Cada día la ciudadanía percibe que en los sitios públicos aumentan los actos lesivos a su integridad física y emocional. La violencia ha ganado terrenos en lugares comunes y con ello se propicia la desolación urbana. El V Informe del Estado de la Región 2016 afirma que América Central es la zona más violenta del mundo entre aquellas que no están en guerra. Aunque en Costa Rica los índices son menores con respecto al istmo centroamericano, la percepción se acrecienta por la cobertura prioritaria de la agenda de sucesos en los medios de comunicación.
Más recientemente, la denuncia de un joven que subió a las redes sociales un video en el que aparece un hombre grabando con su celular a una mujer que caminaba por la Avenida Central de San José puso en el tapete un tema poco reconocido hasta entonces: la violencia y acoso sexuales que viven las mujeres en las calles. Otro de los que ha tomado relevancia mediática en los últimos meses es la situación de vulnerabilidad de las poblaciones sexualmente diversas, que por muchos años ha vivido ataques físicos y rechazo social.
En el primer caso, la Encuesta Actualidades 2015 de la Escuela de Estadística, reveló que un 62 % de mujeres han sido víctimas del acoso sexual callejero en el 2015. En contraste, y como otra expresión del mismo sistema patriarcal, el informe regional citado determinó que el 8% de los centroamericanos justifica la agresión de las mujeres en caso de infidelidad y un tercio afirma que los niños y niñas deben ser golpeados como parte de su crianza.
Por otra parte, el Informe Violencia contra personas LGBTI, difundido en diciembre pasado por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, llama la atención que en toda América Latina los mecanismos estatales de seguridad no están sensibilizados para la atención ante las denuncias interpuestas por agresiones a esa población. De ahí, que los pocos registros no permiten dibujar un panorama claro de la situación. Ese informe concluye que el abuso policial y detenciones arbitrarias por parte de agentes estatales –con frecuencia mediante uso excesivo de la fuerza o abuso verbal–, son motivados por lo que consideran “comportamiento inmoral” en espacios públicos.
Para contribuir con estas discusiones, los docentes Helio Gallardo Martínez y Camilo Retana Alvarado, ambos de la Escuela de Filosofía se dieron a la tarea de debatir sobre cómo se construye la convivencia en las calles costarricenses. Ellos representan a dos generaciones de académicos con distintos puntos de vista sobre estas preocupaciones de gran actualidad. Mismas que ocupan planas de periódicos, que por un lado hablan de derechos y por otro reproducen cotidianamente discursos de sectores que aún se niegan a reconocer como violaciones a los derechos humanos estas vejaciones socialmente justificadas por el ideario sexista fundamentalista.
Fruto de ese encuentro publicaron dos libros, uno se titula La producción social del espacio: el acoso contra las mujeres y el otro es Sexualidades humanas: el abrazo diverso, ambos verán la luz en la Casa Cultural Amón, en el Centro Académico San José del Instituto Tecnológico de Costa Rica. La presentación será el miércoles 24 de agosto, a las 7 p.m. con la presencia de los autores y Mariana Alpízar y Edvan Córdoba, como comentaristas invitados; y Priscilla Alfaro como la moderadora de la actividad.
Aunque son fenómenos abordados usualmente por la sociología o antropología, los docentes Gallardo y Retana, presentaron otro modo de comprender, desde la filosofía, estos problemas sociales concretos, “de modo que podamos acércanos a un rango más amplio de lectores”, afirmó Retana.
El libro sobre el acoso callejero surgió de una discusión entre ambos, tras la publicación de una contribución de Gallardo en el Semanario Universidad. El segundo libro es otro momento de esta discusión, trata la relación entre las violencias estructurales y particulares aplicadas al ámbito de la diversidad sexual. “No es un libro del que salga con una conclusión dada, sino que la idea es presentar una variedad de posturas de manera que los lectores puedan escoger cual criterio les parece más satisfactorio”, explicó el profesor Retana.
En ambos casos, la pretensión no es esgrimir ante los lectores una posición única o dogmática con soluciones sociales. Ganamos cuando tenemos diversidad de criterios, porque de cada uno se siguen acciones políticas especificas. Creo que deben existir muchas estrategias posibles frente a una práctica de dominación”, agregó Retana.
En ambas situaciones subyacen razones estructurales que reproducen la violencia de género y la intolerancia social hacia la diversidad; pero ambos filósofos insisten que son formas inaceptables de violación a los derechos humanos, continuó.
La denuncia del joven Gerardo Cruz Barquero, erigido por los medios de comunicación comercial en cuasi héroe de las mujeres, evidenció un problema que afecta a ciudadanas de todas las edades: la violencia sexual en la vía pública. Según los principios básicos para identificar el sexismo contra las mujeres, planteados por el Observatorio de la Imagen de las Mujeres en la Públicidad (OIMP-UCR), los discursos mediáticos presentan a las mujeres “en una posición de subordinación o dependencia con respecto a los hombres”. Por su parte, los investigadores Marcela Piedra Durán y Danny Esquivel Lobo, ambos del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica (CIEP-UCR), afirman que “la violencia restringe la libertad, hace hostil el espacio público y debilita la ciudadanía. La violencia altera los ámbitos y afecta la vida social en el trabajo, en la familia, en la escuela, y por esta razón, deteriora la convivencia en la ciudad y la calidad de vida de las personas…los objetivos de planificación urbana deben incluir las diferencias de género y la heterogeneidad de necesidades e intereses de las mujeres y los hombres”. Ambos son autores del libro Seguridad ciudadana para las mujeres: Una propuesta de política pública con perspectiva de género, disponible en versión web en este enlace.
En ese mismo sentido, la Dra. Gabriela Arguedas Ramírez, investigadora del Centro de Estudios de la Mujer (Ciem-UCR) y docente en la Escuela de Filosofía, acotó que la solución no es policial, sino que debe romperse con esa dicotomía de lo público contra lo privado, donde se jerarquiza lo masculino frente a lo femenino. Más bien, hablamos de los derechos de las mujeres a habitar los espacios públicos, acabando “con esa pedagogía del miedo que carcome el ejercicio de nuestra voluntad”.
Los espacios públicos, dígase calles, parques, plazas o cualquier ciudad, están configurados a partir de una visión patriarcal; la cual presume que estos son sitios del predominio masculino y la mujer entra en este juego a riesgo propio. En contraparte, la casa, la escuela, las iglesias o los clubes sociales son los lugares naturales y seguros para las mujeres, acotó Arguedas.
A esto se suma, lo señalado por Gallardo y Retana que censuran que “luego del ataque sufrido por el joven denunciante la prensa y lo difundido en redes esfumó a la mujer víctima de la agresión inicial, y también que el hecho, o los hechos, hacían parte de la existencia cotidiana de la ciudad. Las agresiones hablaban de una violencia patriarcal y también de una violencia jurídicamente delincuencial para las cuales Costa Rica no se ha dado ni discernimiento ni apropiadas defensas”. Los autores acotaron que el telón de fondo es el falseamiento político de la existencia cotidiana. Por ello, su discusión resultaría obligatoria para todas las personas.
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