Durante su infancia, David Díaz Arias creció en un hogar dividido electoralmente entre liberacionistas y calderonistas. El escuchó versiones distintas de lo sucedidos durante los 44 días siguientes al 12 de marzo de 1948. Más de seis décadas después se dio a la tarea de escudriñar en los recuerdos de los combatientes, simpatizantes y sus familiares. La idea fue escuchar relatos personales de protagonistas de ambos lados del conflicto; luego contrastarlos con las versiones oficiales que dictaron olvidos y cercenaron memorias.
Fruto de ese esfuerzo, iniciado como parte de los estudios doctorales de Díaz Arias en la Universidad de Indiana, Estados Unidos, concluyó con la publicación del libro titulado Crisis social y memorias en lucha: guerra civil en Costa Rica, 1940-1948, parte de la Colección Historia de Costa Rica del sello Editorial UCR. (ver nota en Suplemento Crisol)
Presentado con gran suceso el año pasado, la investigación fue reconocida como un valiosísimo aporte a la historiografía nacional. Y desde inicios de este año, el Ministerio de Cultura y Juventud le concedió el Premio Nacional de Investigación Cultural Luis Ferrero Acosta, 2015. La obra de Díaz Arias “desnuda la forma en que ese proceso ha sido recordado por diferentes actores individuales, colectivos, institucionales, sociales y políticos, así como los usos y abusos históricos que se han realizado sobre ese proceso histórico y sus participantes; y hacerlo con un acercamiento al lector que genera discusión, ofreciéndole argumentación y análisis”, dijo el jurado seleccionado para este periodo (ver actas en este enlace).
Tras la guerra la historia fue escrita por el bando ganador, y eso implicó que se impusiera una versión única, las demás voces acalladas. En el caso de la Guerra del 48, “los políticos solo la recordaron de manera sesgada y a beneficio de sus luchas. Es cierto que el discurso liberacionista de defensa del sufragio fue el mito que más se afirmó. En realidad creo que fueron las elecciones de 1998 y sus resultados las que le pusieron mucho fin a la continuidad de la guerra de 1948 como recurso político. No obstante, todavía los nombres de los caudillos suenan en términos políticos y se hacen procesiones políticas a La Lucha en un intento de conectar simbólicamente los espacios”, agregó el historiador galardonado.
“El problema del 48 se metió en una caja y se cerró y solo se habla de eso en reuniones familiares y eso descontextualiza todas las historias, lo cual permitió que se siguiera contando en términos de buenos y malos (sin importar el bando) y amparados en lo que decía el abuelo o la abuela”.
La investigación de Díaz se enfoca en tres aspectos fundamentales. El surgimiento del populismo, teniendo como su principal artífice al ex presidente Rafael Ángel Calderón Guardia. En segundo lugar los procesos de violencia legitimada políticamente, y finalmente las diferentes narrativas construidas en la época.
En cuanto a la legitimación para la confrontación violenta, el investigador se propuso cuestionarla, “partiendo de dónde comienza la violencia en individuos específicos, y creo que se demuestra que la violencia inicia por afrentas personales, que luego se justifican al calor de esta retórica política y se legitiman de manera ideológica, que se vehiculizan en aquel marco político tan polarizado”, aseguró Díaz.
Otro aspecto relevante es la relectura de personajes y acontecimientos, como del caudillo José Figueres Ferrer. En el libro hay una mirada nueva de esta figura y del por qué y el cómo él se involucra en ese escenario político. “Hay un intento de desmemorizar al Figueres que conoce la gente e historizar al Figueres que no conoce. Eso me parece que revela facetas del personaje que más de una persona se asombrará de encontrarse”, comentó el historiador.
Pese a que muchos consideran cerrado este capítulo de la historia, para el Dr. Díaz “no es un tema agotado, sino muy popular y que precisa de imaginación para re-inventar su estudio de vez en vez. Hay mucho todavía que se podría hacer sobre el 48, en términos de historia local, internacional, de geopolítica, de redes de intelectuales y activistas, entre otros temas. El cine tiene una beta impresionante en aquella década que casi no ha sido explorada. La literatura tampoco ha bebido como podría de aquellos años para la creación de ficción, con excepción de unas pocas novelas y cuentos. Por eso, el camino está abierto para que se pueda avanzar”.
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