El paisajismo, la promoción de la salud y las ciencias sociales se unen para repensar la ciudad como un espacio donde las personas puedan vivir bien, con facilidades para transportarse hacia sus trabajos, con servicios a su alcance, lugares para la recreación y el deporte, donde puedan establecer relaciones significativas interpersonales y con el espacio mismo.
No obstante, la Gran Área Metropolitana (GAM) se presenta como la antítesis de una cuidad saludable, un centro de población agobiado por el tránsito, la contaminación, la inequidad y la exclusión social, según los datos presentados en la mesa redonda “Ciudades saludables. Perspectivas y retos en Costa Rica”.
En esta actividad organizada por la Escuela de Salud Pública, que se realizó el 12 de setiembre en la Biblioteca de Ciencias de la Salud participaron; el arquitecto Carlos Umaña Gambassi, las sociólogas M.Sc. Wendy Molina y M.Sc. Laura Paniagua Arguedas y el Gestor en promoción de la salud Roosevelth Gómez Oviedo.
La problemática de la vida en ciudad preocupa a estos profesionales de diferentes disciplinas conforme aumenta la población urbana, no sólo en Costa Rica, sino en todo el mundo. En la actualidad, aproximadamente la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas y se estima que para el año 2030 aumentará a un 60%, lo cual plantea grandes retos para la salud pública y el urbanismo.
La urbanización sigue vinculada a muchos problemas de salud como la contaminación del agua y del medio ambiente, brotes epidemiológicos, los accidentes y violencia, junto con nuevos problemas como el sedentarismo, la contaminación atmosférica, el ruido, la soledad, la falta de vínculo y apoyo social, señaló Gómez.
La GAM es una ciudad difusa; segregada, fragmentada, sin estructura cohesiva, dispersa funcionalmente y que consume gran cantidad de espacio, recursos y energías, según explicó la M.Sc. Wendy Molina, basada en un estudio económico de la GAM, realizado por el CIMPE de la Universidad Nacional (UNA) para el PRUGAM en el año 2007. Esta ciudad se caracteriza por el crecimiento urbano descontrolado, carencia de infraestructura vial adecuada, transporte público ineficiente, crecimiento de la flota vehicular, falta de programas de reciclaje y gestión municipal deficiente.
Molina destacó que este tipo de desarrollo en la GAM genera altos costos económicos y sociales, principalmente asociados a la congestión vial; como el incremento en los tiempos de desplazamiento de personas y entrega de bienes y servicios, accidentes de tránsito, enfermedades relacionadas con la contaminación del aire, contaminación por desechos sólidos, violencia e inseguridad ciudadana.
A diferencia de una ciudad compacta y saludable, en esta ciudad difusa las personas pierden su tiempo trasladándose a sus trabajos, los embarga un sentimiento de insatisfacción e incertidumbre y carecen de lugares donde establecer relaciones, pues su paso siempre es efímero y funcional.
En una misma ciudad, ricos y pobres viven en diferentes mundos epidemiológicos donde las personas de escasos recursos tienen el doble de incidencia de padecer enfermedades crónicas transmisibles y no transmisibles, comentó el promotor de la salud Roosevelth Gómez. Ante esta realidad señala que “la ciudad se erige en un órgano contaminante, consumidor de recursos y generador de exclusión social y un ente económico irresponsable.”
Para la investigadora Laura Paniagua estas diferencias son palpables en La Carpio, la comunidad autoconstruida más grande del país, donde habitan unas 25 mil personas en un terreno de 60 hectáreas, de ellos un 60% son costarricenses y el resto nicaragüenses y de otras nacionalidades.
Paniagua quien participó en el proyecto “La Carpio. La experiencia de segregación urbana y estigmatización social” entre el 2005 y 2008, asegura que La Carpio es un lugar geográfico pero sobre todo simbólico donde la sociedad costarricenses “desecha” aquello que no quiere reconocer como suyo.
Esta comunidad se enfrenta a la estigmatización y la exclusión, pero además a los problemas de salud y ambientales asociados al funcionamiento del depósito más grande de basura de la GAM que se instaló al oeste de la comunidad en el año 2002 generando un tráfico de 550 toneladas de basura al día. A esto se sumará la planta de tratamiento de aguas negras que construye el AyA en la entrada de la comunidad y cuyo impacto se desconoce.
Para el arquitecto Carlos Umaña lograr ciudades saludables podría ser sencillo y económicamente factible con ayuda del paisajismo, una disciplina que cada vez cobra más importancia pues tiene la capacidad de integrar el diseño con infraestructura de trasporte, componentes sociales, económicos y políticos.
Según Umaña, la idea es tener más y mejores lugares para vivir, donde el paisaje no sea una comodidad sino un elemento importante de la infraestructura urbana, capaz de generar ciudades más saludables. Esto se ha logrado en otras ciudades como Nueva York o en Seúl donde se han recuperado importantes espacios mejorando las condiciones de vida de la población, beneficiando el ambiente e incluso aumentando el valor de la tierra.
Para lograr una ciudad saludable, el Gestor de promoción de la salud, Roosevelth Gómez, considera necesario reorientar los enfoques tradicionales de la salud y reconectar el urbanismo con la salud pública en el marco de una buena gobernanza, que reduzca las desigualdades, facilite el desarrollo y potencial de las personas en sus aspectos físicos, psíquicos y sociales. En su opinión, la promoción de la salud y la planificación urbana deben trabajar unidas en aspectos como la cohesión social, estilos de vida, oportunidades de empleo, servicios, vivienda, calidad del aire, el suelo, la seguridad y la estética.
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