La educación de la población, especialmente de las zonas costeras, así como el diseño de un sistema de alerta contra tsunamis para Centro América, fueron algunas de las recomendaciones hechas por los expertos en el foro El terremoto-tsunami de Sumatra, Indonesia, y su trascendencia para Costa Rica y Centro América.
Dicho foro se llevó a cabo el 18 de enero, en el Auditorio de la Facultad de Ciencias Económicas y fue organizado por el Centro de Investigaciones Geofísicas y la Escuela Centroamericana de Geología de la UCR.
Contó con la participación del geólogo Guillermo Alvarado, de la Red Sismológica Nacional, quien se refirió a los rasgos geológicos y los eventos históricos en el Océano Indico; el sismólogo Mario Fernández, del Centro de Investigaciones Geofísicas, quien habló acerca de los aspectos relevantes del terremoto-tsunami de Sumatra, y de los niveles de alerta en el Indico y en América Central; el físico Jorge Paéz, de la Escuela de Física, quien aludió a los efectos del terremoto en la dinámica del planeta, y el economista Juan Rafael Vargas, de Canal 15 de televisión, quien actuó como moderador.
De acuerdo con lo dicho por los expertos, en los últimos 300 años no se había registrado un evento sismológico oceanográfico similar al ocurrido el 26 de diciembre del 2004, por lo que se pensaba que la probabilidad de que ocurriera un tsunami en esa región era difícil.
En este sentido, apuntaron que a pesar de que este terremoto-tsunami fue uno de los eventos más grandes del último siglo, nadie tuvo la más mínima idea de que iba a acontecer; lo que confirma que no es posible predecir los temblores.
También señalaron que se estima que los bloques rocosos se movieron alrededor de 15 metros a lo largo de plano de falla, lo cual hizo que el fondo del mar se elevara varios metros, produjera el desequilibrio de la masa de agua y la formación del tsunami.
Asimismo, comentaron que este terremoto-tsunami fue el más desastroso de los conocidos, ya que rompió la tendencia de los últimos eventos en los que se observaba una disminución de las víctimas conforme pasaban los años. Además, quitó la vida a muchos turistas, lo que obliga a cambiar las estimaciones de vulnerabilidad física ante tsunamis, pues se consideraba que los residentes costeros eran los más vulnerables a su ataque, pero el de Sumatra enseñó que toda la población del mundo es potencialmente vulnerable a ellos.
De allí la necesidad de educar a la población acerca de las medidas que se deben tomar, pues es lamentable que se sigan produciendo muertes innecesarias por desconocimiento, ya que las personas en lugar de alejarse de la zona de peligro se acercan para observar el fenómeno, lo que incrementa el riesgo.
También comentaron que se debe tener mucho cuidado con las informaciones que se dan, porque pueden producir temor innecesario, como la que se difundió en el sentido de que la tierra aumentó la velocidad de rotación, ya que en realidad en los últimos años, incluido el 2004, no se ha producido ningún cambio sustancial en el eje de la tierra.
Por otra parte, mencionaron que para el caso de alerta contra tsunamis en Centro América y Costa Rica la amenaza existe y es similar a la del Océano Indico, porque aunque son poco frecuentes si han ocurrido y podría haber destructivos en el futuro. De modo que la amenaza es real y está identificada y no se puede subestimar.
Al respecto, apuntaron que de 1939 hasta el presente se han producido 49 tsunamis en la región, de ellos 15 en Costa Rica, aunque de menor magnitud.
También informaron que recientemente se presentó en Japón una propuesta, con el fin de obtener 500 mil dólares, para financiar un sistema de alerta contra tsunamis en la región, que incluye detectores de nivel del mar, la realización de mapas de inundación, y educación comunitaria.
Comentaron que en la medida que se eduque a la población y se brinde mayor información acerca de estos fenómenos naturales, se estará en capacidad de evitar el peligro y salvar más vidas.
También es importante aprender a observar la naturaleza, estar atentos a sus cambios y despertar la curiosidad, pues ella nos envía señales para que nos pongamos alertas.
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