El propósito de esta presentación es destacar cómo el orden de género y las políticas neoliberales se entretejen para propiciar y permitir que emerja lo que he conceptualizado como violencias sutiles (Castelao-Huerta, 2022, 2023a, 2023b), ello a partir de hábitos y prácticas discretas, es decir, acciones no explícitamente violentas. Es importante puntualizar que cualquier forma de violencia (física, psicológica, simbólica, política, estructural) puede manifestarse flagrante o sutilmente. Scher y Stevens (1987, p. 352) destacan que las manifestaciones sutiles de la violencia, aunque no causen tanto daño, a largo plazo pueden ser más destructivas porque “de manera clandestina mantienen el status quo” y “potencialmente socavan la estructura y la fibra de las personas, así como de la sociedad”. En esta presentación, las violencias sutiles involucran acciones que difícilmente pueden ser señaladas como actos que buscan controlar y/o dañar, pero que tienen como efecto causar un detrimento en la vitalidad en formas menos obvias (Acquaviva, 2000, p. 4). A partir de un trabajo de campo cualitativo desarrollado entre los años 2018-2020 con profesoras titulares de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, expongo que las violencias sutiles aparecen como intencionales y no intencionales, manifestándose en dos discretos hábitos: 1) infligir daño moral, a partir de ser olvidada por el sistema neoliberal, ser objeto de envidias y no recibir reconocimiento salarial por la productividad académica; y, 2) perturbar el desempeño académico, a través de la sobrecarga de trabajo, la obstrucción a las labores y la disputa por las y los tesistas. Estos hábitos discretos de violencias sutiles hacen parte de la violencia estructural que se reproduce con un cierto automatismo, invisibilidad e inercia en toda la sociedad (Segato, 2003).
Dra. Isaura Castelao-Huerta
Universidad Nacional Autónoma de México
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