Los retos que enfrentan las universidades públicas ante los cambios vertiginosos del mundo actual fue tema de discusión en los últimos días en la Universidad de Costa Rica, aprovechando la visita de la académica mexicana, Maestra Lourdes Chehaibar Náder.
Especialista en pedagogía, investigadora y profesora de la Universidad Autónoma de México (UNAM), Chehaibar afirmó que las transformaciones y reformas en las universidades públicas “han redefinido su relación con el Estado y con la sociedad”.
En su análisis del caso de la educación superior de México, la profesora universitaria destacó las nuevas reglas del juego impuestas a las universidades públicas desde finales de los años ochenta, como resultado de la liberalización de la economía, el fin del Estado benefactor y su sustitución por un Estado evaluador.
Financiamiento: forma de control
La contención del gasto público destinado a la educación es uno de los aspectos que más ha afectado a las universidades en México, país en donde la mayor parte de la matrícula corresponde a instituciones públicas y autónomas.
Solo la UNAM, uno de los centros de educación superior más grandes de América Latina, tiene alrededor de 260.000 estudiantes, más de 33.000 académicos y su personal administrativo está compuesto por 30.000 personas.
Según la Maestra Chehaibar, el financiamiento estatal se ha convertido en “una estrategia de control y de poder” muy fuerte por parte del Estado, el cual ha adoptado las políticas de los organismos financieros internacionales y le ha abierto la puerta al mercado.
“Ese Estado se mete más en la definición de las políticas educativas y lo hace a través del financiamiento. En otras épocas, los recursos se incrementaban de acuerdo con el número de alumnos, de académicos y de los índices de inflación. Ahora, el financiamiento extraordinario es el importante, y está asociado a proyectos específicos que son evaluados por el Estado desde sus criterios”, aseguró.
Para la académica de la UNAM, este modelo de financiamiento ha provocado en México el crecimiento de las desigualdades, porque las universidades más pequeñas y menos consolidadas tienen menores probabilidades de acceder a los recursos económicos extraordinarios.
Académicos: también afectados
El personal académico también ha sufrido las consecuencias de las nuevas políticas estatales dirigidas al sistema de educación superior, porque ha tenido que adaptarse a una nueva lógica de producción que los obliga a trabajar más para obtener ingresos adicionales al salario.
“El salario está muy deteriorado y es poco competitivo”, sostuvo Chehaibar, a lo cual se suma el hecho de que el profesorado de las universidades públicas mexicanas no puede jubilarse, porque ello implica tener que quedarse con ingresos que representan cerca de una cuarta parte de su salario.
Otro cambio profundo que ha experimentado el sistema de educación superior en México es la expansión de la educación privada y el crecimiento de ofertas transnacionales, con niveles de calidad muy desiguales y sin una regulación adecuada por parte de las autoridades estatales.
En el sistema de educación mexicano conviven más de 1.500 instituciones; no obstante, la mayor parte de la matrícula universitaria corresponde a universidades públicas y autónomas, a pesar de que han crecido muchísimo las privadas.
A criterio de la académica, “no hay una regulación por parte del Estado mexicano de la calidad de la enseñanza privada, y en muchos casos se trata de instituciones con fines de lucro exclusivamente, que además abren carreras comerciales, baratas, que no son las que el país requiere”.
Ante este panorama, las universidades públicas siguen estando muy comprometidas con el impuso de áreas del conocimiento que son vitales para el desarrollo de esa nación, como son las ciencias naturales y exactas, las ingenierías y carreras tecnológicas.
Finalmente, Chehaibar compartió con la comunidad universitaria costarricense sus ideas en torno a los desafíos de las universidades públicas en América Latina en el nuevo milenio: “Recuperar el sentido de pertenencia, de colegialidad, de compromiso y de colectividad. Reconocernos en un trabajo intelectual creativo, no a destajo y no controlado. Recuperar la pasión por la enseñanza, por la investigación, por la búsqueda de nuevas alternativas. Recuperar esa mirada utópica de futuros mejores. Tenemos con que responder a ello, hay una masa crítica históricamente consolidada en las universidades públicas”.
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