Girasoles, rosas, agapantos y popis forman parte de la explosión de color con que la artista Margarita Facio nos sorprende, en la exposición que está presentando en el vestíbulo del edificio Administrativo A de la Universidad de Costa Rica.
Está conformada por once obras donde la artista plasma su amor por la naturaleza y en especial por las flores de su jardín, las cuales no solo cuida con solícito esmero sino que también le sirven de inspiración para sus cuadros.
Y es que a sus 85 años a Margarita la sigue ilusionando y conmoviendo el hecho de pintar nuestra naturaleza, como cuando tenía ocho años y tomaba los tizones de la cocina para hacer trazos de todo cuanto veía en la hacienda de su padre Alberto Chavarría Escalante, en San Marcos de Tarrazú.
Los animales del campo, las flores de café, los recolectores de este grano, todo era motivo de inspiración para esta artista que no ha dejado de pintar desde su infancia, y en cuyas obras siguen estando presentes nuestros campesinos y paisajes.
Esta muestra pictórica de doña Margarita es un homenaje a su maestro Manuel de la Cruz González, en el centenario de nacimiento.
La curaduría de esta exposición estuvo a cargo de la pintora Gisela Stradtmann Johanning y la museografía del artista Luis Paulino Delgado Jiménez.
Pintora de eterna juventud
Según expresó don Luis Paulino “la distinguida dama Margarita Chavarría González, conocida como Margarita Facio es, sin duda, una artista que nació, creció y vive para expresarse con lo colores de la eterna primavera. Su colorido denota la alegría de vivir, la explosión de existencia, en la cual el tiempo y el espacio se unen al unísono para establecer lo “eterno”, aquello que hace que las décadas sean tan frescas cual niña que lanza al viento su larga cabellera y forma un arco iris, que no es otra cosa que las series de obra al óleo que ha logrado en setenta años de ininterrumpida labor pictórica”.
También señaló que “Margarita Facio, a sus 85 años, es un ejemplo de vitalidad, solidaridad, trabajo, empeño y laboriosidad, que hacen que su belleza, física, artística y espiritual nos permita catalogarla como la pintora de la eterna juventud”.
Por su parte, el pintor y curador Luis Chacón González expresó que “lo más increíble de esta dama en la tercera edad, es la energía que inyecta su trabajo. Siempre le digo que es como una niña brincando suiza al ver estas obras cargadas de energía vital… es como si en sus pinceles estuviese impregnado el arco iris y fuese este quien construye sus composiciones florales. Margarita es un ejemplo de una vida inteligente, transcurrida acertadamente, organizada, felizmente aceptada”.
La artista
Evocando sus inicios en el campo de la pintura doña Margarita trae a su memoria la figura de su profesora de Artes en el Colegio de Sión, Mere Marie Andrea de Sión, quien marcaría su vida y sería una gran influencia para ella. Mere Marie le dio clases especiales de pintura, y le enseñó dibujo, acuarela, óleo, repujado en metal y cuero.
“Cuando ella falleció yo vivía en Panamá y me dejó como herencia su misal, su tarrito de pinturas y una estampa de María con un mensaje, que nunca me preocupara porque la Virgen desde el cielo siempre cuidaría de mi y de mi familia”, rememora con cariño doña Margarita.
También recuerda que, si bien la casa de su familia estaba ubicada frente a la Academia de Bellas Artes, en la avenida 5, Calle 1, en aquella época no era común que las mujeres frecuentaran las universidades, por lo que su padre decidió pagarle profesores privados que le enseñaran arte.
Entre los maestros que más influyeron en sus obras, doña Margarita menciona a don Manuel de la Cruz González, quien fue su profesor durante varios años, el artista argentino Eduardo Barracosa, quien le dio clases en el taller que posee en su casa, y actualmente Luis Chacón, de quien aprendió a pintar acrílicos y “quien la llena de energía, ilusión y color”.
Doña Margarita se casó con el campeón nacional de natación Álvaro Facio Segreda. Ella está muy agradecida con Dios por la vida que le ha dado, sus 5 hijos, 14 nietos y 9 bisnietos.