En una sentida crónica en la que entrelazó desde sus sueños de niña puntarenense hasta sus grandes logros como mujer y jurista en el ámbito internacional, la Dra. Elizabeth Odio Benito, recalcó que enseñar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Costa Rica (UCR) es la parte más jubilosa, lúdica y entrañable de su camino.
La Dra. Odio compartió esas y otras remembranzas, durante la Sesión Solemne N° 5832 del Consejo Universitario con la que se conmemoró el Septuagésimo Cuarto Aniversario de la Institución y en la que la UCR le confirió el Premio Rodrigo Facio Brenes.
Durante su alocución, doña Elizabeth recordó su llegada como docente improvisada a la facultad una mañana del mes de marzo de 1968, a solicitud de Jorge Enrique Guier y Carlos José Gutiérrez, ante una inesperada oleada de estudiantes. “Derecho era entonces un reducto patriarcal donde por más de 100 años las mujeres nunca habían ejercido la docencia”.
Esa llamada urgente, le valió a Odio aprender mucho, pues se preparaba lo mejor posible para alumnas y alumnos inteligentes y exigentes. “Con mis estudiantes tuve siempre, de principio a fin de mi carrera docente, relaciones dialécticas: a veces de tesis, a veces de antítesis, a veces de síntesis. Pero siempre los quise mucho y puse lo mejor de mi intelecto y de mis afectos para sacar lo mejor de sus jóvenes mentes”.
Tan sólo once meses mayor que la propia Universidad de Costa Rica, doña Elizabeth indicó que su crecimiento como persona no habría sido posible, si no hubiera tenido la oportunidad de llegar a las aulas universitarias, durante un cambio histórico en la enseñanza universitaria. “Un puñado de visionarios educadores, encabezados por don Rodrigo Facio Brenes, nos abrió un mundo nuevo a las y los bachilleres de 1956, que aspirábamos a entrar en la vida universitaria. Para nuestras jóvenes mentes el desafío se llamó Estudios Generales, Facultad de Ciencias y Letras”.
Los Estudios Generales eran entonces intensas clases de filosofía, matemáticas, sociología, biología, español y arte. “Don Rodrigo y sus colegas, habían planeado cuidadosamente, formar integralmente en ese primer año a los profesionales que un día seríamos y para ello trajeron de Europa a maestros como Constantino Láscaris, Roberto Samuels y Salvador Aguado, quienes se unieron a notables maestros humanistas costarricenses como Abelardo Bonilla, Enrique Macaya, Isaac Felipe Azofeifa, Emma Gamboa, María Eugenia Dengo, Hilda Chen Apuy y Marta Jiménez, entre muchos otros”.
Para ella y sus contemporáneos ese primer año y los que siguieron fueron “luminosos y definitivos”, y en su caso de gran valía para los retos que le esperaban en la práctica de su profesión, en el mundo de la política y en la docencia universitaria.
En ese transitar por su vida, se refirió a ciertos acontecimientos que la marcaron para que más tarde se involucrara en la temática de los derechos humanos y para su ejercicio como jueza en la Corte Penal Internacional, ubicada en La Haya, Holanda.
Contó como en el marco de una Conferencia Mundial de los Derechos Humanos en 1993, fue testigo de dolorosas declaraciones de grupos de mujeres que venían de la guerra civil que hacia 1991 se libraba en la Antigua Yugoslavia y que fueron víctimas de una atroz violencia sexual como parte del conflicto. “No eran solo las mujeres de Bosnia-Herzegovina por ser musulmanas, eran también las croatas, las católicas y las serbias ortodoxas, todas simplemente por ser mujeres. Eran miles repitiendo el patrón histórico de que en cada conflicto armado, en toda guerra, desde el principio de los siglos, las mujeres éramos el botín de los hombres. Un crimen de guerra cubierto por la impunidad histórica de milenios”.
Como jueza de la Corte volvió a escuchar el dolor de las víctimas, mujeres y hombres, niñas y niños, que en los conflictos armados, sufren toda suerte de violaciones a sus derechos humanos.
