Las carencias y las dificultades de la vida diaria desaparecen cada tarde para 70 jóvenes liberianos que asisten a la Escuela Deportiva Permanente de la Sede de Guanacaste de la Universidad de Costa Rica (UCR) dedicada a la enseñanza del fútbol. Atrás quedan los problemas familiares y económicos. Al frente está la meta de crecer futbolísticamente y lograr una oportunidad para salir adelante.
La escuela es una opción gratuita que se ofrece a estos jóvenes de áreas urbano marginales para aprender las técnicas del fútbol, desarrollarse como personas y medirse contra sus semejantes de la región Chorotega y del resto del país, en los torneos de la Liga Nacional de Fútbol Aficionado (Linafa).
Los muchachos que participan en este proyecto viven en barrios donde los problemas de alcoholismo, drogadicción y violencia son comunes; como Corazón de Jesús, Curime, Nazareth, Terreros, San Roque y La Guaria, entre otros lugares de Liberia. Algunos llegan desde zonas muy alejadas como Quebrada Grande y Santa Cecilia ubicados a más de dos horas de viaje.
El proyecto está a cargo del entrenador Omar José Zapata, quien desde hace 17 años se dedica a formar talentos y mejores ciudadanos en esta escuela deportiva, continuando con la labor del profesor Guillermo Zamora, quien fundó la escuela hace más de 19 años. Desde entonces, han pasado varias generaciones de muchachos y el objetivo sigue siendo aportar a su desarrollo integral a por medio del fútbol.
El profesor Zapata conoce bien la situación que viven muchos de estos jóvenes en sus hogares, sabe quiénes tienen a sus padres en la cárcel, quienes trabajan duro en el campo o en la construcción, los que están en el colegio y los que ya no quieren seguir estudiando.
A pesar de las dificultades y la falta de recursos económicos, ellos llegaron a ser los subcampeones en la Cuarta División en el torneo de Linafa del 2012, donde participan los nacidos entre 1994 y 1995. Según detalló el profesor, además han tenido oportunidad de intercambiar con las ligas menores de equipos extranjeros como el Comunicaciones de Guatemala y el Olympia de Honduras; y los que son mayores participan en el Campeonato de Fútbol Universitario.
Con orgullo, comenta que de esta escuela han salido jugadores hacia la Liga de Ascenso (Liasce) y Primera División como; Allen Guevara, Francisco Flores Zapata, Jason Espinoza, Harold Miranda, Cristian Gamboa, entre otros.
La UCR aporta tres canchas para entrenamientos, gimnasio de pesas, piscinas y servicios de atención psicológica. Además de la compra de bolas, chalecos, uniformes y el pago de arbitraje para los partidos. No obstante, el presupuesto resulta limitado para costear el trasporte para partidos y gastos de alimentación, según explicó Minor González, actual coordinador del proyecto.
“El proyecto es tan noble y tiene tan buenas intenciones que las sede en su totalidad le ha estado brindando la mano” asegura González, no sólo aporta la coordinación de Acción Social, sino que cuenta con el apoyo de las coordinaciones de Docencia y de Vida Estudiantil. Además, cuentan con la colaboración de varios funcionarios que apoyan facilitando materiales e incluso aportando de sus propios bolsillos.
Uno de los colaboradores es Eithel Vallejos Ruiz, un docente de agronomía quien está convencido de que entre estos jóvenes hay algunos muy talentosos que pueden tener futuro en el fútbol profesional. Sin embargo, señala que no todos van a llegar a Primera División, pero con un poco de estímulo todos podrían llegar a terminar sus estudios de secundaria e incluso hacer una carrera universitaria.
Uno de ellos es el delantero José Ángel Rivera Cerdas, quien está en octavo año y aunque tiene sólo seis meses de formar parte del equipo, ya tiene opciones de llegar a jugar con el Club de Fútbol de la Universidad de Costa Rica. “Son oportunidades que el profesor me dijo que no desaprovechara y que no dejara ir, que siguiera metiéndole más y más cada día para salir adelante”, afirmó el joven.
Más allá de obtener nuevos conocimientos y experiencias en la cancha, la escuela es un espacio de recreación, donde estos jóvenes pueden conocer amigos, divertirse e invertir su tiempo en una actividad que les beneficia en su salud física y mental.
Este es el caso de Juan Diego Rivera Cascante, vecino del barrio Corazón de María. Él tiene 19 años, dejó los estudios de primaria y se metió en drogas, pero desde hace cuatro años decidió cambiar las drogas por el futbol. “Ahora me dedico al deporte porque me gusta, aquí me distraigo, me siento bien y gracias a Dios que estoy alejado de eso” aseguró el joven, quien realiza trabajos ocasionales chapeando o limpiando patios para poder comprarse sus implementos deportivos.
Alexander Villalobos Ortega, entró al equipo a los 14 años, pero al cumplir la mayoría de edad debió dejar la escuela de fútbol, junto con unos 50 compañeros de su generación que superaban la edad, y a partir de ahí buscar su propio camino con lo que había aprendido. “Uno siendo joven aprende muchas cosas del futbol como el compañerismo que me sirvieron para llegar a segunda división y hacerlo bien, sin la escuela de fútbol no hubiera aprendido nada y estaría mejenguiando en los barrios”, comentó este liberiano.
Al concluir su paso por la Escuela Deportiva Permanentes de Sede de Guanacaste muchos de estos jóvenes como Alexander siguen esperando por una oportunidad para jugar con un equipo de primera o segunda división. Otros continúan sus estudios en colegios nocturnos, mientras trabajan de día para ayudar a sus familias. No obstante, todos ellos se van con lo aprendido: el valor, el trabajo en equipo, el esfuerzo, el compañerismo y las ganas de seguir adelante para construirse un futuro.
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