En la Ciudad de la Investigación de la Universidad de Costa Rica existe un rincón que pocos conocen donde crecen variedades de maíz de distintos colores, moras silvestres, grandes ayotes y girasoles gracias a los cuidados del profesor de la Escuela de Geografía Dr. William Zúñiga Venegas.
El profesor aprovechó un espacio olvidado donde crecía la maleza sobre residuos de escombro que quedaron de la construcción del nuevo edificio de Ciencias Sociales que se inauguró en el 2015. Allí donde el suelo es poco apto para la siembra, el profesor ha logrado que crezcan distintas especies de plantas medicinales y comestibles como chayotes, maíz, tomate, romero, culantro, ayote, aguacate, vainicas, entre otras.
El objetivo del proyecto es servir como laboratorio de campo del curso de Biogeografía que imparte él mismo, donde los estudiantes se pueden relacionar directamente con las especies, su origen y su procedencia.
“Muchas de las especies como el tomate de árbol o la uchuva, que son cultivos de los incas, me permiten explicar a los estudiantes el rol que los seres humanos u otras especies han jugado en el proceso de dispersión de estos cultivos”, detalló el docente.
Con este proyecto Zúñiga también intenta demostrar que es posible aprovechar espacios no utilizados alrededor de los edificios en las ciudades y obtener productos comestibles libres de fertilizantes artificiales, insecticidas y herbicidas.
Desde el 2013 el docente empezó a desarrollar la huerta en un pequeño espacio detrás del antiguo edificio de la Facultad de Ciencias Sociales donde sembró maíz, ayote, moras, uchuvas, entre otros cultivos.
Sobre esta primera experiencia recuerda que “el sitio se transformó totalmente porque dejó ser un nido de basura y papeles y comenzó a tener un tono más verde, más bonito” y esto es lo que podría suceder con otros espacios que están en desuso.
Tanto el profesor Zúñiga como la Licda. Melissa Navarrete, gestora ambiental de la Unidad de Gestión Ambiental (UGA), coinciden en que existen muchos espacios como estos en la Universidad que pueden ser aprovechados para la producción de alimentos, y que den apoyo a la docencia y la investigación.
Melissa Navarrete, quien pertenece a un colectivo de huertas urbanas que comenzó a dar sus primeros pasos con la creación de la Huerta Mandala ubicada a un costado del edificio de Microbiología, también reconoce la importancia de articular esfuerzos de las diferentes iniciativas dentro del campus para sacar mayor provecho de los espacios olvidados y lograr que los proyectos se sostengan en el tiempo.
Actualmente con el apoyo de la Escuela de Geografía se pretende hacer un proyecto más amplio con la colaboración de otras unidades para modificar estos espacios y darles utilidad como huertas urbanas universitarias, una propuesta que el profesor ha bautizado con el nombre REO “Recuperación de Espacios Olvidados”.
Las personas o grupos interesados en coordinar esfuerzos pueden comunicarse a la Unidad de Gestión Ambiental (UGA) con Melissa Navarrete, Tel: 2511-3456.
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