Y aunque su paso por la Corte, que terminó en el 2012, le dejó un regusto amargo por la lentitud de la justicia, manifestó que los mejores años de ese organismo están por venir. “Sé que los criminales del mundo un día comparecerán ante la justicia penal a responder por sus actos, aunque ello tarde más de 30 años como ha ocurrido con la sentencia que hace pocos días dictó el Tribunal constituido para juzgar a los Jemeres Rojos por el genocidio de Camboya, que costó la vida a cerca de dos millones de civiles inocentes; como esperaron las víctimas de la barbarie contra la etnia maya en Guatemala, perpetrada por Ríos Montt, para oír la sentencia que 30 años más tarde lo condenaba a cadena perpetua; o como esperó la abuela argentina, Estela de Carlotto, 36 años, para abrazar a su nieto desaparecido”.
“De esas pequeñas y grandes victorias de la justicia penal internacional, de los progresos de nuestros derechos humanos, de la misión insustituible de la Universidad de Costa Rica y de la educación para que la nuestra sea una sociedad más justa y equitativa cada día, es que se nutrirán siempre mi optimismo y mi fe”, concluyó.
A partir de ahora Elizabeth Odio Benito se une al grupo de connotados costarricenses que han recibido en el pasado este galardón: Manuel Mora Valverde, Isaac Felipe Azofeifa Bolaños, Jorge Manuel Dengo Obregón, Rodrigo Carazo Odio, Fernando Soto Harrison, Rodrigo Madrigal Nieto, María Eugenia Dengo Obregón, Hilda Chen-Apuy Espinoza, Jorge Enrique Romero Pérez y Guido Miranda Gutiérrez.
El Premio Rodrigo Facio fue instaurado en 1990 para reconocer a personas cuyo quehacer profesional y vital hayan brindado aportes al desarrollo político, social o económico del país y contribuido al avance de la equidad y la justicia social.
Para el Dr. Henning Jensen Pennington, rector de la UCR, es un honor que la Dra. Elizabeth Odio sea parte de la comunidad académica de la Institución, donde además de Catedrática y Profesora Emérita, fungió como Vicerrectora de Docencia.
“Doña Elizabeth, ha sido una persona activa y polifacética, cuya incursión en muy distintos escenarios sociales y políticos, siempre estuvo guiada por propósitos y principios claros, por su esperanza en la creación de un mundo de paz, sin lugar para la violencia y la discriminación, capaz de ofrecer bienestar con equidad y justicia”, recalcó el rector.
Por eso en su opinión resultó más que propicia la conmemoración del Aniversario 74 de la Universidad, para rendir este homenaje a la Dra. Odio, quien con acciones se ha esforzado por convertir en realidades concretas, principios y aspiraciones abstractas a los que la humanidad siempre ha aspirado como la defensa de los derechos de todos los seres humanos, en particular los de las mujeres, las víctimas de la violencia y los que viven en pobreza.
Por su parte el M.Sc. Eliécer Ureña Prado, director del Consejo Universitario, aprovechó la ocasión para resaltar la labor de la Dra. Odio y para destacar los aportes que durante más de siete décadas ha dado la UCR a la sociedad costarricense.
“Hoy nuestra universidad tiene grandes motivos por los que celebrar, como son el crecimiento en el número de estudiantes, profesores altamente calificados, un creciente número de carreras de grado y posgrados, el fortalecimiento del vínculo universidad-sociedad, más y mejores servicios estudiantiles, mayor internacionalización de docentes y estudiantes, y avances en temas de regionalización, entre otros”.
Destacó además como la Institución, fiel a su trayectoria histórica y a la constante búsqueda de la verdad, desarrolla este 2014 el VII Congreso Universitario, que a su juicio constituye la máxima instancia deliberativa y de mayor incidencia e impacto para la universidad que queremos en el futuro y que el país necesita. “En la comunidad universitaria se tiene la seguridad y confianza de que este Congreso permitirá visualizar y definir las estrategias apropiadas para lograr los cambios que nuestra universidad requiere para cumplir a cabalidad con los fines y propósitos que orientan su acción en la próxima década”.
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