Construir un modo distinto de aproximación al conocimiento y a la realidad es uno de los planteamientos principales de la transdisciplinariedad, un movimiento intelectual yacadémico surgido a finales de los años ochenta, alrededor del cual se conversa esta semana en el IV Congreso de Transdisciplinariedad, Complejidad y Ecoformación 2010, que se realiza en la Universidad de Costa Rica (UCR).
El Dr. Basarab Nicolescu, uno de sus principales exponentes y fundador del Centro Internacional de Estudios e Investigación de la Transdisciplinariedad (Ciret, por sus siglas en francés), y la Dra. Denise Najmanovich, epistemóloga y profesora de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina, intercambiaron ideas en torno a los fundamentos teóricos y epistemológicos de la transdisciplinariedad, la complejidad y la ecoformación.
Ambos participaron como invitados especiales del Congreso y compartieron sus puntos de vista en el Sillón de la Tertulia, un espacio para el diálogo.
Nicolescu, físico cuántico, propone la transdisciplinariedad como una forma de entender el mundo y de lograr el equilibrio entre la mentalidad y el ser de una manera integral, como lo explica la M.Sc. Eleonora Badilla Saxe, catedrática de la UCR y coordinadora del Congreso, en el artículo “Mentalidad y ser”, publicado el 17 de febrero, en la edición No. 1839 del Semanario Universidad, en donde ahonda sobre los planteamientos del académico francés de origen rumano.
Por lo tanto, la transdisciplinariedad es un concepto distinto que va más allá de la multidisciplinariedad y la interdisciplinariedad, términos surgidos a mediados del siglo XX.
En su exposición, Nicolescu argumentó que la transdisciplinariedad es una ruptura con las formas históricas de pensamiento. Expresó que el problema central de la filosofía de todos los tiempos ha sido el poder comprender la relación entre el sujeto y el objeto.
Durante la premodernidad, el sujeto estaba integrado dentro del objeto, lo cual originó el pensamiento mágico que rige a muchas religiones del mundo.
La modernidad, a partir del Renacimiento, marcó una ruptura en el pensamiento al separar al sujeto del objeto. “Todo nuestro mundo actual nació de esta ruptura”, dijo Nicolescu, incluidas la tecnología y la ciencia.
El pensamiento posmoderno se caracteriza por una mezcla de ideas de los dos períodos anteriores, en donde ya no existe el objeto y predomina el sujeto. “Es un proceso de inversión de la premodernidad, ahora todo está en construcción”, detalló.
De acuerdo con la M.Sc. Badilla, Nicolescu formuló una nueva metodología, complementaria a la metodología científica tradicional, para poder comprender otros saberes y conocimientos, como por ejemplo la conciencia.
Los tres postulados metodológicos de la transdisciplinariedad son la noción de los niveles de Realidad, el de la complejidad y el del tercero incluido.
En sus propias palabras, Nicolescu aclaró que la transdisciplinariedad retoma al sujeto y al objeto y propone un tercer elemento, que es el que aparece “oculto” en el discurso, mas no en la experiencia. “Este tercer elemento no se somete, es independiente y engloba al objeto y al sujeto, los incluye”, no en el sentido de una fusión de elementos, sino en función de una lógica distinta.
Pensamiento lineal frente al pensamiento complejo
La Dra. Najmanovich sostuvo que el pensamiento de la modernidad “es regular, lineal y mecánico, y funciona dentro de las explicaciones causales locales”. Todo lo demás –afirmó– queda fuera de su foco.
Para la especialista, este pensamiento organiza al mundo dentro de una sola configuración, lo cual desde su punto de vista no es bueno ni es malo, “el problema es que nuestra cultura ha convertido esos paradigmas en fetiches, en altares sagrados, a los que les pone la carátula de la única y verdadera realidad científicamente comprobada y deja afuera a otros universos de experiencia”.
La filósofa resaltó que durante la modernidad se configuró un mundo que quedó engrillado dentro del lenguaje matemático, “que se supone ser lenguaje de dios”, y que constituye una forma de relación del ser humano con la naturaleza, predominante aún. “Cuando hablamos, decimos, el ser humano frente a la naturaleza, no el ser humano en la naturaleza. Se crea entonces un imperio dentro de otro imperio, porque el ser humano está fuera de esa naturaleza”, explicó.
Al referirse al pensamiento complejo, enfatizó en que la noción de dinámica entre sujeto y objeto es una de las que puede dar más posibilidades para comprender esta otra forma de entender la realidad.
Por eso es necesario dejar atrás la idea de la interacción entre un sujeto activo hacia un objeto pasivo y de vivir y experimentar el mundo en todas sus dimensiones humanas de interacción; precisó que es dar lugar al infinito, que significa reconocerse dentro, partícipe, productor y producido por la naturaleza, en vez de ser un observador externo.
“Es interesante pensar no en términos de monismos o de dualismos, sino recuperar la perspectiva que algunas filosofías, incluidas las de muchos pueblos indígenas de Latinoamérica, que suelen no aparecer en los registros del conocimiento científico legitimado, y que partían de una concepción activa del universo”, comentó.
A su juicio, la complejidad puede absorber infinitas configuraciones de mundo sin negar unas y otras. “Por eso tiene una fuerte carga ética y estética”, expresó.
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