a la zona y que se exhibe con orgullo en casas y oficinas de todo el mundo. Además de un símbolo de identidad, se trata del primer producto no alimentario que logra una Denominación de Origen en América Central.
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