Las universidades son instancias que históricamente han buscado cumplir con funciones y deberes en continua transformación, tanto estos cambios como su impacto resultan de interés para filósofos como el holandés René van Woudenberg. En su criterio, la esencia de la enseñanza parece desdibujarse: nuestra sociedad intensifica el beneficio económico por encima del servicio a la sociedad.
La Universidad de Costa Rica (UCR) no es ajena a este fenómeno ni a la discusión que se genera alrededor de los entornos académicos estudiados por René van Woudenberg, doctor en Filosofía de la Universidad de Yale y catedrático de la Universidad Libre de Amsterdam en Epistemología y Ontología.
Él observa cómo el sistema educativo premia un discurso de “valores como la democracia, la sociabilidad, la individualización y los fines educativos en torno al dominio de habilidades y técnicas como métodos de investigación, el pensamiento crítico, la escritura clara y elegante o habilidades de presentación”, además afirma que ello no basta.
Estas y otras reflexiones fueron parte de la conferencia: ¿Para qué sirve la Universidad de hoy?, organizada por la nueva Red para el Diálogo entre Ciencia y Religión (Redicire), en coordinación con la Vicerrectoría de Docencia y bajo el auspicio de la Fundación Mundial de la Caridad Templeton.
Para René van Woudenberg, como investigador y docente universitario, hay dos preguntas que se entrelazan en la búsqueda del propósito de la universidad: ¿cuál es el fin de la educación? y ¿cuál es el objetivo de la vida?; de acuerdo al especialista, aunque ambas son difíciles de abordar, la respuesta gira más cercana a ésta última.
La gran importancia y la vocación de la educación “es ayudar a los estudiantes a reflexionar sobre el concepto de valor, de forma que puedan tomar decisiones pertinentes durante su época de estudios y más adelante en el ejercicio de su profesión”, enfatizó el filósofo holandés.
Esto lo explica con una situación muy sencilla: es muy valioso ser el destinatario de un premio Nobel por una investigación o producto del trabajo de años, pero si este reconocimiento puede ser comprado de la misma manera que se adquiere un par de zapatos, el premio perdería inmediatamente su valor. En el mismo plano se encuentran los diplomas educativos y la amistad.
El Dr. Luis Fernando Aragón Vargas, catedrático de la Escuela de Educación Física y Deportes (Edufi) de la UCR y coordinador general de la Redicire, cuestiona la formación universitaria de este siglo y la preparación de los estudiantes: “se cometen demasiados errores en el ejercicio de las profesiones y muchos de ellos son de carácter moral o ético”.
El Dr. Aragón Vargas dio como ejemplo el más reciente caso de la empresa automotriz de amplia trayectoria que por medio de un software alteraba los resultados de los controles técnicos de emisiones de motores diesel, acción ilegal llevada a cabo durante seis años por ingenieros calificados y una empresa respetada.
“Los currículos ya no pueden pensarse en contenidos, sino en cómo éstos se relacionan con la realidad personal y social. Profesionales sin ética y sin valores sólidos sobre el bien común y la responsabilidad social tendrán pocas oportunidades en el futuro”, aclara la Dra. Flora Salas Madriz, quien es filósofa, educadora y asesora de la Vicerrectoría de Docencia.
Asimismo, para la Dra. Salas Madriz los cursos de ética profesional deberían ser obligatorios y estar incluidos en todos los planes de estudios, además hizo hincapié en el fortalecimiento de las habilidades sociales y metacognitivas. Esta experta invitó a analizar los valores que predominan en la academia, “poner a debate si son los que deben orientar las acciones universitarias en general y, en particular, la docencia como principal actividad moldeadora de comportamientos en la educación superior”, concluyó.
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