Los altos niveles de pobreza, de discriminación, la violencia sexual, la falta de reconocimiento del aporte femenino y el abandono de los Gobiernos son parte de los problemas que le impiden desarrollarse a las mujeres de la región sur-sur del país y que las mantienen en una situación de desventaja en relación con los hombres.
Esta situación se analizó en una mesa redonda denominada Las mujeres del sur-sur: Desafíos para superar las inequidades de género, realizada el 5 de diciembre y organizada por el Programa de Estudios sobre Sociedades Indígenas, de la Escuela de Antropología de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Funcionarias del Ministerio de Salud, de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) y de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) expusieron su experiencia de trabajo en los cantones de Corredores, Golfito y Coto Brus, con mujeres indígenas, no indígenas rurales e inmigrantes.
La Mag. Jeimy Juárez Carmona, del Área de Salud de la CCSS, en Corredores, explicó que esta institución atiende a estas tres poblaciones mediante programas sobre cultura alimentaria, lucha antivenérea, salud integral y producción local para el autoconsumo y la comercialización, entre otros.
A su juicio, los principales problemas que afectan a las mujeres del cantón de Corredores son el desempleo, la violencia, la explotación, la escasa participación política y las brechas de género.
“Las mujeres no tienen acceso al empleo porque deben amamantar a sus hijos, a pesar de que están mejor preparadas”, afirmó la profesional.
Para la Licda. Pamela Vargas Chaves, también funcionaria de la Caja, las mujeres de la zona sur del país se desenvuelven en un “contexto altamente machista”, su trabajo no es valorado socialmente pese a su potencial y a su capacidad de sobreponerse ante los problemas.
“Hay mucha informalidad en el trabajo femenino y lo que ellas ganan es para el consumo familiar”, amplió Vargas.
La funcionaria aseguró que son las mujeres las que tienen mayor participación en el desarrollo comunitario y se movilizan para obtener servicios y recursos públicos.
Esta situación responde a “un modelo de desarrollo excluyente que impacta de manera diferenciada a los hombres y a las mujeres”, agregó.
La Licda. Lizeth Contreras Campos, funcionaria del Área de Salud de la CCSS en Coto Brus y la Licda. Yessica Rivera Chacón, de la OIM, comentaron su experiencia de trabajo en comunidades del territorio gnöbe-buglé, en donde brindan atención en salud y promueven la prevención de las enfermedades.
Esta población no solo habita en zonas apartadas, con poco acceso a los recursos, sino que el 33 % vive en condiciones de pobreza y el 14 % de pobreza extrema, superando el índice nacional, calculado en un 20,6 %, según el último Informe del Estado de la Nación.
Señalaron que ese cantón es pionero en el país en cuanto a la búsqueda de integración de distintos modelos de medicina, al inaugurar recientemente el primer Equipo Básico de Atención en Salud (Ebais) intercultural, en el que labora personal indígena y no indígena y las personas eligen entre el modelo de medicina tradicional indígena o el modelo de medicina no indígena.
Asimismo, las funcionarias capacitan a estudiantes de colegio en el tema de la salud y a asesores culturales, que son multiplicadores del conocimiento, debido a que la cultura gnöbe-buglé es oral y no existe un sistema de lectoescritura en el idioma gnobere.
Otro de los aspectos mencionados es la dificultad de trabajar con las mujeres de forma separada y no en grupos mixtos, debido a que en estos ellas tienen poca participación durante las actividades. “Si su pareja no las autoriza, ellas no hablan”, manifestaron las funcionarias.
Aunque las expositoras son del criterio que existe inequidad de género en cuanto a la distribución de roles en este pueblo indígena, se cuestionó si estas relaciones de género están basadas en la tradición o si fueron adquiridas recientemente de la cultura dominante.
Al respecto, la Mag. Carolina Quesada Cordero, de la Escuela de Antropología de la UCR, opinó que son las mujeres las llamadas a definir qué consideran cultural y qué no. La cultura no es estática y las generaciones jóvenes pueden cambiar, argumentó.
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