La obra de José Martí como pensador y dirigente político en favor de la liberación de su pueblo del colonialismo español es tan importante como su producción literaria, como orador y como periodista.
Así lo aseguró el Dr. Ibrahim Hidalgo, historiador cubano, autor de varias publicaciones sobre Martí y miembro del consejo científico del Centro de Estudios Martianos, quien analizó el ideario político del prócer en la conferencia José Martí y el Partido Revolucionario Cubano: emancipación y democracia, organizada por el Posgrado Centroamericano en Ciencias Políticas de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Hidalgo visitó el país para participar en el VIII Encuentro Internacional de Cátedras Martianas, Martí y la previsión de una segunda independencia para nuestra América, organizado por la Cátedra José Martí de la Sede del Pacífico de la UCR, ubicada en la ciudad de Puntarenas.
Nacido en La Habana, Cuba, el 28 de enero de 1853 y muerto en combate el 19 de mayo de 1895, en esta isla caribeña, el pensador cubano “tenía la característica de ser hombre de acción y de pensamiento, organizador de una guerra e intelectual orgánico”, expresó Hidalgo.
Recordó que el 10 de abril de 1892 Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano (PRC), la agrupación político-militar que organizó la lucha armada contra el régimen colonialista español y sentó las bases de una república libre.
Según el conferencista, Martí desarrolló su pensamiento a partir de “las tradiciones progresistas del pensamiento universal y cubano”, muy influenciado por las ideas patrióticas e independentistas y la defensa de la nacionalidad cubana de tres grandes pensadores de su país, como fueron Félix Varela, José de la Luz y Caballero y Antonio Saco.
Además, tomó el ideario más avanzado de los sectores liberales cubanos, que durante la guerra de los diez años (1868-1878) se enfrentaron al colonialismo español para liberar a su país y abolir la esclavitud.
En 1880, Martí también se unió a los preparativos de la “guerra chiquita”, la cual duró sólo un año, pero en esa oportunidad fue tomado preso y deportado a España, desde donde huyó hacia Nueva York, en donde vivió hasta 1895. En esa fecha partió hacia República Dominicana, para desde allí trasladarse a su país y unirse a la insurrección.
“Martí consideraba necesario que la convocatoria a un nuevo enfrentamiento bélico debía contar con un programa político, de carácter popular y democrático, único modo de incorporar a las grandes masas a la transformación profunda de la realidad colonial”, afirmó el Dr. Hidalgo.
Agrupación multiclasista
José Martí creó el PRC como una agrupación multiclasista, pues él tenía como propósito “superar las causas que mantenían desunidos a los patriotas frente a sus enemigos, mediante la creación de un espacio político en el que “se juntaran cuantos estuvieran dispuestos a la acción revolucionaria sin limitación alguna por el color de la piel, la nacionalidad, la posición social y otros”, señaló el historiador.
En esta organización política se introdujeron formas de dirigir desconocidas hasta entonces. Por ejemplo, se crearon clubes, cuyos miembros se encargaban de elegir en forma democrática a sus directivas y los miembros del consejo, una instancia intermedia formada por dos funcionarios: el delegado y el tesorero.
Los clubes tenían derecho a la inspección, proposición y reformas, así como a objetar y deliberar sobre los asuntos generales del partido. El delegado, por su parte, debía rendir cuentas anualmente e informar sobre el uso del dinero.
El nivel intermedio fue concebido como un órgano encargado de la fiscalización de los funcionarios electos y para someter al delegado a la revisión continua de sus actos. Éste tenía que contar con el cuerpo del consejo para dirigirse a las asociaciones o clubes, lo cual significaba que prevalecía el criterio colegiado y una fuerza colectiva, en lugar de la fuerza de una sola persona.
Como parte de dicha agrupación, Martí creó el ramo de la guerra y al frente de esta ubicó al general Máximo Gómez, responsable de organizar dentro y fuera de la isla al ejército libertador, que debía obtener la victoria de Cuba y Puerto Rico, las últimas colonias de España en el Caribe.
Los otros aspectos de la organización militar secreta dependieron del pensador cubano, quien formó redes dentro de Cuba, que consistían en pequeños núcleos o células con un jefe, quien únicamente conocía a un jefe territorial, pero no a otros miembros de la organización. Este sistema fue muy utilizado durante el siglo XX en Latinoamérica por grupos insurgentes.
Otra tarea que Martí desarrolló fue la ideológica, con el fin de demostrar la necesidad de la guerra, unir a los revolucionarios, atraer a los indecisos y lograr contribuciones para financiar las tareas organizativas.
El ser humano constituyó el centro de la concepción emancipatoria martiana, afirmó Hidalgo, y uno de los aspectos más importantes a los que el maestro dio énfasis fue la participación ciudadana en la fundación y conducción de las futuras repúblicas democráticas.
“Para Martí –amplió el académico cubano- no bastaba la simple movilización de las personas, sino su integración a la lucha por la identidad cultural y a la reafirmación nacional con plenos derechos individuales, en la construcción de un mundo nuevo. De esta forma se potenciaría la capacidad del ciudadano para discutir la toma de decisiones públicas, fiscalizarlas y ser actor en sus aplicaciones”.
El antirracismo era parte esencial de su pensamiento humanista y un elemento imprescindible para la unidad nacional, en un pueblo muy diverso étnicamente y en donde el régimen esclavista fue abolido de forma muy tardía. Cuba abolió la esclavitud en 1886.
En el documento programático conocido como Manifiesto de Montecristi, Martí concibió la guerra como la suma de voluntades y no el triunfo de un partido cubano sobre otro. Para él, “la revolución era del pueblo y para el pueblo”, dijo Hidalgo.
Al mismo tiempo, el apóstol de la independencia cubana preconizaba la igualdad de derechos de todos los seres humanos. “Pensaba que los ciudadanos eran los creadores y defensores de una cultura propia, mestiza y enraizada en el proceso histórico nacional, capaz de garantizar la independencia y de impedir un nuevo sometimiento a otro país, no solo en el orden político y económico, sino en lo espiritual”, comentó el estudioso de la obra política de Martí.
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